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Informe Especial: violencia escolar

Por redacción
| 25 de mayo de 2014
Según los especialistas, la edad más complicada para el bullying es entre los 10 y los 16 años. pero la moda se extiende.

La violencia está instalada en la sociedad del siglo XXI y no reconoce ámbitos diferenciados. Hay violencia en las canchas más allá del fenómeno barrabrava, puede desatarse en una discusión entre dos automovilistas por una encerrona inocente, en la cola del banco por llegar primero a las cajas y, por supuesto, también los colegios son cajas de resonancia de este fenómeno lastimoso de la actualidad. La gente está agresiva y descarga en el otro sus frustraciones. Los chicos lo maman en la casa cuando sus padres no están bien, lo trasladan a sus pares y repiten esas conductas.

 

800 supervisores, directivos y docentes fueron capacitados para poder aplicar el protocolo de violencia en las escuelas.


Las consecuencias de este estado de alteración se reflejan en la escuela, aunque la jueza Estela Bustos, titular del Juzgado de Menores Nº 1 de San Luis y toda una especialista en el tema, hace una diferenciación: “Una cosa es la violencia escolar y otra la violencia en la escuela. La primera es lo que específicamente llamamos bullying, la agresión entre pares, de alumno a alumno. En cambio la violencia en la escuela es el resultado de un factor externo que explota dentro del establecimiento. Por ejemplo, un chico llega borracho y agrede a otro o a un docente. Es una víctima de una situación previa y la termina volcando en la escuela”.

 


Marcado el contraste, es bueno detenerse en una estadística que por un lado desmitifica el crecimiento del bullying y por otro obliga a poner más atención en la vulnerabilidad social de los chicos. Según datos del Poder Judicial, de todos los casos de violencia que comunican las escuelas sólo el 5% están referidas a acoso de un niño a otro, el otro 95% refiere a lo que Bustos llama violencia en la escuela, o sea que tienen un origen externo. Son situaciones que el niño trae de su casa o su entorno familiar y terminan explotando en el colegio, ya sea a través de una adicción, una conducta violenta hacia compañeros o docentes o la portación de un arma blanca, entre otras.

 


Otro dato llamativo es que en el período 2011-2014, o sea desde que se empezó a trabajar en la confección de la Guía de Buenas Prácticas y la capacitación docente, los casos de violencia crecieron un 50%. Por un lado genera alarma, pero por otro habla bien del compromiso que adoptaron directivos y maestros para tratar de solucionar los conflictos y ayudar a los protagonistas.

 


“La Guía de Buenas Prácticas, también llamada Protocolo de Intervención de Violencia en las Escuelas, es una gran herramienta que garantiza que sea un ámbito democrático y de participación, que pueda proteger a los chicos, ellos son el objetivo a cuidar por esta iniciativa multidisciplinaria en la que participaron los ministerios de Salud, Seguridad, Gobierno e Inclusión Social, profesionales en Psicología y los propios docentes, porque todo lo que se publicó estuvo antes consensuado”, asegura Marcelo Sosa, el ministro de Educación, sobre un trabajo incluido en un proyecto que el Gobierno llama “Educar para la paz”.

 


Si bien la tarea de campo comenzó en 2011, fue a fines del año pasado cuando el gobernador Claudio Poggi firmó el decreto que aprobó el protocolo para que sea puesto en práctica en las escuelas. “La prioridad número uno siempre fue que el docente supiera qué hacer ante situaciones de violencia en la escuela, que tenga una guía de pasos a seguir y un respaldo a su actuación”, dice María Eugenia Bona, titular del Juzgado Laboral Nº 2 de San Luis, quien junto con Bustos participó en la confección del documento que es de lectura obligatoria para los trabajadores de la educación.

