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Evitar el sobrepastoreo ayuda en los suelos salinos

Aconsejan rotar de acuerdo a la disponibilidad de forraje y a la época del año. La provincia estudia desde hace años cómo producir más utilizando pasturas perennes.

Por redacción
| 18 de febrero de 2018
Los suelos sódicos y salinos son comunes en regiones semiáridas,

Trabajos recientes sobre suelos alcalinos demostraron que los descansos otorgados por el pastoreo rotativo permiten incrementar la cobertura total, aumentar la presencia de especies invernales anuales y permitir la recuperación de especies nativas, a la vez que se logran mejoras sensibles para combatir esta característica perjudicial en los suelos, que afecta la productividad.

 

En una región semiárida como la que está San Luis, el problema de los suelos sódicos y salinos viene en aumento, muchas veces por la falta de un manejo adecuado. Por eso este tipo de estudios son importantes para saber cómo recuperarlos. La preocupación llevó a que en octubre del año pasado, en Villa Mercedes, se desarrollara un congreso de la Red Argentina de Salinidad.

 

Varios de los procesos de la degradación de los suelos están relacionados a la química, vinculados a la vez a la degradación biológica, según publicó el sitio Todo Alfalfa. Algunos de los factores que propician la degradación química suelen ser el agotamiento de nutrientes y la acidificación del suelo que resultan como consecuencia de, entre otras causas, el agotamiento de la materia orgánica. También están los cambios físicos que llevan al suelo a disminuir su capacidad productiva como la compactación, pérdida de estructura y disminución de la porosidad.

 

Hay que hacer una diferenciación entre suelos sódicos y salinos. La sodificación se produce cuando un gran porcentaje de las sales que están saturadas en el suelo son partículas de sodio. A diferencia de la salinización, genera un efecto indirecto sobre el vegetal porque lo que afecta es al propio suelo

 

En períodos de sequía, la escasez de lluvias no permite que las sales que comienzan a subir a la superficie sean “lavadas” por el agua que cae. "Esto es lo que sucede en el noroeste de San Luis, donde las precipitaciones son inferiores a los 300 milímetros por año y las lluvias no son suficientes para lavar las sales presentes en el suelo”, ejemplificó Juan Cruz Colazo, un especialista del INTA de Villa Mercedes.

 

Por eso que estos fenómenos son más habituales en los climas áridos y semiáridos, como el que tiene la provincia. Sin embargo, en los últimos años han comenzado a expandirse con más fuerza también en regiones con climas húmedos, como el litoral. El uso de prácticas no sustentables en el manejo de los territorios y su vegetación, como “la aplicación de agua de riego con sales” o “la reducción de la cobertura vegetal”, puede inducir a que se eleven las napas freáticas con altos contenidos de sales, indicó Colazo.

 

Dado que los suelos sódicos también limitan la producción de los sistemas ganaderos, la Estación Experimental Cuenca del Salado del INTA impulsó trabajos de investigación orientados a generar información para los productores. “El Sodio (Na+) en el suelo puede presentarse en altas concentraciones desde la superficie o desde estratos más profundos. El primer caso, conocido como suelos de 'pelo de chancho' o 'barros blancos', es el más grave y problemático”, explicaron los técnicos.

 

El perjuicio que el sodio puede acarrear sobre las propiedades edáficas, analizadas desde el punto de vista de su capacidad productiva puede resumirse en dos categorías: “La toxicidad específica y la dispersión de las arcillas”.

 

Desde el punto de vista químico, “se ha comprobado que el sodio tiende a elevar los niveles de pH disminuyendo la disponibilidad de nutrientes esenciales”. Entre otros efectos negativos, los especialistas indican que esta sal “puede generar toxicidad sobre las especies implantadas e impedir el crecimiento de raíces”.

 

En San Luis el problema está más vigente que nunca. Repartidos por diferentes puntos de la geografía puntana, hay terrenos salinos, otros que son sódicos, y otros que padecen ambos males incluso en el mismo lote.

 

Algo de eso es lo que sucede en la Cuenca del Morro, la extensa región dentro del Departamento Pedernera lastimada por la aparición de nuevos cauces de agua y el castigo de la erosión hídrica y eólica. “Con el problema del río Nuevo, las aguas freáticas están ascendiendo y existe la posibilidad de que lleguen a la superficie, especialmente cuando los suelos están desnudos. Por eso cuando hay vegetación se aconseja no sacarla, porque si la sacamos, las sales tienen más libertad para subir”, recomendó Osvaldo Barbosa, docente de la UNSL y uno de los oradores en el congreso de octubre pasado.

 

Volviendo al informe del INTA, asegura que un análisis físico "provoca la dispersión de las arcillas del suelo, efecto directamente asociado a la formación de costras que impiden la emergencia de las plantas y facilitan la erosión, dado que a una menor porosidad y a una mayor resistencia de los agregados, frena el desarrollo radicular”.

 

Sin embargo, más allá de estos aspectos negativos del exceso de sodio, “el efecto más importante sobre el suelo se debe a que las arcillas dispersas son arrastradas ocupando poros y provocando su sellado, por lo tanto la conductividad hidráulica y la infiltración son severamente afectadas”.

 

La clave está en un buen pastoreo

 

Frente a este problema, los profesionales del INTA indican que “es posible mejorar estos ambientes si se incrementa la cobertura vegetal a través del manejo del pastoreo o de cualquier otra técnica”. En estos casos, la cobertura “actúa como amortiguador del agua de lluvia evitando el sellado superficial del suelo, y reduciendo la velocidad de escurrimiento mejorando la infiltración”.

 

Se ha demostrado que al disminuir la temperatura del suelo por efecto de la cobertura disminuye la tasa de evaporación de agua y, con ello, minimiza el riesgo de ascenso capilar de sales sódicas hacia la superficie.

 

El manejo de los lotes busca revertir los efectos perjudiciales que ejerce el sobrepastoreo sobre la estructura y funcionamiento del pastizal. La práctica “consiste en la rotación de sectores de pastoreo en función de la disponibilidad de forraje y momentos del año. Requiere la subdivisión de lotes en parcelas y permite aprovechar los picos de disponibilidad de forraje, disminuir la selección y aumentar los descansos. Se busca dar descansos estratégicos para permitir la reinstalación de especies perdidas y empobrecidas, y el aumento de volumen de especies enanizadas.

 

“Trabajos recientes sobre suelos alcalinos han demostrado que los descansos otorgados por el pastoreo rotativo permiten incrementar la cobertura total, aumentando la presencia de especies invernales anuales y la recuperación de especies nativas, mientras que el 'pelo de chancho' disminuye sensiblemente su presencia”, asegura el informe.

 

También San Luis estudia estrategias para recuperar terrenos afectados. Colazo sostuvo que las técnicas varían según la escala de aplicación. “A nivel de planta, el mejoramiento genético y el estudio de la fisiología vegetal permiten la obtención de ejemplares adaptados a condiciones de salinidad. En los lotes, el manejo de la cobertura vegetal es importante para disminuir la evaporación y, por lo tanto, el ascenso de las sales desde la napa freática”, explicó. Mientras que en las cuencas aconsejó la utilización de pasturas perennes y vegetación natural como "una herramienta para consumir el exceso de agua y mantener las sales por debajo de una profundidad que no afecten el crecimiento de los cultivos”.

 

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