22°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

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¿Quién se queda con el dinero que genera la soja?

En el sector agropecuario, de a poco vuelve a aparecer una situación que no es contemplada desde muchos otros sectores de la economía y de la política: los números de los productores no cierran. Pero esta falta de rentabilidad, que ya se extiende a la soja, no se corresponde totalmente con los números que genera la actividad de la cadena productiva más importante del país. ¿Cómo se explica esto? ¿Por qué si el negocio debería cerrar, no cierra? ¿Dónde se queda la plata que genera el productor sojero? ¿Cómo se reparte la “torta”?

 

Todas estas respuestas tienen una explicación única y concisa que buscaremos exponer en las siguientes líneas. Pero como adelanto, la explicación principal es que la plata que deberían recibir los productores queda siempre en el camino. Ya sea en los diferentes participantes activos de la cadena de comercial o en manos del Estado, ese socio pasivo que saca mucho sin realizar aportes. 

 

Por supuesto que muchos pensarán, equivocadamente, que esto no puede ser posible si el gobierno de Mauricio Macri les dio de “todo” a los “oligarcas” del campo. Esta idea que se buscó instalar para desprestigiar al campo cada vez se cae más a pedazos cuando se contrasta con la realidad. Porque es verdad que el sector agropecuario fue beneficiado por ciertas políticas de Cambiemos, pero también es verdad que estas políticas lo único que hicieron fue corregir algunas de las malas medidas que se habían tomado para el sector. No más que eso. Muy lejos está el campo de ser la panacea que algunos intentaron mostrar y que el propio “campo” ante el resentimiento por la anterior gestión dejó “correr” como una verdad. 

 

Porque pese a la tan mentada reducción en los derechos de exportación de la soja, donde se pasó de una alícuota del 35% al 30% hasta diciembre de 2017 y con una proyección de 24% al cierre de 2018; todavía el complejo sojero y en consecuencia los productores continúan aportando miles de pesos en concepto de impuestos al Estado. 

 

Composición del precio de la soja
Antes de sacar conclusiones sobre quién se queda con la plata que generan los productores con su trabajo y su riesgo, debemos comprender como se distribuye el precio de exportación de la soja. Para esto nos vamos a basar en un trabajo elaborado por "Márgenes Agropecuarios", con las proyecciones de precio y retenciones para la campaña 2017/18, sobre campo propio y con un rendimiento promedio de 33 quintales por hectárea (QQ/Ha) 

 

Si partimos de un precio FOB (Free On Board=libre a bordo) promedio, un valor de referencia entre poroto, harina o aceite, el cual ubicamos en torno a los 397 dólares por tonelada (U$S/Tn), con retenciones que absorben 99 U$S/Tn, y un gasto de la exportación o de industria de 29 U$S/Tn; esto nos deja un FAS Teórico de 269 U$S/Tn. Un valor interno que utilizaremos como referencia al momento de analizar el mercado de soja para la campaña 2017/18. Sin embargo hay que considerar que el ingreso total promedio generado por una hectárea de soja es de 1.310 dólares. (3,3 Tn por 397 U$S)

 

Entonces, con el precio interno ya estipulado, cuando multiplicamos estos 269 U$S/Tn con un rinde promedio de 33 QQ/Ha, vemos que el ingreso bruto por hectárea es de 888 dólares (U$S/Ha). Acá tenemos el primer número que recibe el productor, ya descontado el principal impuesto, pero todavía con muchos otros costos que afrontar.

 

De tal manera que a este ingreso bruto determinado en 888 U$S/Ha, debemos descontarle los costos que podemos denominar “tranqueras afuera”. Por un lado aparece el flete, en este caso usaremos como referencia uno de 330 kilómetros (300 largo más 30 corto), el cual se lleva 141 U$S/Ha, es decir casi el 16% del ingreso bruto por hectárea se nos va en flete. Otros gastos que aparecen después son la comisión comercial y el de acondicionamiento del producto, los cuales insumen 18 U$S/Ha y 34 U$S/Ha, sumando entre los dos el 5,8% del ingreso bruto total. Después, con menor participación, aparecen otros gastos que tienen que ver con la cuestión impositiva. Por un lado sellado que se lleva 6 U$S/Ha y, por el otro, impuestos sobre ingresos brutos que en este caso representa 9 U$S/Ha. 

 

Es decir que tenemos un gasto de comercialización o de “tranqueras afuera” de 208 U$S/Ha (23,4% del ingreso bruto total). Por lo tanto, hasta acá, el productor se queda con unos 680 U$S/Ha los cuales todavía se les va a seguir descontando. 

 

De esos 680 dólares por hectárea que ahora tiene el productor después de haber vendido su cosecha a un FAS teórico de 269 dólares por tonelada, hay que empezar a descontar los “costos de implantación” afrontados en su momento.

 

Entonces, si partimos de este número de 680 U$S/Ha, pero descontamos 88 U$S/Ha de labranza, 29 U$S/Ha de semilla, 86 U$S/Ha de agroquímicos y 18 U$S/Ha de fertilizantes; nos quedamos con un ingreso neto o margen bruto de 459 U$S/Ha. 

