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El mercado municipal, símbolo de la economía sanluiseña

Nació 1º de junio de 1879 como Mercado Público. Un incendio destruyó por completo sus instalaciones. En 1928 fue reinaugurado como Mercado Municipal. Siempre estuvo emplazado en El Paseo del Padre, hoy un polo comercial totalmente distinto.

Por Johnny Díaz
| 25 de julio de 2017

En los primeros años del siglo XIX, la capital de San Luis comenzaba a tomar forma de ciudad. El progreso ameritaba un sinceramiento y un cambio urbanístico radical. Sus gobernantes imaginaban un San Luis diferente y se abocaron a su modernización y al de las zonas aledañas.

 

 En 1928 el gobernador Alberto Arancibia Rodríguez, autorizó la emisión de títulos de la deuda pública para ejecutar obras en todo el territorio sanluiseño y entre ellas se destacó el nuevo mercado municipal.

 

Los libros de historia dicen que el antiguo edificio había sido inaugurado el 1º de junio de 1879, como Mercado Público, entre las calles Colón y Rivadavia de sur a norte y de este a oeste, Eriberto Mendoza y Artigas, hoy un moderno paseo de compras y de artesanos denominado El Paseo del Padre.

 

Fue demolido entre 1926 y 1927 a raíz de un voraz incendio originado posiblemente por un cortocircuito que terminó por destruir lo poco que quedaba de un edificio construido en el siglo anterior. Se cerraba así un ciclo muy importante para la economía sanluiseña, quedaba un espacio vacío que no pasó inadvertido para las autoridades provinciales que rápidamente trataron de subsanar el mal momento emitiendo títulos de la deuda pública.

 

La nueva construcción del edificio, al más puro estilo inglés, rápidamente se convirtió en la referencia comercial y de reunión social de la capital. Tenía más de dos mil metros cuadrados de superficie cubierta, con muros de mampostería de ladrillos, techos a dos aguas, estructura de hierro y cubierta de chapa de cinc. La fachada principal era por calle Rivadavia, tenía una gran plazoleta y una playa, y ahí era donde paraban todos los carros que venían a dejar la mercadería. En el centro de la playa había un artefacto de iluminación con farola de ambos lados.

 

Los puestos de venta en el interior del mercado eran alquilados diariamente, por temporada o por año por los mismos productores, por lo que el intercambio de mercaderías se realizaba sin intermediarios, generando una intensa actividad económica y social en la zona.

 

Según el diario El Oasis, los proveedores ingresaban por calle Colón a una especie de playa denominada “plazoleta del mercado”, que mayormente era usada para la carga y descarga de mercaderías traídas en carretas, carretelas y jardineras desde las quintas cercanas a la ciudad.

 

Según el Archivo Histórico de San Luis, y las fotos de José La Vía, durante el gobierno de Alberto Arancibia Rodríguez se inauguraron otras obras importantes como el dique nivelador en Quines, el canal de Candelaria y el dique nivelador y canal Los Corrales.

 

En febrero de 1929 dieron comienzo las obras de la usina hidroeléctrica y se construyó un nuevo muro en el dique Potrero de los Funes. También  se formó un paseo público "con jardines, árboles y demás ornamentación adecuada".

 

Además se iniciaron tratativas para adquirir una central térmica, por lo que se compraron los edificios, red y demás instalaciones de la usina de la Compañía de Electricidad de Buenos Aires. También hubo un cambio muy importante en la actividad agrícola que fue en aumento. De 50 mil hectáreas sembradas de trigo en 1926, se pasó a 130 mil, el maíz trepó de 30 mil a 60 mil hectáreas en el mismo período.

 

Otra de las acciones de infraestructura que marcó una época en San Luis fue la creación de una chacra experimental en el Puente Blanco, donde hoy se emplaza el Canal 13 San Luis y el Parque de las Naciones. Allí se hicieron cultivos especiales de diversas variedades de vides, y se formó también un vivero de forestales y frutales.

