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Nuevas pericias complican al acusado de matar a una pareja en Villa Mercedes

Mario Lucero fue el último en contactarse con las víctimas y en su camioneta había “posibles rastros de sangre”. Los jóvenes fueron hallados calcinados cerca del barrio La Ribera, el año pasado.

Por redacción
| 21 de noviembre de 2017
16 de junio de 2016. Cuando Lucero fue procesado por el crimen y enviado a la penitenciaría. Foto: Héctor Portela.

Hace casi un año y medio ya que Mario Lucero está en una celda de la Penitenciaría de San Luis, procesado por los homicidios de sus amigos Julieta Anahí Barroso y Gastón Horacio Bustos. En todo este tiempo de encierro jamás llamó a su abogado y le dijo: “Quiero hablar” sobre lo que pasó el día de los asesinatos. El silencio que mantuvo frente al juez Leandro Estrada lo mantiene hasta hoy. Y, según les habría confiado a sus allegados, no piensa romperlo. Pero mientras él se enmudece, los resultados de las pericias efectuadas a su camioneta y a los teléfonos de la víctimas refuerzan la hipótesis, sostiene el juez, de que él mató de un balazo en la frente a su amigo, le quebró la cabeza a mazazos a su novia y, luego, con la frialdad de un témpano y la fuerza de dos hombres, cargó los cuerpos en su camioneta, los llevó hasta la ruta 2b, a las afueras de La Ribera, los tiró a una orilla del camino y les prendió fuego.

 

Los análisis a los celulares revelaron que la última persona con quien se comunicaron Julieta y Gastón, a través de llamadas y mensajes de texto, fue el acusado. “La última comunicación había sido el miércoles (8 de junio del año pasado), el día que desaparecieron los chicos, no me acuerdo bien el horario, pero quedaba claro que se contactaron”, le dijo el juez instructor a El Diario.

 

El contenido de esas comunicaciones era intrascendente, reconoció, pero daban cuenta de que las víctimas se estaban por reunir con el ahora acusado. “En uno de los mensajes se preguntaban ‘¿Che, estás ahí? Te voy a buscar’ y frases por el estilo”, comentó.

 

Estrada había ordenado que establecieran las llamadas y los mensajes que Julieta y Gastón habían tenido los días previos al miércoles de su desaparición y posteriores a la medianoche del viernes 10, cuando hallaron sus cadáveres incinerándose a un costado de la ruta. Ese estudio estuvo en manos del personal del sector de tecnología aplicada del Departamento de Investigación de Delitos Complejos de la Procuración, a cargo del ingeniero David Funes.

 

El informe, con el detalle de los cruzamientos de llamadas, fue tan extenso que, según el magistrado, no pudieron imprimirlo, debieron conformarse con almacenar los datos en un cd. Aparte de esos registros, en el celular de Gastón figuraban comunicaciones que había tenido con otros amigos, pero ninguna de relevancia para la investigación, aclaró.

 

Pero, para Luisa Cristina del Valle Maldonado, la madre del chico, esos contactos telefónicos entre su hijo y el acusado no demuestran nada. “Yo fui y se lo dije al juez, y se lo voy a repetir hasta el día que me muera: Lucero no fue, Lucero no los mató”, subrayó la mujer.

 

Dijo que el acusado, que se dedicaba a vender huevos, era amigo y vecino de su hijo, que vivía en frente de su casa, en una esquina, en otra manzana del barrio La Ribera, y como tal no tenía motivos para asesinar al chico de 20 años y a su novia de 18. “Me he cansado de preguntarle al juez cuál fue la razón por la que Lucero supuestamente mató a los chicos, que nos diga cuál es la verdad, pero no”, reclamó.

 

A un lado de eso, la explicación que el magistrado les ha dado sobre cómo el huevero cometió el doble crimen no tiene lógica para ellos, es increíble. “¿Cómo hizo Lucero para tener en la quinta a mi hijo, que medía un metro ochenta, y a su novia, del miércoles al día que hallaron los cuerpos? ¿Qué, no atinaron a defenderse?”, planteó Luisa.

 

“¿Sabés qué nos contestó Estrada? –le respondió Damián, el tío de Gastón, al periodista- Que no se defendieron ni nada porque estaban enfiestados, consumiendo drogas”.

 

“¿Para vos, Lucero pudo haber matado a los dos chicos, cargado los cuerpos y haberlos llevado a la ruta solo? ¿Pudo haber hecho todo eso solo?”, insistió Luisa y, ahí nomás, se contestó: “No, en qué cabeza cabe”.

 

Incluso la forma y el lugar dónde fueron hallados los cadáveres, a seis kilómetros de La Ribera, contradice la hipótesis que incrimina al hombre de 28 años, afirmó Damián. Pues el acusado vivía en una quinta que le cuidaba a su patrón, ubicada frente a La Ribera. “Teniendo semejante campo ahí, con lugar de sobra para enterrar los cuerpos ¿vas a salir para tirarlos a un lado de la ruta y prenderles fuego? No, no tiene sentido”, concluyó el tío de Gastón.

 

(Las víctimas. Julieta Barroso, de 18 años, y Gastón Bustos, de 20)

 

“Sangre” en la camioneta

 

Sin embargo, para el juez instructor, hay otro indicio que complica al acusado: los rastros hemáticos encontrados en la caja de la Ford F-100 blanca. Esos vestigios, que estaban esparcidos en la parte trasera del rodado, fueron analizados por los peritos con BlueStar, un reactivo químico que permite detectar la presencia de sangre.

 

“La prueba dio positivo. O sea, indicó que lo que había en la camioneta probablemente era sangre”, dijo el magistrado. Aclaró que para confirmar si eso se trataba de sangre debían hacer una segunda pericia de ADN, más exhaustiva, que no fue posible llevar adelante porque las muestras estaban muy contaminadas, con tierra. “Pero es un indicio más…”, rescató.

 

Para la familia de Gastón, en cambio, esos presuntos rastros de sangre son otras de las tantas pruebas plantadas que tuvo la causa, para perjudicar al imputado. “Lucero es un perejil. Pero no quiere hablar”, sintetizó Luisa.

 

—¿Pero por qué, según usted, buscan incriminar a Lucero?—le preguntó el periodista.

 

—No sé, qué hay detrás no sé. Pero el juez miente, él está encubriendo a policías, que son amigos suyos y están metidos en la droga—denunció.

 

—¿Y por qué afirma eso?—consultó el cronista.

 

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