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Los otros papeles de Panamá

Cooltura viajó al paraíso paisajístico, histórico y fiscal de América central para comprender por qué la aerolínea de ese país inauguró una ruta que la une directamente con Mendoza.

Por Miguel Garro
| 11 de diciembre de 2017
Fotos: Shutterstock

En el casco antiguo de la ciudad de Panamá está la iglesia San José, un pequeño edificio colonial con detalles barrocos que tiene un precioso altar cubierto de oro. La permanencia en el tiempo de ese tesoro de la fe tiene una historia curiosa: cuando el siempre peligroso pirata Henry Morgan arrasó con el país en 1670, el pueblo pintó ese altar con barro (otras versiones hablan de un líquido negro parecido al alquitrán) e hizo que el filibustero pasara de largo sin tocar el valioso sagrario.

 

Casi 350 años después, el país caribeño que entrelaza con sus 75 mil kilómetros cuadrados de superficie (apenas mil menos que la provincia de San Luis) América del Sur con América Central, se convirtió nuevamente en una ventana mundial del ocultamiento de bienes, aunque con un sentido mucho menos heroico. Con el destape de los Panamá Papers, la nación quedó envuelta en un escándalo mundial del que sus habitantes no se sienten orgullosos.

 

Hace un par de semanas, Panamá está bastante más cerca de San Luis gracias a un vuelo directo que Copa Airlines, la aerolínea más poderosa de Centroamérica, implementó desde el aeropuerto de El Plumerillo, en Mendoza. Eso quiere decir que cualquier puntano podrá gozar de las playas panameñas, de su rica historia y de sus convenientes precios en las tres horas que lleva un viaje terrestre hasta la provincia vecina, más las seis que ocupa el vuelo hasta el aeropuerto de Tocumen.

 

Uno de los objetivos centrales del vuelo directo es incrementar el turismo argentino hacia Panamá, aunque es evidente que en realidad la nueva ruta podría servir como escala hacia cualquier punto de Estados Unidos o América Central. “Sabemos que para muchos cuyanos, Panamá es un destino ideal para pasar unos días de descanso, pero también es cierto que la mayoría de los pasajeros utilizan los vuelos hacia ese país para hacer escala y continuar viaje hacia ciudades estadounidenses”, explicó Gustavo Esusy, gerente comercial de Copa para el Mercosur.

 

Las cifras son elocuentes. De los 15 millones de personas que arriban por año a Tocumen, sólo dos millones se quedan en el país a pasar unos días. La búsqueda en revertir ese dato desvela a Gustavo Him, el ministro de Turismo de Panamá, que mantuvo una charla exclusiva con Cooltura en la visita de este medio al país.

 

“Recibimos muchos turistas americanos, canadienses, chinos y argentinos también, por supuesto”, dijo el funcionario de madre marplatense y mucho trabajo por delante. La agresiva campaña de captación que eligió el país indica que la búsqueda no es hacia “los turistas, sino hacia los aventureros”. Otro de los preceptos que pretende instalar la gestión de Him es que el país es más que su famoso canal.

 

“Este es un país que tiene más selvas tropicales que carreteras. Ante eso, buscamos visitantes con espíritu aventurero”, declaró el funcionario y mencionó como buen destino un sitio llamado Boca del Toro, donde está radicado hace varios años el recordado Paqui Galé, amante de los deportes extremos.

 

Además de los Panamá Papers, el país caribeño es conocido por el canal, un conducto acuático que une el Caribe con el océano Pacífico y por donde pasan miles de barcos por año en plan comercial y turístico. El atractivo del lugar consiste en ver pasar las enormes embarcaciones y en sentirse parte de un camino único que tiene su historia en particular, política por supuesto. Hasta 1977, el canal fue administrado económicamente por Estados Unidos, el país que lo había construido -al menos en su parte final- y que lo explotaba comercialmente. El tratado entre los presidentes Omar Torrijos y Jimmy Carter hizo que el paso de agua fuera parte de la economía panameña, en una revolución que potenció al pequeño país.

 

Muerto Torrijos en un accidente aéreo, el general Manuel Noriega tomó el poder y generó con sus decisiones el bloqueo económico por parte de Estados Unidos, que en el fervor republicano de la primera era Bush encontró en el dictador a uno de sus enemigos predilectos. Cuando la década del 90 transitaba sus últimos días, Norteamérica tomó las calles panameñas y derrocó al presidente. Ese acto violento se recuerda entre los ciudadanos del país con dos palabras: “la invasión”.

