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Sorgo y soja: el secreto está en el manejo integrado

Por redacción
| 17 de abril de 2016
Interés. Alumnos de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNSL caminan en medio del cultivar de sorgo. Una experiencia invalorable.

Bajo un cielo nublado y una llovizna suave, pero constante, estudiantes de Ingeniería Agronómica de la UNSL, productores agrícolas de la zona y profesionales, caminaron por las parcelas de uno de los predios que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) tiene en Villa Mercedes. No era un paseo, los especialistas convocaron a una jornada técnica para mostrar los resultados de los ensayos de cultivo de sorgo, soja y control de malezas que realizan en la Estación Experimental, ubicada en la intersección de la Autopista de las Serranías Puntanas y la ruta nacional Nº 8.

 

Jorge Garay, uno de los profesionales que más sabe de agroquímicos, pidió hacer un manejo 'proactivo', o sea, anticiparse a las malezas.


La muestra fue organizada para que los interesados puedan ver cómo actúan y cómo se desarrollan distintas variedades y marcas de semillas en los suelos de la región. Así, el productor que quiere sembrar sorgo y soja, en este caso, o busca combatir las malezas de sus campos, pueda contar con información valiosa para elegir los productos que más se adaptan a sus necesidades, tanto en precio como en calidad.

 


Esta modalidad comenzó a implementarse en 2012 y desde entonces se repite en la ciudad y en otras localidades como Bagual y Justo Daract. El mecanismo consiste en “sembrar macroparcelas de 200 metros de largo y 4,20 de ancho de cada material. Repetimos dos veces cada cultivo y a medida que van transcurriendo los ciclos, se evalúa el rendimiento y se elabora una cartilla con los resultados”, contó Ricardo Rivarola, técnico de la Experimental local.

 


De esta manera, durante la tarde mostraron el desarrollo de quince especialidades de sorgo de cuatro semilleros diferentes y 23 materiales de soja. “En el caso del sorgo se evalúa el rendimiento en materia seca, pensándolo para uso ganadero y en grano como cultivo agrícola, que se mide en kilos por hectárea”, detalló Rivarola. Además presentaron los tratamientos que ofrecen distintas empresas, con distintas proporciones y dosis, para atacar malezas de difícil control como el Amaranthus Palmeri, más conocido como yuyo colorado.

 


A pesar de que los representantes de distintas firmas expusieron las virtudes y características de sus productos, la jornada adquirió un carácter didáctico y se convirtió en una clase abierta en la que los asistentes se llevaron una serie de consejos y tips para el manejo de los cultivos y las breñas.

 



Sorgo: ¿es agrícola o ganadero?

 


El sorgo fue el gran protagonista de la primera parte de la jornada. Apenas los asistentes llegaron a las parcelas sembradas, apreciaron algo que los disertantes justificarían después: la gran cantidad de variedades del cultivo y las diferencias morfológicas que presentan a simple vista en alturas, colores y texturas. Es que el sorgo tiene distintas utilizaciones que determinan las características que debe explotar el agricultor en el momento de la siembra y la cosecha. En San Luis, lo que más se aprovecha del sorgo es su materia seca como forraje para la alimentación del ganado.

 


Daniel Funaro, ingeniero agrónomo del INTA de Anguil, de la provincia de La Pampa, fue el encargado de dar los consejos técnicos para un correcto manejo del cultivo y declaró que la clave para un mejor desarrollo del sorgo radica en trabajarlo como un cultivo agrícola más, aunque su fin sea eminentemente ganadero. “Generalmente lo pensamos como un cultivo ganadero y, como tal, le damos el peor lote y el peor tratamiento. Pero para explotar todo su potencial lo tenemos que ver como un cultivo agrícola y darle una buena rotación, un buen barbecho, fertilización, tratarlo de la misma forma que al maíz, al trigo o a la soja”, sostuvo.

 


Para lograr este “cambio de mentalidad” que propuso el técnico, es indispensable la planificación de los ciclos con anticipación, una acción complicada para las necesidades y urgencias a las que se enfrentan muchas veces los productores. Planteó que aunque lo ideal es pensar los procesos con dos años de antelación, al menos es necesario disponer de un año de preparación. Con este plazo previo, el agricultor puede hacer un barbecho con fertilizantes y herbicidas preemergentes que contribuyan a prevenir malezas, o disponer de un cultivo de cobertura. 

 


“Es difícil pensar en planificación pero tenemos que tender a eso si queremos ver mejores resultados. Tenemos que armar una rotación pensando en por lo menos a un año de plazo, principalmente para controlar malezas que son el enemigo número uno que tienen los cultivos”, detalló Funaro.

 


Una de las variables que más debe tener en cuenta el productor a la hora de elegir un tipo de semilla y de determinar la forma en la que la trabajará, es el destino de la cosecha. Si el sorgo va a ser utilizado como forraje de pastoreo, como granífero o para almacenado en silo, cambiará el material a utilizar e incluso el mismo producto tendrá distintas estrategias de fechas de siembra, densidades y distanciamiento.

