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La Toma: lo condenan a 14 años de cárcel por abusar de sus dos hijastras

La fiscal de Cámara había pedido que le dieran 16 años de prisión. Su defensor consideró que debía ser absuelto. Fue denunciado cuando las víctimas eran menores. 

Por redacción
| 22 de diciembre de 2017
Cámara Penal 1. De derecha a izquierda: Flores, Aizpeolea y Sabaini Zapata, los integrantes del tribunal.

Cuando la presidenta de la Cámara del Crimen 1, Silvia Aizpeolea, le explicó que tenía la posibilidad de decir sus últimas palabras, antes de que ella y el resto del tribunal se fueran a deliberar para darle el veredicto, Miguel Ángel Muñoz habló. Y lloró. Dijo que nunca había agredido de modo alguno a una mujer, que no había sido criado por su madre para ser violento con las mujeres, aunque su nombre figuró en cinco expedientes del fuero de Familia, por los maltratos que sufría quien era su pareja, madre de las dos víctimas. Fue éste su modo de negar la acusación de haber violado a sus hijastras, cuando eran menores, en La Toma. Sin embargo, el descargo no le sirvió: lo condenaron a 14 años de cárcel.

 

Fue considerado autor penalmente responsable del delito de “Abuso sexual con acceso carnal, calificado por la situación de guardador y por el aprovechamiento de la convivencia preexistente, dos hechos”. Esto último es porque las víctimas son dos hermanas que, en 2009, cuando lo denunciaron, tenían 15 y 13 años. Según lo que ellas declararon y según pudo acreditarse, fueron atacadas de modo reiterado, durante años, por el concubino de su mamá, que vivía en la misma casa y debía cumplir, en teoría, una suerte de rol paterno. Por ello los dos agravantes.

 

Ésta es la calificación por la que la fiscal de Cámara 1, Carolina Monte Riso, había pedido que lo condenaran, aunque solicitó una pena dos años mayor que la que finalmente recibió.

 

En las dos audiencias que hubo esta semana –fueron el martes y el miércoles– los jueces y las partes escucharon a otros integrantes de la familia. Son un hermano, un tío y el abuelo materno de las víctimas y la ex pareja de una de ellas. Todos declararon haber tomado conocimiento, en algún momento, de los ataques. 

 

El abuelo aclaró que tanto es el tiempo que ha pasado que ya no tiene nítido recuerdo de algunos sucesos. Pero evocó que una de sus nietas le confió que su padrastro la llevaba a un galpón, y que allí la manoseaba. Habló con su hija y hasta le proporcionó el dinero para que viajaran a San Luis, para hacer la denuncia en la Justicia. Ella lo hizo. Las chicas fueron examinadas: el médico forense constató que tenían desgarros.

 

Cuando volvió a La Toma, la mujer le dijo a su padre que las niñas estaban bien. Ahora, el hijo del anciano –es decir, el hermano de la denunciante– interpreta que quizás su hermana prefirió no confirmarle lo de los abusos para no preocuparlo y causarle un disgusto, dado que tiene problemas cardíacos.

 

Este pariente manifestó, además, que una de sus sobrinas, que es su ahijada, le contó que su padrastro la abusaba. Confió que él tenía una mala relación con su cuñado, sustancialmente porque era violento con su hermana. Fue testigo, inclusive, de una ocasión en la que él le partió un palo en la cara a ella.

 

El hermano de las damnificadas dijo no haber sabido, hasta la denuncia, de los ataques a las adolescentes. Con un dejo de naturalidad comentó que su padrastro solía darles cintazos a las chicas de la casa. Eran a modo de correctivo, expresó, justificando a su padrastro.

 

Si bien la ex pareja de una de las víctimas no estaba con ella ni cuando las violaciones sucedieron ni cuando fueron denunciadas, supo de esto cuando inició su relación con la chica. Anteayer aseveró que la causa contra Muñoz era un invento para perjudicarlo. Se mantuvo, así, en la versión que ya había dado.

 

Pero, ante las preguntas de las partes, entró en  contradicciones. Por esta razón, después de pedir la condena para el acusado, la fiscal Monte Riso solicitó que hagan una copia de las actuaciones para que un juez lo investigue por la posible comisión de falso testimonio.

 

Muñoz tuvo inicialmente otro abogado. Pero quien lo acompañó en este último tramo del proceso fue Santiago Calderón Salomón. En sus alegatos puso en cuestión los dichos de las hermanas, al decir que no habían podido dar precisiones sobre los presuntos abusos y que hubo contradicciones. En este sentido, dijo que la duda beneficiaba a su cliente, por lo que correspondía que lo absolvieran.

 

Por su parte, la fiscal de Cámara retomó las declaraciones de las víctimas, que fueron validadas por las psicólogas que las entrevistaron, quienes consideraron que tenían claros indicios de ser experiencias vividas, que no había lugar a que esos dichos hayan sido inducidos.

 

Destacó, además, el valor que toman como pruebas estos relatos ante delitos de esta naturaleza, que se dan en las sombras, entre cuatro paredes, lejos de la vista de testigos. Una de las jóvenes, por caso, recordó cómo fue el primer ataque. Una noche Muñoz aprovechó que su mujer no estaba –se había ido a Naschel– y la arrastró de la mesa, donde hacía un dibujo, a una habitación, donde la sometió.

 

Además, en ambos casos, las violaciones fueron probadas por los médicos. Al escucharlas, surgía con claridad cuál era el modus operandi del padrastro, refirió la fiscal. El perfil de Muñoz no era el del seductor, que envolvía a las víctimas hasta llevarlas al terreno que él quería. Las sometía con suma violencia. Una, inclusive, lo calificó como “una bestia”.

 

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