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Huevos locales para el plan Mercado Puntano

El Gobierno quiere aprovechar la infraestructura del colegio agrotécnico de Naschel, que cuenta con gallinas ponedoras e incubadoras. Quieren sacar seis mil pollitos por mes.

Por redacción
| 30 de julio de 2017
Recorrida. Guillermo Liendo, profe de la agrotécnica, le explica detalles a Moleker.

El aprovechamiento de las escuelas agrotécnicas en la lucha contra la pobreza dio un nuevo paso en Naschel, donde el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción planea reactivar el sector avícola para poder agregar la oferta de huevos en el Bolsón Puntano que ya recorre con éxito todos los rincones de San Luis.

 

La idea es apostar fuerte en alguno de los módulos productivos de cada establecimiento con un doble propósito: que los alumnos puedan incrementar las horas de práctica con materiales de primera mano, y por otro lado que la producción pueda ser volcada a la población, para poder así bajar los precios de los productos en la góndola, como viene ocurriendo con la oferta de frutas, verduras y hortalizas, que ya obligó a algunos comercios a salir a competir con ofertas similares. Un círculo virtuoso que beneficia a todos, unos porque van a vender más y otros porque van a poder tener un respiro para sus bolsillos flacos.

 

Por eso el ministro Cristian Moleker está recorriendo uno a uno todos los colegios relacionados con la actividad agrícola. En el de San Luis, el ‘General San Martín’ que está ubicado al oeste de la ciudad, sobre la Autopista de las Serranías Puntanas, piensan reactivar una fábrica de dulces donde también procesarán aceite de oliva. Su cercanía con Sol Puntano está muy bien aprovechada, porque de allí saldrán las materias primas para su agregado de valor.

 

En Villa Mercedes, en tanto, la Escuela Nº 14 destinará parte de su extenso terreno para el plan Parcelas Hortícolas, por el cual familias bolivianas y mercedinas van a cultivar verduras y hortalizas en busca del propio sustento y el de sus vecinos. Por último, en Justo Daract, donde está ubicada la agrotécnica ‘María Auxiliadora’, ya trabajan para reacondicionar dos invernaderos con el mismo fin: tener verduras a bajo precio para abastecer a los sectores más humildes de la ciudad.

 

Y ahora le tocará al de Naschel, la Escuela Técnica Nº 15 ‘Elena Ossola de Horas’, uno de los bastiones de la enseñanza agrícola en San Luis por su diversidad de módulos productivos y la calidad de los egresados, que fueron completando vacantes en campos y establecimientos agropecuarios durante años con sus saberes y experiencia. Hasta allí llegó la revista El Campo para conocer cómo trabajan, qué necesidades tienen y cuáles son las expectativas del plantel docente y de los casi 400 alumnos que pasan actualmente por sus aulas y rincones de práctica.

 

“Vamos visitando a todos los colegios, que son refugios de saber muy valiosos para la San Luis, no sólo para las zonas rurales. En cada uno queremos reactivar algún módulo que sea de utilidad para el plan madre que tiene la provincia, lo que más le preocupa al gobernador Alberto Rodríguez Saá, el de la lucha contra la pobreza”, contó Moleker.

 

Los anfitriones de la comitiva oficial, que además del ministro incluyó a Martín Rodríguez, jefe del Programa Producción Agropecuaria y Arraigo Rural, y a Agustín Martínez, jefe del departamento de Desarrollo Productivo, fueron el regente de Formación Técnica, Mario Chaves, y el profesor Guillermo Liendo, profesor del área de porcinos y veterinario, por lo que fue quien condujo la recorrida. Luego se sumaron otros dos docentes, Aldo Aguilar (Ganadería) y Aníbal Balzola (Tambo), lo que da una idea de la diversidad de la oferta educativa de la escuela de Naschel.

 

Si bien Moleker y los suyos no dejaron rincón sin visitar, iban específicamente a ver el sector avícola, porque la idea es multiplicar la cría de gallinas ponedoras y producir huevos en cantidad suficiente como para sumar esa oferta al Bolsón Puntano. “La escuela cuenta con una importante infraestructura, fundamentalmente en lo que refiere a la producción avícola, por lo que haremos principal hincapié en esta actividad”, contó Rodríguez mientras todos caminaban hacia los gallineros, para luego examinar una pequeña sala donde había una incubadora, que hoy está sin uso, y otra contigua en la que se encuentra otra que es una verdadera reliquia con sus puertas de madera, pero que los docentes aseguraron que con reparaciones puede volver a funcionar.

 

“El problema que tiene la escuela es la falta de docentes, no tenemos la mano de obra necesaria para cubrir tantas actividades, se fue jubilando gente con mucha experiencia y no la pudimos reemplazar”, reconoció uno de los profesores, quien dijo que “hay herramientas, mucho potencial, tenemos hasta motoniveladora y tractor para trabajar en el campo, pero falta mantenimiento. Ojalá el Gobierno pueda darnos una mano, sería una ayuda mutua, nosotros con nuestras producciones y ellos para que la escuela recupere su esplendor”.