 


Así, detalló que con el fin de controlar las malezas, es factible retrasar algunos días el período de siembra en base a las tasas de crecimiento de las breñas. “En mi región (La Pampa), entre el 10 al 20 de noviembre aproximadamente se da la fecha de mayor desarrollo de la roseta. Entonces, si sabemos que vamos a tener un lote con ese problema, podemos sembrar un poco más tarde. En el Departamento Pedernera, las fechas son similares”, aconsejó.

 


La densidad es otro de los factores que puede alterarse en función de los objetivos buscados con el sorgo, es decir qué cantidad de ejemplares colocar en determinada área y a qué distancia estarán alejados unos de otros. “Si priorizamos el grano, la densidad tiene que rondar entre las 120.000 y las 140.000 plantas a 52 centímetros aproximadamente. Si hacemos silo, aumentamos la densidad y la producción de materia seca, pero tenemos que tener cuidado de que la panoja no se achique porque baja la calidad. Entonces tenemos que aumentar a unas 160.000 plantas logradas. Si queremos hacer pastoreo directo, como necesitamos el pasto temprano, tenemos que adelantar la fecha de siembra a las primeras semanas de octubre y las densidades tienen que estar cerca de los 350.000 y achicar el distanciamiento a unos 35 a 40 centímetros”, detalló Funaro.

 


Por otra parte, el agrónomo instó a los productores a perder el miedo a sembrar algunos centímetros por debajo del suelo. Como los suelos de la región semiárida se caracterizan por una textura franca arenosa y la capacidad de retención de agua ronda entre 100 y 110 milímetros de agua útil por metro, indicó que una buena fórmula es plantar las semillas entre cuatro y cinco centímetros de profundidad. Aunque la clave es sembrar cuando hay buenos niveles de humedad. 

 


“El problema del sorgo es que lo hacemos en noviembre, cuando hace calor y hay viento. Lo ideal es trabajar con cobertura, si no se puede hay que rebuscárselas. Si uno mira la bibliografía dice que es un cultivo rústico que no necesita agregados y la realidad es que funciona. Pero aún así, es un sediento de nitrógeno y fósforo. Si le damos estos componentes los consume y cuando les damos estas condiciones vemos cómo mejoran los resultados”, dijo.

 


Finalmente, Funaro remarcó que hay que pensar el cultivo como parte de un sistema mayor y apuntar a resultados a largo plazo. “Muchos frutos de lo que uno hace no son instantáneos. Muchas veces lo que nosotros estamos haciendo al elegir un buen material, después se traduce en índices de preñez y calidad de los terneros que elevan el nivel de nuestro sistema ganadero”, concluyó.

 



Malezas, las peores enemigas 

 


Cuando las gotas de agua que al principio eran más aisladas comenzaron a tomar fuerza y a mojar a los oyentes, la jornada tuvo que trasladarse al amparo de un salón de la Estación Experimental. Bajo el refugio del auditorio, el que se hizo cargo de la palabra fue el ingeniero Jorge Garay, quién mostró algunos avances de los ensayos que realizaron en distintos campos de Villa Mercedes, Justo Daract, Buena Esperanza y Tilisarao, entre otras localidades, para controlar malezas con diversos tratamientos y productos.

 


“Todos sabemos los daños que ocasionan pero en los últimos tiempos este problema adquiere más relevancia porque cada vez aparecen más especies resistentes a los grupos químicos”, reconoció. El especialista presentó un ranking de las malezas más difíciles de controlar, que lidera la rama negra y escolta el yuyo colorado. Aunque advirtió que en la zona, cuando el Amaranthus es atacado antes de los diez centímetros de altura es controlado por el glifosato. Además, agregó que en el norte de la provincia (Cortaderas, Villa del Carmen) han aparecido denuncias de daños ocasionados por el  sorgo de Alepho, una gramínea que aguanta el efecto del químico.

 


Al igual que los representantes de las firmas intervinientes, explicó que el Amaranthus tiene una gran velocidad de dispersión. Cada planta puede llegar a producir de 200.000 a 600.000 semillas, por lo que una pequeña mancha en el predio se puede tornar un verdadero dolor de cabeza en apenas una semana. “Lo que muchas veces también ocurre es que cosechamos lotes que tienen yuyo colorado y las cosechadoras, los camiones, las palomas las van desparramando por todos lados. Por eso esta maleza llegó a San Luis desde la parte este de Córdoba, y hoy está presente prácticamente en toda la zona agrícola de la provincia“, agregó.

 


Por esta razón, Garay recomendó “pasar del manejo reactivo de los cultivos a uno proactivo. Es decir que nosotros estamos acostumbrados a reaccionar ante un evento de maleza, pero tenemos que empezar a anticiparnos. De modo que el control empezaría ahora con la cosecha, viendo qué quedó en el lote cuando levantamos todo y qué vamos a hacer en la próxima campaña”.

 


Así, el productor debe tener en cuenta protocolos de limpieza de las cosechadoras y otras herramientas que trabajan en el campo, la realización de barbechos, la implementación de cultivos de cobertura como centeno y trigo que evitan que las malezas se propaguen y se roben la humedad y los nutrientes del suelo que queda desnudo. “Al comienzo los costos van a ser altos, pero a largo plazo nos vamos a dar cuenta de que debido a los buenos resultados, terminan siendo menores”, finalizó.

 


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