 

Por lo tanto, después de haber iniciado este periplo con un ingreso bruto al productor de 888 U$S/Ha, ahora tenemos 459 y todavía nos quedan sumar algunos costos más. Acá aparece el gasto de cosecha (62 U$S/Ha) y el de seguro contra granizo (19 U$S/Ha), lo que nos achica todavía más el bruto, que ahora es de 378 U$S/Ha. 

 

Llegado a este punto y cuando pensamos que éste es el ingreso que le corresponde al productor vemos que no. Acá aparecen lo que podemos definir como “otros costos” y que están ligados a la estructura que utiliza el productor para trabajar. En este caso usamos como referencia un campo de 500 hectáreas lo que nos arroja un costo de estructura y administración de 157 U$S/Ha, un impuesto inmobiliario de 28 U$S/Ha y una tasa vial de 9 U$S/Ha, sumando un gasto total de 194 U$S/Ha y dejándonos un resultado neto “antes de ganancias” de 184 U$S/Ha.

 

Ahora sí se viene el último descuento, a estos 184 U$S/Ha que nos quedan le restamos 64 de impuesto a las ganancias y 9 de IVA irrecuperable y nos quedamos con un resultado final de 111 U$S/Ha. Es decir, después de haber partido de un ingreso total de 1.310 U$S/Ha, el productor sólo se queda con el 8,5% sobre el ingreso bruto total.

 

Cada uno podrá sacar su propia conclusión de si estos 111 U$S/Ha son un número interesante para el productor, si le sirven. Lo que no podemos dejar de tener en cuenta en este análisis que realizamos, es que lo hicimos con los números sobre la producción en campo propio. Si trasladamos esta misma ecuación a un productor con campo alquilado, su resultado final sería absolutamente negativo. 

 

Los impuestos que paga la soja
Pero a pesar de los descuentos que tiene el productor debido a cuestiones productivas, como las mencionadas más arriba, el principal problema que sigue afectando a la rentabilidad del sector agrícola es la participación del Estado en la renta a través de los impuestos. 

 

Si analizamos lo que paga la soja en impuestos sobre el precio FOB, el número es sorprendente. Utilizando como referencia un FOB de 1.310 U$S/Ha (397 U$S/Tn) el primer descuento que tenemos que hacer son las retenciones, las cuales hoy se llevan 328 U$S/Ha, Ingresos Brutos 9 U$S/Ha, sellos 6 U$S/Ha, inmobiliario 28 U$S/Ha, tasa vial 9 U$S/Ha, ganancias 64 U$S/Ha, cargas sociales 15 U$S/Ha e IVA irrecuperable 9 U$S/Ha. Es decir que la soja paga un total de 468 U$S/Ha en concepto de impuestos. Lo que significa casi un 36% del ingreso de exportación del producto. 

 

En definitiva, los impuestos que recauda el Estado por la soja (468 U$S/Ha), equivalen al 52,7% del ingreso bruto. En tanto que el productor sólo se queda con 111 U$S/Ha, el 12,5% del total de ingresos. 

 

Pero además de ser confiscatoria, la presión impositiva también es engorrosa. El saldo irrecuperable del IVA es un ejemplo de esto. Este costo que como decíamos le representa al productor 9 U$S/Ha, no existiría si la alícuota del impuesto fuera simétrica. El problema es que algunos costos están gravados al 21%, otros al 10,5% y otros al 0%, en tanto que las ventas están gravadas al 10,5%. Lo mismo sucede con la inmovilización de capital a cuenta de ganancias generado con el impuesto sobre débitos y créditos bancarios. 

 

En el caso de ganancias también hay problemas. “Tal como está diseñado el sistema tributario, sólo el 13% de la carga fiscal corresponde al impuesto a las ganancias. Pero la liquidación del impuesto es compleja, en vista de múltiples pagos a cuenta, además de los anticipos que se calculan sobre el resultado del año previo” dicen desde "Márgenes Agropecuarios". 

 

Por si parece poco lo dicho hasta acá, para entender el peso de los impuestos en el resultado final y su diferencia con el productor sólo habría que variar el análisis realizado más arriba con un menor rinde o un precio FOB más bajo. Ahí se observaría como el Estado sigue teniendo muchos ingresos, mientras que el productor entraría en una mayor situación de quebranto. 

 

Una eventual baja en el precio FOB de 7% a 373 U$S/Tn, combinada con una eventual baja en el rinde a 29 QQ/Ha, llevaría a que el resultado del productor fuese casi cero, en tanto que los ingresos del Estado estarían en el orden de 371 U$S/Ha.

 

Y en este contexto de participación del Estado en la renta de los productores de soja, aparece la tan promocionada reforma tributaria, la cual hasta el momento parece no tener beneficios directos y concretos para el sector. Por el contrario, se han incrementado algunos impuestos, como por ejemplo el inmobiliario rural con aumentos sustanciales en un gran número de provincias. 

 

Entonces la pregunta que debemos volver a hacernos es lo que planteábamos al principio: ¿cómo es posible que un productor que genera ingresos por 1.310 dólares por hectárea, pierda plata? ¿Cómo se queda con tan poco de la torta? La respuesta es una sola: el Estado se está llevando mucho más de lo que le corresponde y está expulsando productores y concentrando la actividad.

 

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