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"Para muchos, la fertilización es una mala palabra y no lo es"

Fernando Sueldo y  su pareja Fernanda Gómez Doña tuvieron gemelas con el tratamiento In Vitro.

Por Leonardo Kram
| 17 de febrero de 2018
Felices. La familia calcula que todo el proceso médico les llevó tan sólo cuatro meses. Foto: Alejandro Lorda

Fernando Sueldo, de 40 años y con oficio en instalación de interiores para inmobiliarias, no entiende por qué cada vez que cuenta que sus hijas de 5 años, Emma y Alma, fueron concebidas por inseminación artificial, la gente se paraliza o adopta una reacción de rechazo. "Pareciera que cuando lo decís es como una mala palabra y no es así". Su esposa, Fernanda Gómez Doña, de 34 años tampoco lo entiende. Con lujo de detalles contaron su historia a El Diario, mientras al fondo se escuchaba el ruido de sus niñas jugando, en el hogar que comparten en San Luis capital.

 

Fernanda recuerda que en un principio, los médicos apuntaban al estrés. "Nos decían que estábamos estresados. Nos tomamos todo tipo de vacaciones. Así pasaron dos años y medio", recordó.

 

A mediados de 2011 decidieron pasar entonces de los exámenes de rutina a los más invasivos, con el asesoramiento del especialista en fertilidad Eliseo Catapano. Finalmente, por una ecografía  realizada por Doris Lozada, encontraron el problema. "Era endometrosis. Me hicieron una cirugía parascópica", detalló. Los especialistas hicieron la intervención  para determinar en qué grado la enfermedad, que produce el crecimiento de tejido endiometrial fuera del útero, le afectaría para tener hijos.

 

Le dieron dos opciones: hacerle una cirugía para extraer los tejidos dañados producto del padecimiento e intentar nuevamente la gestación o iniciar un tratamiento de fertilidad asistida. "A mi edad, me dijo que estaba perfecto (en ese momento tenía 29), que tenía chances en un 90% de quedar embarazada", dijo la madre.

 

En agosto de 2011 comenzaron con el tratamiento, en la Clínica Seremas, a cargo de Santiago Brugo Olmedo. Iniciaron con un complejo de hormonas que Fernanda debía inyectarse todos los días por un mes. "Los últimos cuatro días, me inyectaba dos y los últimos dos días tres", detalló. El objetivo era lograr "estimulación ovárica" , para producir una gran cantidad de óvulos. Luego debieron viajar a Buenos Aires para que le sacaran los que los especialistas consideraron "los mejores". Fernando recuerda con gracia cómo en la clínica, llena de gente, había dos filas: una para hacerse exámenes y otra para entregar el esperma. Allí él hizo su parte del procedimiento. Al día siguiente realizaron la In Vitro.

 

Mientras se quedaban en Buenos Aires unos días, la clínica iba informando cuando embriones "prendían", es decir, cuáles óvulos lograban la inseminación. Otro par de días pasaron hasta que estuvieron listos los primeros embriones. "Cada seis horas nos informaban, chicos hay uno, luego dos y tres. Nos atendieron excelente", aseguró Fernando.

 

"Nos preguntaron cuántos embriones queríamos. 'Si quieren, les ponemos los cinco', nos dijeron", agregó el padre. "Me implantaron dos, por ser joven. Fernando quería uno, pero nos contestaron que no se podían arriesgar a que ese embrión fallará", respondió la mujer. El 22 de octubre le implantaron los embriones en su útero.

 

Tuvieron que esperar otras 48 horas antes de regresar a San Luis. "Nos dijeron que no nos hiciéramos ningún evatest, porque iba a salir negativo", afirmó el padre.  Sin embargo la curiosidad les ganó. Se hicieron exámenes de sangre, donde por averiguaciones de internet, calculaban que iban a tener dos bebés.

 

El martes 5 de junio de 2012, nacieron las niñas. Lo hicieron unas semanas antes de lo previsto y con una sorpresa adicional: eran gemelas. "Salieron del mismo embrión, ya que el otro no fecundó. Dentro de todo el tratamiento esto no tiene nada que ver", aclaró Fernando. Un último análisis de ADN comprobaría la similitud genética, pero prefirieron no hacerlo, ya agotados por todo el proceso. "Estaban sanas, eso era lo importante", dijo con seguridad.

 

Contando desde que le descubrieron la endometrosis hasta la fecundación, pasando por el tratamiento hormonal, el padre calcula que todo el proceso les llevó sólo cuatro meses. Ambos admiten que casi no lo pensaron y que tuvieron mucha suerte.

 

"Hoy lo pensamos en frío y fue muy rápido, saltando y cabeceando. Los médicos nos decían si estábamos seguros. Si había que operar, preguntábamos para cuándo. Si te ponés a pensar, la bola se hace más grande. Y una pareja es una columna y si yo me caigo, se cae ella conmigo", reflexionó.

 

"Nosotros lo hablamos pero nos fue muy bien y al primer intento. Conozco gente que han perdido la familia, económicamente se quedaron en la calle", apuntó la madre. "Si no tenés plata, te volvés loco", coincidió el marido. Cuando hicieron el tratamiento aún no se aprobaba la ley.

 

Ellos no piensan ocultarles su origen a sus hijas y hasta se lo toman con humor. "Yo le digo siempre al doctor Catapano que gracias a él soy padre, pero que le pedí una y me trajo dos", dijo entre risas Fernando.

 

Las dos niñas se sentaron junto a sus padres. Su concepción fue algo un tanto fuera de lo común, pero la familia de la que forman parte y el afecto que se demuestran no lo es.

 

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