 

Un vuelo hacia el norte

 

No sólo de turistas se nutren los aviones de Copa que hace un par de semanas inició el trayecto Mendoza - Panamá. En el segundo vuelo que se realizó desde El Plumerillo, una comitiva de 18 empresarios mendocinos, la mayoría relacionados con la industria del vino, llegaron hasta Panamá y Honduras con el plan de hacer negocios e instalar sus productos en esos países, un proceso que ya está en marcha. Gloria, una camarera de Calypso, el restaurante más exclusivo de la ciudad, confirmó que las bebidas mendocinas son cada vez más pedidas en las mesas, aunque bastante por detrás de Balboa, la cerveza típica del país, y la Coca Cola, la gaseosa típica del universo.

 

“Es importante que los empresarios de Cuyo comprendan que la vía que abrimos es una gran oportunidad para que hagan negocios con todo el continente”, dijo Esusy, hombre de negocios al fin.

 

Quienes aprovechen la chance de viajar a Panamá conocerán un país de un denso calor húmedo que está rodeado de los océanos Atlántico y Pacífico y que presenta en su ciudad capital dos mundos arquitectónicos bien diferenciados. Por un lado, el centro bancario y financiero que tiene enormes y modernos edificios de una arquitectura sorprendente, ventanas espejadas y algunos diseños majestuosos, como uno que en la ciudad se conoce como “El tornillo”, por su forma espiralada.

 

En esa área se acumulan los bancos -una actividad muy difundida en Panamá-, algunos centros comerciales lujosos, grandes cadenas de hoteles (como la de Donald Trump) y sedes de las empresas más importantes del continente.

 

En el otro extremo de la ciudad está lo que se llama el casco antiguo, donde el tiempo parece haberse detenido en la época colonial. Construcciones delicadas que por su belleza captan la atención del turista, callejuelas empedradas y angostas y faroles que remiten a un pasado lejano llaman la visión inmediata del visitante. Son dos ciudades distintas, dos tiempos distintos, ubicados a pocos kilómetros de distancia y –más curioso aún- desde el que se alcanza a ver uno y el otro. Los bares, las iglesias y las plazas se reúnen en ese tranquilo espacio donde los autos pasan en fila india y donde nadie pierde la paciencia, por más que el tránsito en horas pico sea una garantía de atascamiento. En las calles de Panamá hay una prohibición que desorienta a los turistas: la de fumar. Si algún extranjero desprevenido osa encender un cigarrillo, aun sea al aire libre, será abordado por un encargado de la seguridad, cuando no por la Guardia Nacional, que le pedirá amablemente que lo apague o que, en todo caso, se limite a caminar por los reducidos espacios callejeros destinados al humo.

 

La gran mayoría de los panameños tiene un puesto en alguna oficina estatal y gana unos 600 dólares al mes, suficiente para alquilar una casa en las afueras de la ciudad y vivir dignamente. Algunos aprovechan el tiempo libre para dedicarlo a alguna actividad relacionada al turismo con la que puede ganar, en una jornada, hasta el triple de lo que ganaría en su lugar de trabajo.

 

Wilson, por caso, tiene una empresa de automóviles que alquila a empresas turísticas. Dice que el panameño no es muy amigo del esfuerzo y que por eso hay tantos colombianos y venezolanos que -empujados por las crisis en sus países- llegaron al paraíso en busca de una labor aunque sea mal rentada.

 

Más allá de las descripciones, hay un tema que coloca a los panameños en una inédita situación de fervor nacionalista. La selección de fútbol dirigida por el colombiano Hernán “Bolillo” Gómez logró la primera clasificación de un equipo nacional para un Mundial y el año que viene –independientemente de las mínimas chances que el conjunto tiene si quiera de ganar un partido- habrá un tema de conversación excluyente en las calurosas calles del sur de América Central.

 

Entre los héroes del seleccionado nacional está Armando Enrique Cooper, un habilidoso mediocampista que tuvo dos pasos por Godoy Cruz y que, de alguna manera, anticipó las íntimas relaciones que ahora hay entre Panamá y Mendoza.

 

Es tal el entusiasmo que se siente por el equipo que la camiseta New Balance oficial no se consigue por menos de 80 dólares; en tanto que la de Venezuela, Adidas, está a 10.

 

El libre comercio es lo que hace posible que la oferta y la demanda se mueva en esos márgenes tan amplios. Y los shoppings, por supuesto, se convierten en otro de los atractivos turísticos del país. En la ciudad de Panamá hay cuatro centros comerciales que reciben a miles de compradores por día con ofertas muy llamativas en ropas y electrodomésticos.

 

Una cámara de fotos, que en Argentina no baja de los 9 mil pesos, se puede conseguir por cuatro mil y algunos artefactos electrodomésticos están a mitad de valor. Por ejemplo, un auricular inalámbrico –un pequeño artefacto que puede cambiarle la vida a cualquiera- no supera los 350 pesos, pero hay que rogar que una vez en Argentina se digne a conectarse al Bluetooth de los dispositivos locales.

 

 

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