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Daniel Wizenberg: "En San Luis hay un programa para la recepción de refugiados"

Por redacción
| 24 de junio de 2017
Por el mundo. Wizenberg recorrió los campos de refugiados y extrajo reportajes que plasmó en un libro que presentó en San Luis. | Martín Gómez

El politólogo y periodista Daniel Wizenberg llegó a San Luis para presentar su libro "Los que Esperan: crónicas de refugiados y migrantes en un mundo de guerras y exclusión" en el auditorio del Museo Casa del Poeta Agüero, en la Villa de Merlo.

 


Su trabajo se sustenta en crónicas que se realizaron en campos de refugiados o en fronteras, se construye luego de espiar por sitios complejos, por grietas en donde asoma lo mejor y peor de los seres humanos.

 


Fue invitado por el Corredor Humanitario San Luis y la Universidad de Comechingones y el evento  fue organizado por Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados) Antes de la presentación habló con El Diario sobre él, sus impresiones y su obra.

 


– ¿Por qué aceptaste la invitación?

 


– Porque escasean en la agenda de noticias las cuestiones internacionales, pero específicamente la problemática de los refugiados y las causas que hay detrás de las pocas noticias que llegan, también escasean explicaciones sobre esas causas. Creo que cuanto más se difunda es mucho mejor porque se logra romper la distancia entre esas cosas que supuesta- mente están lejos.

 


Además me parecen interesantes algunas cosas de San Luis. Hay realmente un programa en materia de recepción de refugiados que es muy particular, vengo aprovechando la invitación para poder conocerlo en profundidad porque había escuchado elogios pero vine a ver de qué se trata.

 


También me llamó mucho la atención la Universidad de los Comechingones, ya  desde el nombre, me parece interesante que se pueda hablar de una temática tan internacional en una universidad nueva, que no está en la capital de la provincia y con esa identidad, de aspecto globales.

 


– ¿Esto sucede por prejuicios o desconocimiento?

 


– El prejuicio es hijo del desconocimiento. Creo que los responsables del desconocimiento son los editores de noticias y como lo planteo en el epílogo del libro, desde los países que no son centrales se asume un rol periférico y para hablar de determinadas temáticas reproducimos lo que las agencias de los países centrales dicen.

 


La manera en la que está configurado el mundo tiene su correlato en el enfoque, en el enmarque y en la selección de noticias. No es sólo culpa de los medios, sino que la comunidad en general es responsable, la academia puede hacer más, la política puede hacer más.

 


– ¿Cómo se escapa a esta tendencia?

 


– La receta varía en el lugar desde dónde se lo piense. En la Argentina tenemos como receta pensar en nuestra historia. La mayoría somos descendientes de personas que llegaron a la Argentina y que venían de pasarla mal. Casi todos llegaron debido a algún conflicto.

 


– ¿Cómo se arma tu libro?.

 


– Cada uno de los capítulos, originalmente fueron reportajes que se publicaron en diferentes lugares, cada uno es una crónica en sí. Y si bien había un proyecto de libro, cada lugar estuvo pensado en particular. Al momento de compilarlo hubo una adaptación pero fue pensado de una manera simple, ir a un lugar, estar todo el tiempo que se puede y tratar de contarlo.

 


– ¿Cuáles fueron los lugares que más te impactaron?

 


– La comparación siempre es difícil, pero hay uno que me volvió una persona un poco más pesimista que es Kakuma en Kenia, el centro de refugiados, porque es un lugar que no tiene nada como a 200 kilómetros a la redonda y son decenas de miles, que hace 25 años están ahí. Es un limbo, un lugar olvidado en donde sólo algunos cambiarán su condición.

 


Lo que pasa es que los conflictos que dan origen a ese campo de refugiados, son tantos y tan diversos que es como que se aceptó que las cosas son así.

 


Son esos lugares en donde uno puede ver de lo que es capaz el ser humano o de los incapaces que somos para evitar que cosas así sucedan. Son varias generaciones arrojadas a la nada.

 


– ¿Cómo se cuentan esos lugares?

 


– Cada historia tiene sus complejidades y si uno parte de concebir a las personas como una víctima ya lo está "pobreteando" y estás dirigiendo la mirada del lector a un lugar que no debe ir. La premisa era narrar a un refugiado de la manera en que se haría con cualquier otra persona. Es una buena manera, porque adentro de las comunidades de refugiados hay contradicciones, conflictos, tensiones.

 


Mostrar lo complejo era el desafío, en algunos casos la historia era tan terrible que fue más difícil. No partí de la lástima para construir el relato.

 


Los propios protagonistas quieren contar que se enamoran, que van al cine, lo que les gusta hacer, qué no, las peleas con otras comunidades, con otras personas. Si se puede mirarlos en abstracto no estás contando la historia de esa persona, estás contando lo que se ve desde lejos.

 


Hay una frase de Atahualpa que dice: "Sólo están lejos las cosas que no sabemos mirar". Una buena historia nos va a acercar a ese contexto. 

 


– ¿Qué sensaciones te dejó este trabajo?

 


– Hay una frase de Borges que dice que "...en las grietas está Dios, que acecha", como que hay un pequeño vestigio azaroso que puede hacer que cambie la situación y que esa grieta se abra en la gente sencilla. La gente común es gente con mucha potencialidad para poder cambiar la realidad. Por un lado pesimismo, porque la configuración mundial va cambiando pero la balanza sigue siempre igual, pero se puede ver que la gente quiere tener una vida normal, tener un trabajo, enamorarse.

 


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