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La familia Ossola encontró a Susana 41 años después

Estaba desaparecida desde que fue secuestrada el 22 de mayo de 1976. Fue enterrada como NN. 

Por Matías García Elorrio
| 21 de agosto de 2017
Otro tiempo. Una de las últimas fotos muestra a Susana caminando por la "ciudad de los niños".

Después de 41 años, los tres hermanos de Susana Elena Ossola pudieron encontrarla: Jorge Dinonisio, Hugo y María Patricia recibieron sus restos y los enterraron en un campo santo de la ciudad de Junín (Buenos Aires), después de que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pudiera constatar su identidad en un enterramiento de NN en el cementerio de Boulogne (Buenos Aires). La puntana tenía 22 años y estaba embarazada de cuatro meses cuando fue asesinada  y su cuerpo apareció junto a los de otras 2 mujeres y 9 hombres el 1° de julio de 1976 en los suburbios de la localidad de San Isidro (Buenos Aires), víctima de la represión de la última dictadura militar.

 

Susana nació el 23 de noviembre de 1953 en San Luis. Sus padres eran Jorge Antonio Ossola y Dora Ileana Ramón, quienes no llegaron a recibir la noticia que tanto tiempo buscaron y por la que mucho anduvieron, sufrieron y esperaron. La familia vivió en una casa ubicada en Bolívar 1215 y a la vuelta,  sobre calle Mitre, Jorge Antonio tenía una fábrica de mosaicos. La segunda hija del matrimonio cursó la primaria en la Escuela "Paula Domínguez de Bazán" y en 1964 su familia se fue a vivir al oeste bonaerense cuando su hermana menor, María Patricia, recién cumplía 25 días de nacida. 

 

Su hermano Hugo comentó: “Viajábamos periódicamente porque mi abuelo era de San Luis y la familia paterna se quedó allá, igual que la de mi madre. Creo que el motivo de nuestra partida fue que mi padre sufrió un accidente grave y por eso tuvimos que trasladarnos”. Sobre su hermana Susana dijo orgulloso “era la más inteligente de todos”. Y recordó que “con ella compartí casi veinte años de mi vida porque tenía un año menos que yo. Hemos hecho lo que hacen dos hermanos cualquiera a esa edad: jugar, festejar los cumpleaños y divertirnos en las vacaciones”.

 

María Patricia, la menor de los Ossola, tiene dos hijos; y uno de ellos se radicó en San Luis. Por estos días vino a visitar a sus nietas y contó que “ella, para mí, fue como mi segunda mamá”. Recordó que la secundaria la cursó en el colegio de monjas Santa Unión y que al egresar estudió Filosofía y Letras en el Instituto de Profesorado de esa ciudad bonaerense. “Además llegó a ser concertista de piano y era una excelente alumna, tanto que alguna vez le hicieron un reportaje en un periódico local por una de sus investigaciones”.

 

Mientras estudiaba también le ayudaba a su padre a atender el comercio de artículos del hogar que habían abierto allí y al mismo tiempo se puso de novia con Oscar Urra, un muchacho de nacionalidad chilena. En 1975 decidieron casarse y se mudaron a la ciudad de San Miguel (Buenos Aires), donde vivían familiares de Oscar. En Junín, Susana vivió unos diez años y todavía su nombre está grabado junto al de su esposo en un monolito que los recuerda como “Juninenses víctimas del Terrorismo de Estado”, en la plaza 25 de Mayo.

 

Patricia dijo no saber, igual que toda su familia, si su hermana tenía actividad política o si era militante de la agrupación Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT/ERP) como informó el comunicado de Abuelas de Plaza de Mayo. Pero sí contó que “ella trabajaba mucho por la gente más humilde junto a un grupo católico que dirigían unos curas”. También admitió que todos en la familia se sorprendieron cuando se enteraron de que había sido detenida y secuestrada el 22 de mayo de 1976 en San Miguel, junto a su esposo: “Según pudimos reconstruir después, ellos estaban esperando un colectivo al mediodía para ir a juntarse con la familia de Oscar, hasta que llegó el famoso Ford Falcon verde que empezó a requisar a todos los que estaban allí y se los llevaron detenidos. A partir de ahí comenzó una odisea para toda la familia y por supuesto nuestras vidas pasaron a vivir un antes y un después de la desaparición de Susana. Porque nunca más las fiestas familiares y de fin de año fueron lo mismo”. Y confesó que por esos días Susana, que estaba embarazada de tres meses, y su esposo habían decidido irse a vivir a San Luis. "Mi padre les estaba acondicionado una vivienda para instalarse allá. Hasta donde sé, al momento de caer detenidos estaban juntando sus muebles para irse a vivir a San Luis”, rememoró la menor de los Ossola.

 

La mujer de 53 años dijo que sus padres durante esos años “fueron dos robles” tratando de buscarla para saber algo de ella. “Desde ir a entrevistarse con Adolfo Pérez Esquivel (premio Nobel de la Paz 1980), hasta las autoridades oficiales del más alto rango posible”. Pero de ninguna pudieron obtener datos certeros. Patricia contó: “Mi mamá fue a las primeras reuniones cuando se formaron las Madres de Plaza de Mayo y todos donamos sangre para el Banco de Datos Genéticos; pero si bien al principio ella participaba, después dejó de ir porque ella decía que no le gustaba que se usara a los hijos como banderas. Si ella estuviera viva, te diría que 'las víctimas eran los hijos, no nosotros'”.

 

A pesar del dolor que sobrellevaron juntos los tres hermanos Ossola, Patricia aclaró que “eso nos unió mucho como familia y la verdad es que durante esos años de la dictadura nunca sufrimos ningún allanamiento o algún episodio de violencia. Al contrario, nos hizo más fuertes y mis padres siempre nos dieron un hermoso ejemplo porque nunca nos educaron con odio”.

 

El deseo de los padres en vida había sido enterrar los restos de Susana en San Luis, pero Patricia explicó que como tuvimos que viajar a Buenos Aires a los Tribuanles de Comodoro Py y realizar un trámite judicial muy extenso que incluyó volver a donar sangre para hacer los estudios,  finalmente decidimos que descansen junto a los de mis padres en Junín. Además, mi madre falleció hace tres años y creo que lo mejor fue que se quedaran allí, los tres juntos". 

 

También destacó y agradeció de manera especial a Carlos Somigliana, miembro del EAAF, “por el maravilloso trabajo que realizaron. Y quiero pedirle a todos los familiares de las víctimas que donen su sangre para que este equipo de forenses pueda encontrar la identidad de otras personas que todavía faltan de sus familias”.       

 

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