El cambio climático no tiene fronteras

El cambio climático no respeta fronteras y los efectos se perciben en cada rincón del planeta; desde las humildes aldeas frente la sabana de Tanzania o en la Europa poderosa que rige los destinos de millones de desplazados: ríos casi secos, trágicos incendios reiterados, agricultores desesperados... España y Portugal enfrentan una prolongada sequía que amenaza con tornarse más frecuente cada temporada.

Desde hace tres años llueve menos de lo normal sobre dos tercios de España, provocando que el agua escasee en la árida Península Ibérica, donde los agricultores son golpeados con fuerza. “Es una situación ruinosa”, se lamenta José Ramón González, un pequeño ganadero que ha visto a los agricultores tirar la toalla uno tras otro en Galicia, al noroeste.

Ante la falta de pasto, han tenido que comprar forraje desde julio, cuatro meses antes de lo habitual, con costos de miles de euros. “Hay ríos, fuentes, que ni yo a los 45 años, ni mis padres, ni mis abuelos, vieron secos y que se han secado”, en esta región conocida por su pluviosidad.

Para el 31 de octubre la entidad a cargo de los seguros agrícolas españoles, contabilizó 1,38 millones de hectáreas de cereales, girasoles u olivos afectadas por las sequías o las heladas, lo que ocasionó más de 200 millones de euros en indemnizaciones.

“Es como cuando te entra una enfermedad, lo que sientes es impotencia, no puedes hacer nada. Esta enfermedad se llama sequía”, dice Vicente Ortiz, agricultor y ganadero en Castilla-La Mancha, al sur de Madrid.

Asegura que su cosecha de cereales cayó un 70% frente al año anterior y prevé que la recolección de aceitunas caiga a la mitad. “Desde el cultivo de olivos a los cereales, pasando por los viñedos, toda la agricultura sufre de esta falta de agua”, señala Fremelinda Carvalho, presidenta de la Asociación de Agricultores de Portalegre, centro de Portugal.

Las cuencas hidrográficas muestran niveles anormalmente bajos: en Portugal, 28 de 60 de ellas tenían a fines de octubre un nivel inferior al 40% de su capacidad total. En España, las reservas de agua del Tajo estaban al 13 de noviembre al 39,9% de su capacidad en promedio. Las del Duero eran incluso inferiores (18,6%), lo mismo las del Segura (13,2%), que fluye por el sureste de la península.

El gobierno portugués lanzó una gran campaña para pedir a los ciudadanos que economicen agua. Viseu, una ciudad de 100.000 habitantes a 300 kilómetros al norte de Lisboa, debe ser aprovisionada de agua con camiones cisterna.

El nivel tan bajo de los ríos pone en peligro especies animales y vegetales y la desecación de terrenos favorece los incendios, que este año dejaron 109 muertos en Portugal y 5 en la región vecina de Galicia. El grupo energético español Iberdrola acusó una caída en su producción hidroeléctrica en España de 58% interanual entre enero y septiembre

Esta situación alimenta los conflictos entre agricultores y entre regiones por el uso del agua. Por ejemplo, el trasvase de agua del Tajo al Segura, utilizado desde la década de 1960 bajo la dictadura de Francisco Franco, recibe críticas de todos los frentes. Antonio Luengo, director de la agencia de agua de Castilla-La Mancha, afirma que el Tajo “no puede soportarlo”. El desarrollo de la agricultura intensiva de frutas y legumbres en regiones del sureste español “han creado tal superficie de demanda que necesitan desalar” agua del Mediterráneo, denuncia.

Las sequías amenazan con acentuarse en el futuro. Desde el año 1980, el clima de España está experimentando indicios de cambio climático, que se han acelerado desde el año 2000.

Ahora tiende a tener rasgos más subtropicales: temperaturas más elevadas, lluvias más escasas y de carácter intenso. Los riesgos climáticos relacionados con la temperatura (olas de calor) y la lluvia (sequías e inundaciones) se van a incrementar en las próximas décadas.

No hay fronteras para el cambio climático, ni tampoco soluciones mágicas e inmediatas. Un drama denunciado hasta el hartazgo. Una de las grandes tragedias de la civilización.