Desde hace más de 30 años y para siempre

Hay momentos en la historia de los pueblos en los que la emoción es protagonista absoluta. Y no es que no tenga cabida la racionalidad, o que se pretenda convalidar todo a partir de un sentimiento. Es que hay fenómenos que emocionan. Hay realidades que conmueven. Y, si bien, se conocen algunos sucesos, y son claros los pasos a seguir, el momento en el que las cosas se concretan, resulta francamente conmovedor. Hoy las redes sociales y todas las herramientas de comunicación parecen contemplarlo todo. Sin embargo, el contacto cara a cara sigue teniendo características únicas e insuperables. Que casi 14.000 becarios se encuentren en un espacio es todo un testimonio. Se puede declamar que se llegó a todos los rincones de San Luis. Otra cosa, es que miles de jóvenes se encuentren cara a cara y acrediten su procedencia. 
Y el ambiente se carga de símbolos. Y un gobernador, con todas las potestades para hacerlo, ungido por el voto popular, estampa su firma frente a la multitud. Entonces, a nadie le contaron, todos lo vieron. Y abandonó la profundidad del estrado para facilitar la visión de todos. Y cada uno de los presentes comprendió que en ese instante se firmaba su beca. Se ponía rúbrica a su legítima pretensión. Entendió que un estado presente, decía presente. Estructuraba el andamiaje jurídico y administrativo para que las promesas se cumplan y los sueños se hagan realidad. Y no se va a firmar el año que viene, y se va a cobrar al siguiente. La administración pública hará el esfuerzo y todo se concretará de inmediato. Y la obra social, y la aseguradora de riesgo del trabajo, y todos los ingredientes en tiempo y forma. Tiene que haber conducción, coraje, decisión política y equipo para que esto sea posible. Deben imperar la trasparencia y la sanidad financiera para que esto sea posible. Y sin endeudarse, y sin hipotecar la provincia y sin abandonar un solo proyecto. Es comprensible de dónde surge la emoción. Es entendible que un pueblo contemple alborozado esta formidable construcción colectiva que es el San Luis de hoy. Y los que crean que “se viste un santo para desvestir otro”, ni tienen más que ir a cada entrega de tablets a jubilados, y constatar cómo brota franca la celebración al comprobar que el Gobierno se acordó de los mayores. Todo en simultáneo, y con los mismos protagonistas. Con las velas al viento, y con una concreción tras otra. Inaugurando edificios y trazando estrategias para cubrir cada una de las necesidades que la población manifiesta como prioritaria. 
Fascina imaginar tantos proyectos en marcha. Tantos jóvenes trabajando todos los días para concretar un anhelo en distintas áreas. Y cada cual en su lugar, y cada quien atendiendo lo suyo. Como muy bien se dijo con responsabilidad. Desde hoy hay un compromiso serio con la provincia y sus habitantes. Hay un proyecto y hay que ejecutarlo. Hay que capacitarse y progresar. Hay que sostener el cambio, y ser parte de ese cambio formidable que es pilar del San Luis del progreso. 
Está apareciendo como una sana costumbre que el pueblo de San Luis se reúna a festejar. A comprobar realidades. A ver La Pedrera. A consolidar sus clubes, y el surgimiento y sostén de sus deportistas, a acompañar a sus becarios, a inaugurar obras, a organizar la grandeza de su comunidad. Y si están los jóvenes, hay presente y hay futuro. Hay San Luis para rato. Hay en la Argentina una forma distinta de gobernar y de distribuir la riqueza. Y claro que están los críticos, los resentidos, los que viven enarbolando la contra vacía como bandera. Son demasiados fracasos en el intento de parar el motor. Y no se trata de aportes positivos para mejorar las iniciativas; se trata de descalificar, de denostar, de sacar ventaja. Esta vez el rumbo aparece tan firme que ni siquiera parece tener lugar la clemencia para los indiferentes. La realidad apabulla. San Luis celebra feliz y apunta al progreso. Con los jóvenes, con los más humildes, en todos los rincones, de la periferia al centro. Desde hace más de 30 años y para siempre.