13°SAN LUIS - Jueves 25 de Abril de 2024

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Paciencia y buena disposición para intentar llegar a la verdad

Por redacción
| 21 de mayo de 2017

Pablo Ignacio Rojo llegó el viernes a la Cámara del Crimen 1 de San Luis apoyando los pasos en los brazos de una policía, que lo ayudó a sentarse en el banco de los testigos y le acercó el micrófono. La oficial les anticipó a los jueces que el hombre, de avanzadísima edad, no escucha bien.

 


La presidenta del tribunal, Silvia Aizpeolea, interrogó a Rojo sobre su nombre y apellido, si se acordaba el número de su documento, dónde vivía, si sabía escribir. Le respondió que del número de DNI no se acordaba, que es vecino de Fraga y que sabía escribir, pero que un golpe le "hizo perder el conocimiento", aunque sabe firmar. "¿Jura decir verdad de todo lo que sepa sobre esta causa?", le preguntó Aizpeolea. "Sí. Cómo no voy a decir la verdad, si era mi amigo...", contestó el anciano, con tanto énfasis como tristeza. Esas palabras transmitieron el gran afecto que sentía por la víctima.

 


Se refería a José Barroso, un vecino de Fraga, también anciano, asesinado a golpes durante un robo en su casa, el 13 de setiembre de 2015. Rojo iba a lo de su amigo todas las mañanas, en una especie de ritual. El 14 de setiembre, inquieto porque había llamado a la puerta y nadie atendió, resolvió entrar por una abertura trasera y halló a Barroso muerto.

 


El viernes, el tribunal abrió el juicio a José Luis Alfonso, el presunto homicida. Dado que fue quien encontró el cuerpo, el testimonio de Rojo era importante.

 


El tribunal –que completan José Luis Flores y Ernesto Lutens–, la fiscal de Cámara, Carolina Monte Riso, y el defensor del acusado, Miguel Agundez, elevaron la voz y reiteraron las preguntas al testigo todas las veces que fue necesario, para que oyera y comprendiera bien. Así, con la buena voluntad de todos, Rojo pudo declarar.

 


Antes de irse, Aizpeolea le agradeció de modo especial haber estado en el juicio. En muchas ocasiones, los camaristas han llegado al borde de la exasperación frente a testigos que, pese a las reiteradas citaciones, no van, y han sancionado a otros que, de repente, caen en "oportunos" olvidos. En el caso de Rojo, a su dificultad para andar, para escuchar, para entender, se sumaban otras dos: viajó desde su pueblo y lo hizo a pesar de la lluvia y el frío.

 


Él le devolvió el agradecimiento, les estrechó la mano a todos los jueces y salió acompañado por la policía, deseándoles felicidad.  

 


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