Instantes de la época

Complejo, intenso, cambiante; así está diseñado el mundo para las mujeres y los hombres a los que les toca atravesar la segunda década del Siglo XXI. Algunos buscan refugio en el fárrago de noticias siempre instantáneas, otros prefieren el silencio, otros miran deportes, otros consumen series “en serie”. A todos los une una época en que la mentira predomina, las personas “reales” son escasas y todo se decide en un instante.

En un rincón del planeta, el líder más poderoso hace gala de su prepotencia, regodea su autoestima mostrando las armas que posee, las que le han permitido poseer, las que lo convierten, precisamente, en el líder más poderoso. Un aprendiz de desafiante pronuncia discursos que ni sus más acérrimos acólitos creen, mientras entiende que “su papel”, en el longevo escenario de la historia, es el de un bufón enojado. La contraparte necesaria. Esos dos contendientes aparentes: Estados Unidos y Corea del Norte, son capaces de llevar sus roles hasta el límite de lo tolerable.

En un rincón de la vasta geografía del planeta, una mujer engaña a un hombre. Y niega el engaño, porque la época lo permite. Cómplices de las conductas que ejercen: aburridos de sal, del sol, de automóviles, de escarcha, de aires acondicionados, de tarjetas de crédito, de trabajos insoportables, de horarios absurdos y de todo lo que conlleva la “felicidad de las masas”. Él acepta el engaño y prepara la venganza, ella simula estar ofendida, mientras recuerda a su amante. Uno de los dos finalmente da un paso al frente, y las trampas terminan, aunque el recuerdo perdure.

En Lima, el Estadio Nacional, repleto, aplaude a su selección de fútbol porque acaba de lograr la clasificación a un Mundial luego de treinta y seis años. Millones están felices. Es curioso que esos millones apenas representen un fragmento de la felicidad que ha de obtenerse cada día. Atento, y a salvo de cualquier cuestionamiento, el presidente del país, decreta feriado para el próximo día. Hay que celebrar, puede pararse la economía de una nación por un festejo. Así parece. Así ocurre.

Sin grandes anhelos por abrazar, la plana civilización actual, discute ¿cuánto mejor son los televisores 4K, respecto de los Smart HD? ¿Qué diferencias existen entre el nuevo teléfono de la manzana y el nuevo teléfono de la compañía coreana? Son socios, pero quizás una gran parte del mundo no lo sepa. Entonces las pasiones adquieren la forma del consumo, y la justificación es global. Luego de discusiones tan profundas, cada uno busca la almohada con la tranquilidad de haber aportado algo contundente a esa realidad tan curiosa como inexplicable.

En la Argentina, millones de trabajos se han diluido en la “esperanza de las inversiones por venir”. En tiempo récord se les ha pagado a los “Buitres”, la inflación no ha cesado, la precarización del trabajo es una epidemia, los jubilados sufren el apriete que los empuja entre los años por vivir y la escasez del dinero que reciben. Pero las imágenes de un país paradisíaco, y de un pasado aterrador son tan corrientes, que han convencido a un enorme porcentaje del electorado.

Las noticias que recibe ese país (Argentina), a diario, son tan, pero tan buenas, que algunos sacan pecho y se sienten en Finlandia. La manipulación es grosera. La idiotez ayuda. El futuro aún debe discutirse. En tanto, alcanza con hablar de todo lo bueno que espera a la vuelta de la esquina, mientras la gente no puede pagar la luz ni el gas.

Es muy importante que Trump se pelee con Kim Jon-un; es absolutamente valioso que Perú clasifique al Mundial, es realmente recomendable tal o cual serie, es trascendental saber qué tal mujer engañó a tal hombre. Todo sirve para no discutir el acá y el ahora. De eso se trata. Escenografía. Un simple montaje diseñado para engañar.