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Llegó la hora de los ingenieros agrónomos

Por redacción
| 03 de julio de 2016
Los proyectos tendrán que ser elaborados por ingenieros agrónomos y serán corregidos y, eventualmente aprobados, por la cartera agropecuaria provincial.

Sanear el desbalance ambiental que afecta a la Cuenca del Morro es una tarea que necesita que todas las partes involucradas se enfoquen de lleno y con urgencia. Después de que la Legislatura aprobara la “Ley de Emergencia Ambiental”, hay un actor que jugará un papel clave en la restauración de los suelos y el balance hídrico que necesita la zona: el grupo de ingenieros agrónomos.

 


El Ministerio de Medio Ambiente Campo y Producción, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Colegio de Ingenieros Agrónomos y Profesionales Afines de San Luis dictaron una capacitación para formar a los profesionales que desarrollarán los planes de manejo que exige la nueva normativa. Es que si bien faltan algunos detalles para finalizar el decreto de reglamentación, la ley autoriza al Ejecutivo a solicitar proyectos a los productores que quieran cultivar en los campos de la región.

 


Esos planes deberán respetar ciertas condiciones conocidas como buenas prácticas agrícolas a la hora de desarrollar el cultivo. “Los planes de manejo ponen el foco en la rotación de los cultivos, el uso de cobertura invernal después de la soja u otra cosecha estival y en la utilización de técnicas de conservación en determinadas situaciones, como cuando la pendiente o la vulnerabilidad de los suelos lo requieren”, detalló Juan Cruz Colazo, uno de los especialistas de suelo del INTA.

 


Los proyectos tendrán que ser elaborados por ingenieros agrónomos y serán corregidos y, eventualmente aprobados, por la cartera agropecuaria provincial.

 


Por eso, en las instalaciones de la Estación Experimental de Villa Mercedes desarrollaron la primera charla de un ciclo de cursos que serán de carácter obligatorio para los profesionales matriculados que quieran ser autorizados a elevar las planificaciones.

 


“Tratamos de brindarle la mayor cantidad de herramientas al profesional, a través de la discusión de procesos y experiencias propias, para que conozcan y gestionen los suelos de la Cuenca y que la implementación del plan sea eficaz para la emergencia que tenemos”, agregó Colazo.

 


Casi cuarenta ingenieros agrónomos asistieron a los dos días de charlas técnicas, que se completaron con una visita a campo y un examen para evaluar los conocimientos impartidos, de la que participó la revista El Campo. El tema que sirvió como punto de partida para avanzar sobre las técnicas que tendrán que aplicar, fue un repaso de las características y la morfología de los suelos que componen la región afectada por los excesos hídricos.

 


Para ello, Colazo y Osvaldo Barbosa fueron los encargados de transmitir los detalles y especificidades de cada tipo de terreno. Para hacerlo se valieron de la “Carta de suelos de vegetación de la provincia de San Luis”, una publicación que contiene los estudios, mapas y distribución de la tierra en las distintas zonas, sus propiedades, estructura y permeabilidad, entre otros aspectos.

 


“En la Cuenca no todos los suelos son iguales. Desde las sierras de San Luis en el norte hacia el sur, donde está Villa Mercedes, las características van cambiando. En las cercanías de El Morro son más rocosos y empiezan a ser cada vez más arenosos en la medida que se aproximan al río Quinto”, señaló Barbosa, otra de las palabras autorizadas en todo lo que respecta a suelos.

 


A características distintas, los problemas que pueden sufrir también son diferentes. En las zonas más cercanas a las sierras, los suelos son más rocosos, hay una mayor cantidad de pendientes y una presencia de vientos intensos que cambian el panorama general. Por lo tanto, el terreno es más susceptible a padecer los efectos de la erosión hídrica y eólica. La erosión hídrica es un proceso mediante el cual las partículas del suelo son separadas por la influencia del agua, mientras que la eólica es generada por la acción del viento sobre los suelos desnudos.

 


Cuando los suelos tienen mayor contenido de arena, “son más susceptibles a la erosión eólica. Eso no significa que no se pueda producir erosión hídrica también. En esta zona se pueden producir cualquiera de los dos tipos. Sin embargo, en Villa Mercedes lo que más se da es el depósito de sedimentos, que vienen de la erosión hídrica que sucede mucho más arriba”, explicó el ingeniero agrónomo.

 


Es que un proceso de erosión nunca llega solo, siempre está acompañado por el arrastre de sedimentos que se depositan en algún otro sector. Este fenómeno no es nuevo. “Los viejos pobladores pueden relatar acerca de los procesos de erosión por el agua y por el viento, hace más de cincuenta años”, manifestó Colazo. Lo que es mucho más reciente, según el especialista, es la presencia de excesos hídricos.

 


Los saldos de agua en el perfil de la tierra que hacen subir cada vez más las napas freáticas están determinados “básicamente por un incremento en las precipitaciones, pero también por una disminución en el consumo de esos excedentes. Esto expresado en una situación geomorfológica hace que se expresen de manera explosiva y generen nuevos cursos de agua, nuevos ríos”, agregó Colazo. 