 

Por otra parte, se dotó a la capital de luz eléctrica. José Woronko, uno de los primeros reporteros gráficos de El Diario de la República, señaló que el mercado estaba rodeado de importantes negocios y su construcción permitía un importante flujo comercial: Tienda La Media Luna de la familia Nellar, Relámpago Radio de los hermanos Kusa, casa Nobleza, Rosso Hermanos, la casa de los hermanos La Vía (uno fotógrafo y el otro peluquero), Casa Migliozzi, casa Celorrio, la carnicería de Jesús Martín, la verdulería de Saro y Roberto Barbagallo y la casa de don Tagliente. Por calle Rivadavia estaba la cigarrería y venta de instrumentos musicales El Toro de Oscar Fabré, casa Vulcain de don Ribeiro, la peluquería del “Colorado” Bruno, la sastrería Piovano, El Trust Ropero de Jorge Bentolila, “El Turco Julio” y Mollo Hermanos.

 

Woronko, cuya familia era una de los proveedores, recuerda que  dentro del mercado estaban los puestos que traían mercadería y hortalizas de Mendoza en grandes camiones Bedford, Tomás “Tomasito” Digioja (tuvo una verdulería en Caseros y Pedernera), los hermanos Peleretti (Vicente, Antonio y Felipe), don Cruz Gianello, y sus hijos “El Gringo y “El Pucho” Calvo, Repepe, Crisoldo Guajardo, Mallea, Antonio Romero, "Chacho" Perroni y las familias Zanglá, Molina, Piquellem, Gitto y Giorgianni, Domingo y Bernardino Giunta, también tenían sus puestos. El Cafelandia de los hermanos Miranda (famoso por sus submarinos con churros, las pizzas y empanadas al mediodía) y un almacén que ocupaba dos puestos. 

 

"En su interior se vendían frutas, verduras, huevos frescos, pescado, (Celi y Marolla) chacinados y carnes rojas (Celi, El Torito, Munaffó y Piquillén, entre otros). Mientras que la leche era aportada por  los lecheros: García, Saro Giunta, Ángel Barbagallo, Paco Vega, Leontes, Orozco Otero,  Alfonso, Puertas y Segado".

 

También dice que “el mercado abría sus puertas a las seis de la mañana pero una hora antes, la gente hacía fila para conseguir frutas y verduras frescas y que a la diez y media tocaba una campana anunciando que a las once cerraba”. Por calle Artigas, el hotel Roca, una casa de venta  y confección de sombrero, la panadería de la familia Woronko, la primera en contar con maquinaria movidas por poleas y motor a explosión con reparto con carruajes tirados por caballos, hoy panadería Fusco.

 

“El mercado tenía dos playas para carga y descarga y estacionamiento, una por Colón y la otra por Rivadavia donde los productores de hortalizas de chacras cercanas, que producían en el cordón verde que circundaba la pequeña ciudad puntana, dejaban sus jardineras y carretelas o en el caso de  Remo Orozco y sus hermanos del paraje Alpatacal, pasando El Volcán que vendía miles de choclos por día. En tantos sus hermanos se dedicaban a los zapallos amarillos”, manifestó.

 

José Woronko dice que en los hogares sanluiseños era una costumbre el uso del  maíz y el choclo y que al menos una vez por semana se hacía locro y humitas al igual que la mazamorra.

 

La decadencia del mercado municipal comenzó a principios de la década del ’50 y su estructura comercial tambaleó en varias oportunidades hasta que en la década del '60, bajo un gobierno de facto, según la ordenanza municipal  31, se resolvió  el cierre y demolición del primer mercado del siglo XIX por “encontrarse emplazado en el centro de la ciudad, por la inseguridad y falta de limpieza en la zona circundante”.

 

Según los vecinos que aún mantienen viva la imagen del Mercado Municipal, la verdadera causa del cierre y demolición del edificio, fue la gran cantidad de roedores que habían invadido la ciudad. Triste final para uno de los imperios de la economía puntana.

 

 

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