 


La capacitación es la clave

 


Las dos juezas le pusieron mucho empeño a las capacitaciones en toda la provincia. Hicieron talleres con los docentes y ahora están finalizando una gira que incluye a directivos y supervisores. Estuvieron en San Luis, Villa Mercedes, Nueva Galia, La Toma, Concarán y cerrarán el martes en Quines, para cubrir las seis regiones educativas. “La ventaja es que ellos ya recibieron el protocolo, así que saben de qué se trata. En los talleres ponemos en el tapete diversos casos de violencia y les enseñamos, por ejemplo, a distinguir cuáles son judicializables y cuáles no. Después ellos deben bajar los conocimientos al nivel inferior”, explica Bona. A la par de estas capacitaciones, hay otras para quienes aspiran a cargos directivos, que son incluso más abarcativos, ya que profundizan sobre la responsabilidad institucional y tratan casos que están en la Corte Suprema, para ver cómo los resolverían basados en el protocolo. En total, alrededor de 800 profesionales de la educación recibieron instrucción legal y práctica en estos tres años.

 


Un problema muy actual es el de los jóvenes con sobre edad que aún están en la secundaria. “Son mayores según la ley y se los debe tratar como tales. Eso implica que hay que tenerlo en cuenta a la hora de resolver conflictos, ya no necesitan de la firma del tutor para algunas cuestiones administrativas y disciplinarias, pero a la vez les puede caber una condena distinta ante un hecho de violencia que si se trata de menores. Todo esto lo tienen que tener en cuenta los docentes, para eso van a los talleres de capacitación”, analiza la jueza Bustos.

 


Como la puesta en marcha oficial de la guía fue este año, a pesar de que muchos docentes ya la conocían y la habían empezado a usar como fuente de consulta desde antes, todavía es muy temprano para conocer estadísticas sobre los casos que se van presentando en las escuelas. “Por ahora puedo decir que recibimos muchas consultas y que hay pocos casos judicializados”, asegura Bustos, quien agrega que “el personal de las escuelas lo recibió muy bien, porque sienten que los ayuda”.

 


Para Sosa, “la guía obligó a tener docentes más preparados, porque hasta ahora la escuela sólo se ocupaba de cuestiones pedagógicas. Empezamos a ver otras cosas, el bullying dejó de ser un tema tabú, comenzamos a diferenciar lo que es acoso de lo que no lo es, en síntesis: descubrimos qué pasa en las casas de los chicos, y no con el afán de violar la intimidad, sino para ver de qué manera ayudarlos cuando tienen problemas”.

 


La buena repercusión del protocolo obligará a ampliar los horizontes. La Universidad de La Punta ya se contactó con las juezas porque pretende que la capacitación alcance a los maestros de las escuelas digitales, que enfrentan los mismos problemas con sus alumnos que las escuelas que dependen del Ministerio de Educación. Ya desde el año pasado las escuelas autogestionadas están incluidas en el plan con muy buenos resultados en lugares socialmente complicados de San Luis y Villa Mercedes, que son las mayores cajas de resonancia de este tipo de conflictos relacionados con la violencia escolar.

 


Eso sí, como toda herramienta hecha por humanos, es perfectible, y los protagonistas lo saben. “La guía siempre va a estar sujeta a reformas. Vamos a ir evaluando cómo responde durante este ciclo lectivo y luego nos volveremos a reunir todos los involucrados para ver qué modificaciones hacen falta para hacerla aún mejor. Estamos en una etapa de conocimiento y de medición de impacto con los maestros, que son la primera y primordial barrera de detección de los problemas que los chicos traen de la casa”, dice Bona.

 


La jueza, ya toda una experimentada en cuestiones escolares, imagina algunas instrucciones que incluso puso a disposición de los directivos para su aplicación diaria. “Les digo siempre que tengan cuidado con las horas libres. Los chicos se van con una firma en el cuaderno de comunicaciones y en la casa suele no haber nadie. ¿Quién sabe qué hacen o qué les puede pasar si todavía están en horario escolar? Para evitarse un problema deben incluir en el Protocolo de Convivencia Escolar que firman los tutores a principios de año la conformidad para que sus hijos se retiren antes. Y el que dice que no está de acuerdo, pues su hijo se deberá quedar hasta el final de la jornada”, ejemplifica.

 


“La escuela no enseña ni tolera la violencia –dice Sosa-, entonces ante una sociedad con problemas graves como son el abuso de sustancias, la ingesta de alcohol en menores y el abuso sexual; en San Luis el cambio empezó por las aulas. Ahora también formamos a los chicos en valores”.

 


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