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Lo encarcelaron por matar al amigo con el que tomaba vino

Raimundo Pereyra fue procesado por el homicidio de Albino Funes, de 78 años. Le dio al menos once puñaladas. Vivían a una cuadra de distancia y siempre se reunían a tomar.  

Por redacción
| 24 de diciembre de 2017
NOTIFICADO. LE INFORMARON DEL PROCESAMIENTO Y LO TRASLADARON.

El alcohol lo perdió. Lo llevó a arrebatarle la vida a Albino Funes, un amigo de 78 años con el que siempre se juntaba a tomar vino y, en consecuencia, a arruinar lo que queda de la suya. Las pruebas de su crimen son elocuentes. Por eso, a los 55 años, Raimundo Roberto Pereyra no podía esperar otra cosa: el juez de instrucción Penal 2 de Villa Mercedes lo procesó por homicidio simple y ordenó que lo trasladaran a la cárcel de San Luis.

 

El asesinato por el cual fue encarcelado Pereyra, un pintor de obra nacido en una localidad del interior de la provincia y radicado hace años en Villa Mercedes, ocurrió la madrugada del lunes 11 de diciembre, en su vivienda, una habitación que alquilaba al fondo de una propiedad ubicada en la calle Estado de Israel 344, entre Doctor Mestre y Almafuerte, a la vuelta de la terminal de ómnibus.

 

El consumo de alcohol fue lo que motivó el encuentro entre Funes y Pereyra; también fue lo que llevó al dueño de casa a perder la cabeza, y al parecer fue también el motivo por el que la perdió. El homicida no declaró ante el juez, cuando lo llamaron a una audiencia de declaración indagatoria. Pero a alguno de los policías con los que tuvo contacto en los diez días que estuvo detenido, antes de que el magistrado definiera su suerte, le comentó que justamente por el vino había comenzado con su amigo la discusión que terminó en asesinato.

 

Según las pruebas que la división Homicidios halló en el departamento, cuando fue a investigar la escena del crimen, Pereyra y Funes tomaron cuatro botellas de vino. Y el pintor le habría dicho al jubilado que fuera a buscar más. Pero el huésped se habría negado. Entonces, el anfitrión, acicateado por el alcohol que se le había subido a la cabeza, habría montado en un estado de cólera tal que lo llevó a agarrar un cuchillo para apuñalarlo. “Lo desconoció, como suele decirse", afirmó el jefe de Homicidios de la Unidad Regional II, oficial principal Germán Gómez.

 

"Tu viejo se golpeó la cabeza"

 

Eran las dos de la madrugada. La agresión empezó adentro del monoambiente en el que Pereyra tenía cocina, comedor y dormitorio. El desorden en que quedaron la mesa y las sillas dan cuenta de eso. Funes, de edad avanzada y previsibles dificultades motrices, intentó escapar de la repentina furia de su amigo. Logró salir al patio, más allá del cual, en dirección a la calle, estaba la casa del matrimonio dueño de la propiedad, que era amigo de los dos protagonistas del drama.

 

Pero no pudo ir más lejos. Pereyra lo alcanzó con el cuchillo y le asestó al menos once puñaladas, en distintas zonas del cuerpo. Cayó allí y, para cuando su hijo llegó, un rato después, ya estaba muerto.

 

El anciano vivía a una cuadra. Su hijo Carlos, de 35 años, fue avisado por el propio homicida. Pereyra fue hasta su casa y le dijo “tu viejo se golpeó la cabeza y está ahí en mi casa, tiene sangre”. Apenas el familiar examinó a Albino, se dio cuenta de que no se trataba de un golpe.

 

Al día siguiente, cuando habló con el defensor Hernán Herrera, Pereyra mencionó que no recordaba lo que había pasado. La pericia de alcoholemia demostró, como se esperaba, que estaba alcoholizado, pero no en grado sumo.

 

Los primeros testimonios que la división Homicidios recogió entre los vecinos indicaron que el autor del crimen, que bebía alcohol con bastante frecuencia, se ponía agresivo, violento, cuando estaba ebrio. Y que, en esas circunstancias había tenido problemas con varios de ellos.

 

“Al principio de las averiguaciones surgió esa información, pero con el transcurso de la investigación, cuando se fue incorporando más prueba, eso no quedó tan claro, los testimonios hablan de que es una buena persona”, dijo ayer una fuente del juzgado de Estrada.

 

Sí queda en claro que al menos una vez, la madrugada del 11 de diciembre, el alcohol lo empujó a una reacción que hoy lamentan dos familias, la del hombre al que mató y la suya. 

 

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