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Víboras y arácnidos: la clave es mantenerse en calma

A pesar de la “mala fama”, son pocas las peligrosas. Cómo reconocerlas para evitar accidentes.

Por Juan Luna
| 24 de diciembre de 2017
Seguro. Un especialista tiene en sus manos una especie no venenosa de víbora para identificar las características de este animal. Foto: El Diario.

Hay que tenerles respeto, pero no miedo. Tal vez esa sea la máxima que mejor sintetice las recomendaciones que dieron los dos especialistas consultados por El Diario sobre cómo actuar ante la aparición de ofidios y arácnidos, una presencia que se multiplica con la llegada del verano y que obliga a tomar ciertos recaudos y fundamentalmente a estar informados.

 

 

Víboras

 

Desde el relato bíblico de la tentación a Adán y Eva hasta la actualidad, las víboras siempre fueron vistas como un animal poco amigable. Pero no todas las especies son dañinas ni igual de peligrosas. Reconocerlas y diferenciarlas es una de las claves para prevenir accidentes.

 

Martín Chicahuala, investigador del INTA de Villa Mercedes, reveló que en la provincia de San Luis sólo existen cinco tipos de ofidios que son venenosos: una cascabel, una coral y tres variantes de las yararás (grande, chica y ñata).

 

Este quinteto, que sí supone un riesgo para los humanos, comparte varias características que ayudan a identificarlas. En primer lugar, son animales que invernan. Durante los meses más fríos del año permanecen escondidas y afloran con la llegada de los calores. “Cuando empieza la primavera se despiertan con un hambre terrible, en una época que coincide con la aparición de las ratas, las vizcachas o los sapos”, explicó el ingeniero agrónomo que se especializa en el estudio de ofidios.

 

Pero las cinco especies venenosas que habitan en nuestra provincia “se alimentan de animales que son de sangre caliente, como roedores, liebres, pericotes, cuis y toda clase de mamíferos. No es común ver una venenosa comiendo una rana, por ejemplo”, sostuvo.

 

Además, son animales crepusculares que salen de noche. “Por eso tienen ojos como de gatos, para ver mejor en la oscuridad”, describió. Y aconsejó no andar en campos o terrenos baldíos en los horarios nocturnos, para evitar pisarlas y hacerlas enojar. Por esa misma razón, amplió Chicahuala, no es muy frecuente ver yararás, cascabeles o corales en plena siesta o bajo un sol radiante. Pueden hallarse, pero lo más seguro es que estén quietas y tranquilas.

 

“Nos cansamos de pasar al lado de víboras y no nos muerden ni nos hacen nada. Porque el animal

 

lo primero que hace es quedarse quieto. No tiene oídos ni ve muy bien, por lo que podemos pasar desapercibidos. Pero si uno empieza a rondar mucho cerca de él, o a acercarse y molestarlo, se da cuenta y puede empezar a enojarse”, dijo.

 

De modo que la primera actitud que hay que adoptar ante la presencia de un ofidio es la de calma.

 

“Nunca hay que intentar agarrarlas. La mayoría de las mordeduras que se registran es porque la gente quiere levantarlas. Muchas veces son los turistas que se sorprenden a verlas y quieren agarrarlas como ven en la tele, pero no es fácil hacerlo”, advirtió.

 

Pero aún ante una mordedura, lo que debe primar es la tranquilidad. Desde el momento del ataque, empiezan a correr seis horas para poder quitar el veneno del organismo de la persona. Con calma, hay que concurrir a un centro de salud y comunicar los síntomas que se padecen. “Ahora que todos tenemos celulares con cámara, en lo posible hay que intentar tomarle una foto a la víbora para que los médicos la puedan reconocer más fácilmente y aplicar el antídoto indicado”, recomendó el agrónomo.

 

 

Arañas y alacranes

 

Grandes y peludas. Así se imagina la mayoría de las personas a las arañas más peligrosas. Pero en nuestra provincia, las especies con las que hay que tener mayor cuidado, tienden a ser más bien entre medianas y pequeñas. “Tampoco hay una relación tan directa con el tamaño y no quiere decir que todas las chiquitas sean peligrosas”, aclaró Luciano Peralta, un biólogo marplatense especializado en aracnología.

 

Según el investigador del Conicet, en el mundo hay más de 47.000 variedades diferentes de arácnidos. La mayoría de ellas tienen veneno, sólo que en muchos casos es inocuo y en el ser humano no tiene más efecto que un leve malestar. Dentro de los cinco géneros que sí resultan peligrosas, en San Luis sólo se han detectado dos: la apodada “viuda negra” (Latrodectus spp) y la conocida como “araña violín” o “de los cuadros” (Loxosceles laeta).

 

Estas dos variantes se encuentran, sobre todo, en espacios rurales, descampados o en las mismas sierras. Sus picaduras pueden tener consecuencias graves para la salud, pero todos los hospitales públicos argentinos están esquipados con un suero especial que es muy efectivo, siempre y cuando se aplique antes de que hayan pasado 48 horas del episodio.

 

Por eso, ante una picadura “siempre es mejor ir a un centro de salud casi de inmediato. Aún cuando tengamos dudas de qué especie nos picó. A veces vamos al médico tarde, recién cuando notamos alguna reacción, y eso suele complicar el cuadro”, esclareció.

 

 

Los especialistas recomiendan mejorar las condiciones de la vivienda, rellenando las rajaduras de las paredes, quitando los objetos que cubren las paredes como papeles, nylon, almanaques, fotos y cuadros. 

 

 

Los alacranes o escorpiones (son lo mismo) son otros de los arácnidos que más suelen aparecer en los patios y jardines durante el verano. En la región hay una sola especie ponzoñosa (Tityus trivittatus), y la forma más fácil de reconocerla es por sus pinzas, que son largas y finas, a diferencia de las que no son dañinas. Además, suelen tener una coloración más amarillenta y clara.

 

Con las arañas, en cambio, es más complicado detectar las más peligrosas. “Hay muchísimas que son inofensivas y se parecen mucho a las otras. La viuda negra, por ejemplo, es completamente negra con manchas rojas, pero hay otras que se asemejan”, dijo.

 

Como buen amante de su profesión, Peralta dijo que él nunca recomendaría matar una araña. Lo que aconsejó es capturarlas y soltarlas en un baldío. Mantener el pasto corto y las superficies limpias es una forma de evitar su proliferación, “pero por más que uno tome todas las precauciones, siempre va a haber arañas. Incluso algunas son beneficiosas porque cazan insectos o a las mismas arañas o escorpiones que son peligrosas”, detalló.

 

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