¡Ruarte viejo nomás!

Cuando Care Lady cruzó el disco y se quedó con la carrera de Grupo 1 que se disputó en Palermo, las lágrimas y la emoción se apoderaron del jockey Eduardo Ruarte. Y de fondo se sentía "Vamos Ruarte viejo nomás". Era la voz de su señora Mayra. Su compañera de ruta. La que lo hizo papá. Y ahí también estaba Thiago, su hijo, que apenas pudo se metió en la redonda a festejar la victoria de la potranca de Marsiglia. Fue una jornada histórica para el hombre que salió de la Escuela de Aprendices del Hipódromo La Punta.

"Cuando gané no lo podía creer. Meter un Grupo 1 es el sueño de todo jockey. Además estaban mi señora y mi hijo en Palermo. Fue una alegría inmensa y completa", dijo Eduardo.

Ruarte heredó de su papá el amor por los pingos. Antonio -carpintero de profesión, pero jockey de vocación, hizo que Eduardo comenzara de chico en el mundo del turf. Se crió entre las patas de los caballos. A los 17 años comenzó a despuntar el vicio como jockey, hoy con 27 años, tiene 250 carreras ganadas, de las cuales posee un triunfo en un Grupo, tres victorias de Grupo 2 y dos consagraciones de Grupo 3.

Cuando Care Lady metió esa atropellada de novela y dejó atrás a las demás potrancas, a Ruarte le vino a la cabeza su primera victoria. Fue en una cuadrera en Villa Dolores. Estuvo en la silla de "Peluquera". Cuando se impuso en esa prueba nunca soñó que iba a llegar tan lejos. De las cuadreras a La Punta. En 2010 empezó en la Escuela de Marina Lezcano, y un año más tarde salió a la cancha a correr. Las buenas performances en La Punta le abrieron la puerta en Buenos Aires. Hace tres años que corre en los grandes Hipódromos. Primero se fue solo. Cuando se acomodó y comenzaron a llegar los triunfos y los primeros pesitos, se llevó a su familia. La que siempre está. La que lo acompaña. El combustible que necesita para levantarse cada mañana. Entrenar duro para dar el peso. Y salir a las pistas a buscar el disco.

"Esta victoria no es sólo mía. Es de mi familia. De Marina Lezcano -que me formó-, de Fernando Videla que me permitió llegar hasta acá, de los cuidadores y propietarios que confían en mí. Es larga la lista de agradecimientos", sentenció Ruarte.

Tiene como ídolo a Pablo Falero. Sueña con ganar un Pellegrini. Es un pibe de perfil bajo. Es monta oficial de cuidadores de la talla de Gaitán Dassie, Marsiglia y Sancarano. Está haciendo las primeras armas en Buenos Aires. No es fácil para un chico del interior irse al "Gigante de Cemento". La urbe asusta, pero Ruarte no se achicó. La remó siempre. Nadie le regaló nada. Vio el sacrificio de los viejos.  María Rosa -su mamá- es empleada doméstica. Hizo mucho esfuerzo para que a sus hijos no les faltara nada. Papá Antonio se dividía entre la carpintería y los caballos. Había que llevar el peso a casa.  Sus hermanos Ludmila, Federico, Nair y Laura, unos trabajan y otros estudian, pero todos colaboran en la casa. A Eduardo se le infla el pecho cuando habla de la familia. Los Ruarte son gente de trabajo.

Es un jockey que tiene una enorme proyección. Es un estratega. Sabe que en qué momento tocar el caballo para atropellar o cuando su conducido debe ir de punta. La monta a Care Lady fue brillante. La potranca iba escondida con el malón. La llevó alejada de los palos, porque a la pupila de Marsiglia  no le gustan los terronazos, y cuando faltaban cincuenta metros para el disco, le hizo pegar una atropellada para festejar por dos largos y medio.

Esta victoria lo va a marcar, como lo hizo "Peluquera" en Villa Dolores. Distinta jerarquía, pero el mismo sabor. Eduardo Ruarte, de las cuadreras a La Punta, para llegar a la Fórmula Uno del turf.