 


A raíz de esto, los expertos hablan de un desbalance hidrológico en los suelos de la cuenca. Ese fue otro de los aspectos abordados por el ingeniero Claudio Sáenz. El técnico explicó que el balance hídrico “está dado por la demanda de agua de la atmósfera, el tipo de cultivos existentes que va a determinar el consumo de agua que tengamos, y la cantidad de lluvias en un período de tiempo”. Los registros señalan que las precipitaciones han aumentado a un promedio de dos centímetros por año desde 1913 a la actualidad. Este incremento, sumado a las características propias de los suelos y un cambio en el uso del terreno, ha generado un desequilibrio que hace que “en estos momentos tengamos un excedente de agua porque en la zona se consume menos de la que llueve”, sostuvo Sáenz.

 


Para remediar esos sobrantes de humedad, los especialistas recomiendan una serie de herramientas. Una de ellas es la rotación de cultivos, un método que implica alternar las especies sembradas en cada ciclo, para conservar los nutrientes del suelo y no quitarle todas las propiedades con un monocultivo como fue la soja en la última década, debido a su alta rentabilidad.

 


Otra de las recetas a las que apuntan es a la implementación de cultivos de cobertura. “Hoy son una tecnología clave ya que me permiten tener defendida la tierra durante un período, que generalmente es en invierno y principios de primavera, cuando tenemos las máximas tasas de erosión y en los sistemas tradicionales el suelo está desnudo”, señaló Colazo.

 


Es que si no se tiene en cuenta este sistema, cuando se levanta la cosecha el terreno queda al descubierto y genera una serie de consecuencias. Por un lado, la tierra está desprotegida del impacto del viento o del agua. Pero, por otro lado, durante varios meses el suelo no absorbe ni aprovecha la humedad acumulada.

 


El cultivo más usado como cobertura en San Luis  es el centeno. Pero otros recomendados son los titricales, el trigo, la cebada y la avena. Esas mismas especies suelen usarse también como verdeos de invierno, pero con un objetivo diferente. “El cultivo de cobertura busca generar protección y raíces en un período que de otra manera sería un barbecho. En cambio, un verdeo de invierno sirve para pastoreo de animales. Pero si el productor decide no secarlo, el cultivo de invierno incluso puede convertirse en un verdeo de invierno si es pastoreado”, analizó el ingeniero del INTA.

 


Con la implementación de la nueva ley, estas prácticas serán obligatorias para todos los agricultores. De esta manera, el Gobierno busca poner un poco más de claridad en las reglas de juego,  en la explotación de los suelos de la provincia y evitar que muchos lotes queden improductivos cuando se levantan las cosechas.

 


Durante la jornada técnica, y con la disertación de especialistas de agencias de INTA de otras regiones del país, se mostraron los resultados de ensayos de cultivos de cobertura y definieron su importancia en los sistemas de producción actual. Si bien realizar un cultivo de cobertura significa un costo extra para los productores, “no hay que pensarlo como un gasto sino como una mejora porque además de consumir el exceso, estamos mejorando la estructura del suelo y eso es fundamental para mantener la buena permeabilidad, para que no se produzca la erosión y mejorar la eficiencia del agua en el suelo”, sostuvo Barbosa.

 


Con las políticas que propuso el Gobierno para remediar la emergencia en la cuenca, los agrónomos se convertirán en un nexo entre el Ministerio y los productores, y tendrán la tarea de fomentar las buenas prácticas en los campos que asesoren. Mario Funes, presidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos de San Luis, consideró que pese a que el panorama no es el más feliz, la ocasión puede servir para revalorizar el rol de los agrónomos en la producción agrícola.

 


“Creo que hay profesiones que son esenciales para determinadas situaciones. Ante una enfermedad, el médico es indispensable. Para la construcción, el arquitecto. En cambio, nuestra profesión está un poco denostada y, por suerte o por desgracia, ésta es una oportunidad para jerarquizar nuestro trabajo y demostrar que es clave porque está ligado a la producción, pero también al cuidado del ambiente”, expresó.

 


Funes sostuvo que el rol del ingeniero agrónomo es lograr el equilibrio entre la producción de alimentos y la protección del ambiente, por lo que siempre está en la búsqueda del equilibrio. Pero para ello el trabajo en conjunto será vital ante un problema complejo. “La problemática de la cuenca necesita una solución integral, no sólo que como colegio nos integremos con otras organizaciones, sino que también cada ingeniero que se aboque a presentar esos proyectos, tiene que hacerlo en conjunto con sus colegas. Porque de nada sirve solucionar el problema a un campo si va a generar un riesgo en otro establecimiento vecino”, enfatizó.

 


Tras la primera jornada, en cada uno de los meses que quedan del año dictarán un curso para abordar las temáticas que servirán de sustento para los profesionales que gestionen los suelos de la cuenca. “Este es el puntapié inicial. Ya hay elaborado un plan de capacitaciones que va a incluir varios temas como terrazas y curvas de nivel, forestación, aspectos legales de los proyectos e implementación de pasturas”, adelantó Funes.

 


El CONICET, con Esteban Jobbagy a la cabeza, presentó un plan que también busca ayudar a remediar los excesos hídricos (ver recuadro).

 

Según explicó el propio Jobbagy, se trata de un proyecto a mediano plazo (de octubre de 2016 a octubre de 2018). “En ese lapso esperamos tener avanzada la prueba de distintos usos de la tierra, la implementación de distintos tipos de forestación o de pasturas y el efecto que podría tener, aliviando el problema”, adelantó el especialista.

 

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