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Una militar denunció a 2 jefes por acoso sexual y laboral

Asegura que, como no accede a tener relaciones con sus jefes, la descalificaron en las evaluaciones de personal.

Por redacción
| 13 de febrero de 2018
Fin del silencio. La mujer de 41 años asentó la denuncia la noche del domingo, en la comisaría 8ª. Foto: archivo

M. tiene 41 años y ha dedicado poco más de la mitad de su vida a la Quinta Brigada Aérea. Es suboficial ayudante. Pero ese tiempo en la sede que la Fuerza tiene en Villa Mercedes no estuvo comprendido, como hubiera correspondido, sólo por trabajo, también estuvo marcado por el acoso sexual y laboral, dijo. En un principio, esa persecución la sufrió en pequeñas dosis. Por miedo a perder el trabajo con el que mantiene a sus dos hijos, nunca se animó a denunciarla. Pero, desde hace dos años, eso que a veces moría en un llamado de atención injustificado y sin mayores represalias se volvió incontenible. Según asentó en la Comisaría 8ª, tiene que convivir a diario con dos superiores que le hacen gestos obscenos y le muestran sus genitales cuando ella intenta hacer su trabajo, en las oficinas que la obra social de la Fuerza tiene en Villa Mercedes.

 

El último episodio, el que terminó de convencerla de denunciar a sus jefes ante la Policía y la Justicia, ocurrió el jueves. Ese día el encargado de la subdelegación de Iosfa (Instituto de Obra Social de la Fuerza Aérea Argentina) la llamó para que fuera a su oficina.

 

Una vez en su despacho, el comodoro le preguntó si estaba al tanto de los resultados de sus dos últimas evaluaciones de desempeño laboral. Ella le contestó que no. “Son malas”, le resumió en seco el hombre. También le dijo que había llegado a sus manos un informe, hecho por dos compañeros que se quejaban de ella. Uno de esos empleados era el suboficial mayor que, según M., la acosa hasta el cansancio.

 

La denunciante contó que le pidió ver esa documentación, pero el comodoro no se lo permitió y mandó a llamar a los suboficiales que habían elevado el informe en su contra. Después de unos minutos, cuando los tres jefes estaban en la oficina, el responsable de Iosfa le ordenó a la mujer que se retirara. En ese preciso instante, ella se descompensó.

 

“Me fui hasta Odontología y mis compañeros me tomaron la presión. Tenía 180/110”, contó. El personal le dijo que no podía seguir allí en esas condiciones. “Con mucho esfuerzo caminé hasta la oficina, me senté y tomé un vaso de agua”, relató. En eso apareció su padre. El hombre se había enterado de que su hija no estaba bien y se acercó a verla.

 

Contó que cuando el encargado de la obra social, los dos suboficiales que supuestamente la acosan y otro superior vieron a su padre comenzaron a burlarse de él y le indicaron que no podía estar ahí, porque ése “era un problema laboral” y eso “no le incumbía”.

 

M. le pidió por última vez a su jefe que le enseñara las calificaciones, pero el comodoro se negó a hacerlo. Entonces, ella le adelantó que no se notificará de ellas y solicitó permiso para irse. Con la fuerza que le quedaba, condujo hasta la Clínica del Niño. Allí el médico de guardia le indicó cinco días de reposo. Desde entonces no asiste a su trabajo.

 

M. narró que antes de ser designada a las oficinas que Iosfa tiene en Remedios de Escalada 37, también experimentó el acoso. Todo empezó, según narró, en 2005, cuando su ex pareja, un militar que ostentaba el rango de cabo, sufrió un accidente en el predio de la Fuerza. El hombre recibió un balazo a la altura de la nuca mientras cazaba jabalíes. Quedó ciego.

 

“Yo lo cuidé por seis meses, pero después, cuando más o menos se recuperó, porque tenía una parte del cuerpo paralizada, nos separamos”, dijo. En la Justicia, acordaron que cada mes él le pasaría la cuota alimentaria para sus hijos, pero según la mujer su ex nunca cumplió con su parte.

 

Aseguró que, desde entonces, todos en la Quinta Brigada saben que ella es el único sostén de su familia. Y eso, a su manera de ver, los envalentona a sus superiores para hacer lo que se atreven. “Son muchas las mujeres que sufren acoso o maltrato en la Fuerza, pero la mayoría niega los hechos o no se anima a denunciarlos por miedo a perder el trabajo o a que las trasladen a otro lado”, comentó.

 

En su denuncia, la mujer asegura que los acosos en las instalaciones de la obra social empezaron hace dos años, cuando asumió el último encargado. La militar aclaró que, antes de trabajar en el área de personal, se desempeñó en el sector de afiliaciones, que por ese entonces estaba a cargo de uno de los presuntos acosadores. Con el tiempo, “Afiliaciones” quedó bajo responsabilidad del otro supuesto agresor.

 

Dijo que en varias oportunidades, cuando ella se quedaba sola, trabajando en su mostrador, ese jefe se le acercaba, detenía su paso detrás de su cuerpo y le susurraba al oído: “Quedate quieta, mamita”. En ese lento cruce que el suboficial hacía por atrás, M. sentía cómo el hombre rozaba a propósito su cola con sus genitales.

 

Otras veces, cuando sus compañeros no estaban, “me perseguía con la mirada. Se mordía los labios y hacía gestos como de desearme sexualmente”, expuso.

 

El anterior responsable de “Afiliaciones” y que todavía trabaja con ella en Iosfa también tiene la costumbre de rozar sus partes íntimas con distintas partes de su cuerpo, aseguró. Pero ese superior va más allá. Ha llegado a bajarse el cierre del pantalón, a sacar los genitales y cuando no se los ha mostrado se los ha apoyado, denunció. “A eso no se lo permito”, ha alcanzado a responderle ella en alguna ocasión.

 

Dijo que, a veces, cuando estaba sentada en la oficina, haciendo su trabajo, ese suboficial solía pasar y le anticipaba sin pudor: “Me voy al baño a hacerme una p…”.

 

Señaló que en Iosfa trabaja otra mujer, pero esa compañera no sufre lo mismo, porque cede a las insinuaciones sexuales de sus jefes. “Se sacan selfies y toman mate juntos” y eso le ha permitido a esa otra suboficial tener ciertas libertades, como usar el tiempo de trabajo para pintarse las uñas, salir en el horario que se le antoja y usar los teléfonos de la obra social para hacer largos llamados a sus familiares que viven en Buenos Aires y Chile, precisó.

 

A ella, subrayó M., por el contrario, más de una vez la sancionaron porque se ha negado a tener relaciones sexuales con sus jefes.

 

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