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La zona que rodea al hipódromo capitalino pide a gritos desarrollo

En los alrededores existen ya más de diez baldíos que acumulan yuyos y basura. Mirá el anticipo en imágenes de la nota que saldrá en la edición papel del lunes de El Diario de la República.

Por redacción
| 23 de julio de 2017

Joselín Correa tiene 60 años y se crió, junto a su numerosa familia, en el barrio Monseñor Di Pascuo. Fue uno de los tantos "Chispita" que salían por las siestas con la onda a cazar pajaritos y jugar con sus amigos. De aquellos años, el hombre -ahora radicado en Nogolí- recuerda algunos compañeros de aventuras, el esplendor del hipódromo (epicentro y motor impulsivo de la zona) y el paisaje, que poco ha variado desde aquellos años a la actualidad.

 

De no ser por el asfalto que bendijo a la calle Justo Daract , a algunas calles del barrio Di Pascuo y por una antena de telefonía que una empresa instaló, la zona mantiene como señal del olvido la misma visión que tenía décadas atrás. Con un agravante: el hipódromo ya no es el punto de concentración de actividades sociales que era. Por el contrario, el amplio espacio hípico no pudo evitar los estragos de la desidia y el desinterés y sus paredes se descararan ante pocas miradas tristes, como de caballos decididos a pastar, que poco pueden hacer.

 

Ese sector perdió el tren del crecimiento de la ciudad, tal vez por falta un punto neurálgico que convoque al desarrollo. Así como en el sur la instalación del edificio legislativo permitió la llegada de un cajero electrónico (que tenga dinero siempre, es otra cosa) y una amplia variedad comercial; en el barrio Nacional un supermercado generó movimiento constante; y la construcción de la terminal de ómnibus revitalizó como zona de concesionarias de autos a una región más bien olvidada de la ciudad, en los alrededores del hipódromo las imágenes son de otro tiempo.

 

Veredas que no existen, calles de tierra o mal trazadas y falta de iluminación son las muestras de la realidad que viven los vecinos de los barrios cercanos al Jockey Club, a los cuatro vientos.

 

El hipódromo, en épocas de esplendor, fue un espacio de encuentros de familias. El gran predio está delimitado al oeste por la avenida Justo Daract, uno de los principales accesos a la ciudad para las personas que vienen desde La Punta, o que circulan por las rutas 146 y 147. Al sur, el terreno está cercado por la humilde calle Tucumán, al este se encuentra un extenso terreno baldío que llega hasta la avenida Franco Pastore y por el norte cierra el solar la calle Berrondo.

 

La casi decena de barrios que se encuentran alrededor del hipódromo (entre los más importantes en cuanto a tamaño están el AMEP, Monseñor Di Pasquo, Los Olivares, 208 Viviendas, el coqueto Jardín San Luis, Francisco Cáceres y 60 Viviendas) es el hogar de unas 22 mil personas. La zona alberga templos, una multitud de negocios informales como desarmaderos de autopartes y al menos 13 terrenos baldíos de grandes dimensiones en los que se encuentran tres campamentos permanentes de gitanos y sobre los que han ido apareciendo en los últimos 25 años una gran cantidad de casas construidas de manera improvisada.

 

El hipódromo del Jockey Club fue intervenido por el Gobierno el pasado 14 de marzo debido a la profunda crisis económica e institucional en el que se encontraba sumida la entidad. Desde 2013 sus directivos no presentaban los balance de cuentas y las instalaciones se encontraban abandonadas y en un estado de semidestrucción. Mientras tanto, los más de 20 mil vecinos del norte de la capital aún están a la espera de un cambio que revitalice a la barriada y los saque de la oscuridad.

 

Laura Benítez vive desde hace 31 años en la calle Gabriela Mistral del barrio Amep, construido en 1986 y constituido por 448 viviendas adjudicadas por la Asociación Mutualista de Empleados Públicos, a las que en los años 90 se les sumaron 16 edificios de monoblocks. Fue presidente de una de las tantas encarnaciones que tuvo la comisión vecinal, entre 1997 y 1999. “Hacíamos chocolate caliente y festejos para los chicos en el Día del Niño, en la plaza del barrio. Siempre tratábamos de mantener  la zona en condiciones entre los vecinos, por ejemplo, plantando árboles. Uno de los inconvenientes de este sector es, en épocas de mucha lluvia, el agua que baja desde la avenida Fuerza Aérea hacia los domicilios, que quedan cubiertos de agua. La Municipalidad aún no ha hecho nada con ese reclamo”.

