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En Finca Cortaderas, el sueño sigue vigente

Sergio Gueimunde batalló con problemas y hasta se separó de su socio, pero mantiene el optimismo en sus olivos, vides y almendros en el piedemonte de Nogolí.

Por Marcelo Dettoni
| 13 de agosto de 2017

Decidir una inversión nunca es tarea fácil. Si lo sabrá Sergio Gueimunde, el dueño de Finca Cortaderas, una enorme extensión que tiene plantados olivos, almendros y vides en el piedemonte de las sierras centrales, a escasos tres kilómetros al norte del casco urbano de Nogolí. Antes de meterse en cuerpo y alma, como hizo este empresario porteño que tiene debilidad por San Luis, hay que tener en cuenta muchos factores que después jugarán su partido a favor o en contra: calidad de los suelos, apoyos oficiales, mano de obra capacitada, buenos asesores y, en este caso en particular, una buena provisión de agua, un tema que fue álgido por momentos aunque ahora está en vías de solución.

 

Gueimunde puso todo eso en la balanza en 2012, cuando comenzó con la siembra de olivares en busca de hacer el mejor aceite posible, algo que logró en pocos años para posicionar su marca en un podio selecto dentro del país, lo cual nunca había logrado un producto puntano en ese sector. “Apostamos por un modelo súper intensivo en las 40 hectáreas iniciales, con vertientes propias de montaña. Fue una inversión de 20 mil dólares por hectárea, sin contar las tierras”, recuerda el dueño de Finca Cortaderas, quien arrancó la aventura con un socio, Javier Mazzeo, pero actualmente sigue adelante solo, ya que le compró su parte.

 

“El primer año y medio fue muy malo, tuvimos varios contratiempos. Pero la última cosecha de olivos fue excelente, el gran esfuerzo económico y humano dio resultados. Igual debería reponer 40 mil plantas que se perdieron en aquellos años en los que hubo problemas de agua. Voy a pedir ingresar de nuevo al Plan Frutícola (ver aparte) para hacer el reimplante. Acá hay capacidad para hacer más de 50 hectáreas, el potencial es enorme, pero se necesita la ayuda del Estado. Este proyecto es chico, pero a la vez es el más grande de San Luis”, destaca el productor, quien pone el acento sobre la importancia que tiene para el pueblo: “Son cultivos que requieren un empleado y medio por hectárea, acá hay mucho trabajo manual”.

 

Recién ahora el Acueducto Productivo les está llegando con continuidad, pero tuvieron muchos problemas con el agua, porque es una zona de lluvias escasas, que no alcanzan para alimentar a cultivos intensivos. “Tenemos un molino con una perforación de 80 metros y varias vertientes que bajan de la sierra, por lo que acumulamos agua en una represa. Por suerte siguen surgiendo, pero no alcanzan. El otro problema fue que el acueducto iba a pasar por un lugar elevado, y finalmente eligieron otro camino, rumbo a la ruta 146, por lo que la presión es escasa, el agua llega con un kilo y medio y se necesitan al menos 4 kilos. Fueron problemas que ocasionaron las empresas tercerizadas, porque reconozco el esfuerzo del Gobierno de San Luis de extender este acueducto en una zona donde no había nada”, cuenta Gueimunde.

 

Fue el Gobierno el que también arrimó la energía eléctrica este año, lo que ayudó a poner un equipo de bombeo para acelerar la presión del agua. “Tiene un costado bueno, que es que por fin tenemos el riego que necesitamos a partir de un equipo con tecnología israelí que es de última tecnología, y uno malo, que es el costo de la energía. Si el acueducto hubiera pasado por la ruta 3 no tendríamos ese problema. Y yo estoy a tres kilómetros del pueblo, a medida que te alejás hacia el norte la falta de presión es más grande”, lamenta.

 

Almendros

 

Por estos días la actividad es escasa en la finca. Los olivos están en descanso luego de la cosecha y el procesamiento del aceite, que por primera vez hizo en Nogolí y no en Mendoza; las vides están en período de poda y los almendros, la última plantación que hizo su aparición, recién dieron sus primeros frutos en marzo, aunque fueron escasos. “Sufrimos mucho con los almendros, los vientos de esta zona son muy bravos y nos voltearon unos cuantos. La experiencia me dice que no son recomendables en el piedemonte, pero los voy a dejar porque me divierten”, dice Sergio con la decisión firme que tuvo siempre para hacer todo lo que creyó conveniente, o simplemente porque le dio la gana. Para combatir los vientos serranos, armó varias cortinas de álamos y casuarinas, pero todavía están en crecimiento y las heladas hicieron de las suyas, dejando los árboles con un color amarillento que habrá que recuperar en el verano.