 

 

Hay que poner huevos

 

El sector avícola tiene un espacio bien delimitado por alambre olímpico y unas protecciones de chapa para las gallinas. La mayoría son batarazas y el que manda allí adentro es un gallo rojo con cara de malo y andar nervioso. Todo el proceso recibió en su momento ayuda genética del INTA. Pero hoy sobra espacio: hay capacidad para 800 aves y sólo cuentan con 65 ponedoras. Cuando la escuela estaba al máximo de su potencial proveía a toda la región de Cuyo del INTA con pollitos de primera calidad, muchos de ellos pollos Pampa doble pechuga.

 

Ahora la idea es reactivar de manera decidida el sector, convertirlo en un generador de ponedoras para abastecer al resto de San Luis. Las gallinas que provea la escuela serán esparcidas en distintos pequeños establecimientos avícolas para que produzcan huevos: 100 diarios como piso, según los cálculos del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción. Lo que deberán cuidar es la trazabilidad de línea paterna hasta la ponedora y por supuesto, habrá que darle intervención al Senasa en todas las cuestiones sanitarias de una actividad delicada, que requiere de muchos cuidados para no esparcir enfermedades que puedan afectar incluso a la población que consuma esos huevos.

 

“Vamos a necesitar pollitos de tres meses para arrancar toda la cadena”, adelantó Rodríguez a los responsables de la escuela. Pero el proceso productivo arrancará mucho antes, porque primero hay que traer padres que serán los que engendren las ponedoras. Luego viene el período de 21 días de incubación de los huevos, que en los últimos tres irán a las nacedoras.  Para tener ponedoras hay que esperar seis meses más, por eso sería bueno traer directamente este tipo de ave para acortar el proceso a la mitad, sin tener que esperar la incubación y el nacimiento.

 

En cuanto a las incubadoras, Moleker pidió que le envíen a la brevedad un informe sobre el estado actual y lo que se necesita para ponerlas en funcionamiento. “Tienen que sacar seis mil pollitos por mes”, dijeron las autoridades, que llegaron a Naschel con un plan muy preciso y están decididos a llevarlo adelante sin dilaciones. Capacidad es lo que sobra, porque tiene para tres mil huevos, pero requiere de una inversión para recuperarla. “Nos importa también el efecto multiplicador, porque poner a andar las incubadoras implicará mano de obra local, trabajo para la ciudad y alimentos frescos y sanos para sus vecinos”, agregó Rodríguez.

 

 

Huerta, ganado y un biodigestor

 

Si bien el Gobierno eligió la parte avícola, la escuela de Naschel tiene muchos módulos importantes para que la formación académica sea completa, pero como dijo uno de los docentes, la falta de mantenimiento fuerza justamente a eso, a decir ‘pero’ ante cada sector con mucho potencial.

 

Hay un área de Producción Vegetal, con un invernáculo que cuidan los alumnos de 2º y 3º año que ahora en invierno luce lechugas, habas y rúcula. Incluso tiene el riego por goteo listo para funcionar, pero le faltan las cintas. El agua debería surgir de una perforación, pero es muy salada y además la bomba está rota, entonces deben usar la potable, con sumo cuidado porque el pueblo está muy justito de provisión del agua que viene del río Conlara. Hay dos invernáculos más que necesitarían un recambio de la malla protectora y una huerta orgánica al aire libre, todo muy prolijo y hecho con esmero.

 

También cuenta con una fábrica de dulces y escabeches, cuyos tarros lucen en una vieja vitrina y son tentadores, y unos pasos más allá hay una cámara de frío para frutas y hortalizas que está fuera de acción. Las últimas inversiones fueron una moledora y una balanza, pero algunos problemas con los pies le quitan estabilidad y hacen que dé ‘error’ ante el mínimo pesaje.

 

En materia de vacunos, tienen un pequeño rodeo Hereford con 56 cabezas, de las cuales 36 son vacas de cría, otras diez vaquillonas fueron entoradas por primera vez y además hay dos toros y el resto son terneros, a lo que hay que sumar dos vacas Jersey para el tambo, que hoy no funciona, aunque supo de épocas gloriosas cuando vendían 60 litros de leche cruda por día. “Íbamos casa por casa con botellas de plástico enfriadas con hielo, la gente compraba mucho y ese dinero lo reinvertíamos en la escuela”, recordó con nostalgia uno de los profesores. En cuanto al sector porcino, las autoridades reconocieron que “se cayó un poco la genética”, pero igual conservan seis madres y un padrillo Spot Poland.

 

La agricultura tiene su espacio, unas 100 hectáreas sembradas con maíz y sorgo forrajero para alimentar a los animales. El problema que afrontan es que con la nueva ley de aplicación de agroquímicos no pueden fumigar porque están en una zona muy urbana. También supieron disfrutar de los beneficios de la apicultura, pero hoy no hay más algarrobos y chañares para que puedan producir las abejas.

 

Pero nadie baja los brazos en la agrotécnica de Naschel, todos le ponen el pecho a la realidad y buscan maneras de salir adelante. El Gobierno lo hace con una inversión en infraestructura que decantará en ocho nuevas aulas que se están construyendo detrás del sector avícola. Y los directivos, docentes y alumnos enfrascándose en un proyecto para crear un biodigestor para generar biomasa a partir de las hojas, los rastrojos, el estiércol y los cultivos. “Será una buena energía para calefaccionar el galpón de los pollitos”, dicen con la ilusión intacta de recuperar los años dorados, cuando el campo y la ciudad se fusionaban en ese predio educativo que es un orgullo de todo el Valle del Conlara.

 

 

Por Marcelo Dettoni

 

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