 

“A mi hijo más chico nunca lo dejo salir a la calle, porque es bastante inseguro”, señaló Jonathan Olguín, vecino del barrio Di Pasquo y empleado desde hace cinco meses de un mercadito ubicado en calle Justo Daract, a metros de avenida Centenario.

 

En todo el largo del hipódromo sobre Justo Daract, la vereda es inexistente. Ocupa su lugar un endeble sendero de tierra en el que se interponen árboles crecidos al descuido. “Estaría muy bueno que en ese espacio hicieran un predio deportivo, algo más productivo. El hipódromo ya cumplió su vida útil”, señaló y continuó: “Toda esta zona es bastante fea de noche. La oscuridad es  total. El terreno debería estar cerrado de punta a punta porque los ladrones lo usan como aguantadero para guardar los objetos que roban”, dijo.

 

El predio del hipódromo colinda con los patios de humildes casas de estilo rural, muchas de las cuales están cercadas con vallas de madera o deshilachado alambre tejido. En el espacio que corre entre la curva de la pista de carreras, ya en desuso, y los patios de los hogares se extiende una franja de tierra de unos 6 metros de ancho, cubierta de amarillentos pastizales de hasta 70 centímetros de altura, rodeados de bolsas de basura de semanas y meses atrás. En este baldío, los chicos del barrio han armado una improvisada canchita de fútbol a pura fuerza de pisotones de pequeños pies para ganarle a los yuyos.

 

“La oscuridad es el problema principal”, aseguró Enrique Frías, propietario desde hace 23 años de una maderera emplazada en la calle Justo Daract, entre Aviador Origone y Sargento Baigorria. En el negocio trabajan él, su mujer y dos empleados. “Ya sea para vivir o trabajar, nosotros estamos siempre con miedo a que nos roben. Ya nos asaltaron cuatro veces, la última vez fue hace un año y medio. Algo tiene que hacerse porque los años pasan y este lugar sigue siempre igual”, se lamentó.

 

El atraso con respecto al desarrollo que tienen otros sectores de la ciudad, la falta de luz y la inseguridad "son los peores aspectos de esta zona”, indicó Deborah Gatica, vecina del barrio Di Pasquo.

 

En el extremo norte del hipódromo, el abandono y la negligencia también se hacen visibles. La calle Berrondo figura en los mapas públicos como una avenida, a pesar de que no tiene asfalto ni manos delimitadas y tampoco alumbrado público. Presenta por lo general un panorama intransitable, cubierta de pozos y piedras. “Cuando llueve mucho se hace imposible transitar. Los autos quedan varados y las casas de toda la cuadra se inundan al igual que si viviéramos al lado de un río durante una crecida”, explicó un vecino que vive en el barrio 208 Viviendas hace 32 años y que no quiso dar su nombre. Además dijo que hay eucaliptos que tienen décadas y que impiden el crecimiento del barrio, lo que se suma al basural en que se convirtió parte del hipódromo. "Estamos en tierra de nadie”, manifestó.

 

El barrio Francisco Cáceres tiene 203 viviendas y fue adjudicado el 20 de diciembre de 1995. Todas sus calles llevan el nombre de ciudades, pueblos o accidentes geográficos de la Patagonia argentina. Muchos de sus vecinos entran y salen del complejo habitacional a través de los terrenos baldíos que lo rodean, ya sea hacia Franco Pastore o Justo Daract y donde el constante pasar de las personas ha formado caminos de tierra entre los basurales. “Yo fui el primer presidente del barrio. Decidí cómo llamar a las calles y después con tres vecinos construimos la placita que está al lado de mi casa”, indicó José Luis Barrios, de 71 años, vecino de la calle Río Turbio. “Lo que debería hacerse en la zona es colocar más servicios, más objetos de uso público, como las máquinas para hacer ejercicio que están a la vera del Aeropuerto, en la avenida Fuerza Aérea”, concluyó.

 

Por Fabricio Billiardi

 

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