 

Asesorado por el ingeniero agrónomo mendocino Martín Zanetti, decidió poner las variedades Marinada y Tarraco, en lugar de los tradicionales Quara que son más comunes por estas tierras. “Muchos me aconsejaron plantar la variedad Quara, pero la cáscara es muy blanda y los pajaritos se hacen un festín. En cambio los otros dos son más duros y aguantadores”, asegura.

 

“Tuvimos una helada mortal en noviembre, cuando el fruto estaba grande. Eso perjudicó el rinde final, pero la plantación todavía está muy joven, no buscamos un fin comercial. Si bien es cierto que tanto el Tarraco como el Marinada son de floración temprana, y corren riesgos de heladas tardías, vamos a seguir adelante”, agrega Gueimunde , quien tiene una mano derecha en Luis Loyola, el encargado del campo, quien cuenta cómo le pelean a la difícil condición climática.

 

“Armamos en el piedemonte unos callejones tipo picada, diagramados en forma de embudo para conducir la helada. De todas maneras es mejor que poner los almendros en los bajos, porque allí la helada se asienta y dura más tiempo”. A partir de octubre llegará el tiempo del riego por goteo para este cultivo, que se extenderá hasta marzo, cuando intentarán que la cosecha sea mejor que la de 2017.

 

Olivos

 

Pero los almendros son, como el mismo productor lo reconoció, un divertimento. Aún no tomaron la estatura de una explotación. En cambio los olivos representan el corazón de Finca Cortaderas. Y realmente lucen bien. Eligió las variedades Arbequina, que es la que predomina entre las 40 hectáreas plantadas, y Arbosana, que usa más como polinizadora. “Estas plantas ya estaban en producción en el tercer año, pero tienen potencial para más”, adelanta Sergio. El destino final es para hacer aceite de oliva, que luego vende en comercios de San Luis y de Buenos Aires, ya que cuenta con todas las habilitaciones (RNP y RNPA) para llegar a las góndolas más selectas del país.

 

“Este año por primera vez elaboramos y fraccionamos en origen, acá en Nogolí. Traje una máquina móvil y lo hice en el galpón de la planta de agua de mesa que está en el pueblo, que también es de mi propiedad”, cuenta Gueimunde, quien reconoce que hubo buenas lluvias, por encima del promedio normal, lo que ayudó a mejorar los rindes. Igual, a partir del mes que viene comenzarán con el riego pensando en la nueva campaña, que se extenderá hasta la cosecha, al igual que con los almendros. La poda todavía no comenzó, apenas sacaron algunos chupones y cortaron las ramas más bajas para seguir formando las plantas.

 

Toda la plantación fue certificada en su momento por el Plan Frutícola, al que ahora piensa acudir nuevamente para renovar lo que se perdió. Él devuelve estos favores con su presencia permanente en ferias de alimentación nacionales, como Caminos & Sabores. Este año estuvo allí con su stand como único representante de la producción de San Luis. “Siento que llevo la bandera de la provincia y además me va muy bien, son espacios para generar nuevos negocios, dar a conocer la marca y vender el aceite, que como es de calidad atrae luego otros clientes”, reconoce el dueño de Finca Cortaderas, quien tiene una intensa actividad en Buenos Aires como consultor de empresas.

 

Sus giras promocionales también le rindieron dividendos a la hora de cosechar premios: desde 2013 viene recibiendo de manera consecutiva distinciones en concursos internacionales como Olivinus y Cuyo Oliva.

 

Gueimunde mantiene vivo el proyecto de levantar un galpón de 400 metros cuadrados dentro de la finca para procesar el aceite y que además sea un polo turístico. Tiene reservada una elevación de terreno desde la cual se aprecia en toda su magnitud la belleza del paisaje. Allí habrá un living de recepción, con material gráfico, posibilidades de hacer una cata de aceites y un puesto de venta de los productos. Y también un sector de acopio, con la oscuridad adecuada para mantener al aceite entre los 14 y los 16 grados, para que no pierda sus propiedades.

 

Vides

 

Otra apuesta interesante es a la producción de vinos. Por eso tiene cuatro hectáreas de vides, prolijamente plantadas y protegidas que darán cuerpo a la marca La Rica. “La mayoría es de malbec, pero también tenemos syrah, bonarda, petit verdot, viognier y torrontés. Lo que no anduvo, lo reemplazamos por malbec, que es el varietal argentino por excelencia”, describe el productor. Este año le colocaron malla antigranizo a toda la plantación, pero más por los vientos que por lo que puede caer del cielo, ya que tuvieron un solo evento complicado con piedras en todo el año.

 

 “Ya vinificamos con buenos resultados en Los Coros. Estamos entusiasmados y queremos ampliar los lotes con vides. Proyectamos agregar entre 10 y 15 hectáreas más para llegar a las 20. La diversificación es una de las claves de la finca”, cuenta Gueimunde, quien apuesta por productos orgánicos, sin ningún tipo de pesticidas, otra manera de poder jugar en las grandes ligas.

 

 

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