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Llegó la hora de aprender

La segunda etapa del Plan de Fomento Productivo Rural arrancó con una charla sobre cría, sanidad y alimentación caprina que dio el veterinario Víctor Iglesias.

Por Marcelo Dettoni
| 11 de marzo de 2018
Ida y vuelta. Iglesias manejó la charla con su experiencia, pero estuvo siempre atento para que todos pudieran sacarse las dudas.

Fueron llegando de a poco a la Escuela Nº 409 “Marcelino Rodríguez”, del Bajo de Véliz, ubicada junto a la barrera que delimita el paso de autos particulares al sitio arqueológico ubicado en el Departamento Junín. A partir de allí, hay que seguir a pie y con guía si uno quiere saber más sobre esos tesoros de la humanidad. Son pobladores como tantos otros del interior de San Luis: callados, humildes, dueños de medias sonrisas, que se saludan con un beso en cada mejilla con las mujeres y aprietan fuerte la mano de los hombres. Llegan familias enteras, con niños que corretean por el patio de la escuela, y muchas mujeres, porque hay una cuestión cultural de por medio: las cabras suelen ser un asunto de “ellas”, los hombres hacen trabajos de fuerza en el campo o crían hacienda. En general, no significa que en todos los casos sea así.

 

Todos son criadores de cabras, que llegaron hasta allí para escuchar a Víctor Iglesias, un veterinario del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción que llegó hasta este extremo del noroeste puntano para hablar con ellos de sanidad, pariciones, mejoras genéticas y selección de animales. Ellos conocen de memoria su trabajo, lo aprendieron de chicos porque la cría caprina se transmite de generación en generación. Pero la evolución tecnológica trajo nuevas técnicas y ya no alcanza con las viejas costumbres que desarrollaban sus ancestros. Los números están muy finitos y hay que sacarle el máximo jugo a cada madre, a cada cabrito, a cada kilo de carne o litro de leche.

 

Para pequeños productores como ellos fue pensada la segunda parte del Plan de Fomento Productivo Rural. La primera, que tuvo lugar durante el último trimestre del año pasado, consistió en repartir los kits de ayuda, de acuerdo a la necesidad de cada uno.

 

Ahora es el momento de maximizar cada herramienta entregada por el Estado, aprender, preguntar, escuchar y aplicar los conocimientos que transmitieron los técnicos. La de Bajo de Véliz fue la primera de una serie de disertaciones que darán veterinarios, ingenieros agrónomos, especialistas en huerta y todo lo que hagan falta para capacitar a los productores.

 

“Cada charla que organizaremos fue pedida por la gente. Los pobladores eligen el tema sobre el que quieren aprender, muchas veces de acuerdo a los kits que entregamos el año pasado. Ahora estuvimos relevando parajes durante todo el verano para conocer sus inquietudes. Hay muchos que inician actividades nuevas y no saben cómo hacerlo, por eso pensamos en estas capacitaciones”, cuenta Martín Rodríguez, jefe del Programa Producción Agropecuaria y Arraigo Rural.

 

Él no viajó el día del encuentro en Bajo de Véliz, pero sí estaría en la segunda, que se hizo en San Martín para hablar sobre brucelosis. Al noreste viajaron, junto con Iglesias, Juan Manuel Celi Preti, jefe del Subprograma Producción Pecuaria; Juan Pablo Rey, titular del área de Sanidad Animal; y Miguel Rodríguez, quien conoce la zona a fondo por su función como jefe del Subprograma Arraigo Rural, por lo que se la pasa repartiendo calefones, heladeras y pantallas solares. Por eso es muy querido por los vecinos, ya que además los escucha, aconseja y acompaña en la dura tarea diaria de producir con escasos recursos.

 

La charla de Iglesias se tituló: “Nutrición, sanidad y reproducción del hato caprino” y giró sobre todas las cuestiones relacionadas con mejorar los índices de rendimiento de una actividad muy arraigada en San Luis. La mayoría tiene cabras criollas, por lo que el Gobierno siempre está atento para brindarles la posibilidad de mejorar la genética a través de reposiciones contempladas en el Plan Caprino para reemplazar los animales que dan positivo a alguna de las enfermedades típicas como brucelosis o toxoplasmosis. Pero si la majada está sana, igual tratan de arrimar sangre nueva de alguna manera.

 

Iglesias sabe que lidia con gente silenciosa, tímida, difícil de entusiasmar. Entonces propone de entrada que la charla sea de ida y vuelta, que pregunten lo que quieran, que se saquen todas las dudas, que lo interrumpan las veces que haga falta. “El costo más alto que pagan todos ustedes es el desconocimiento”, los desafía, para meterse de lleno en los problemas de mortandad que afrontan, en las nuevas vacunas y en los secretos del buen manejo para evitar abortos y malformaciones.

 

“Necesitan adoptar tecnologías de procesos, que tienen bajo costo y alto impacto”, les dice, con palabras que todavía son difíciles de descifrar para la gente de campo, pero si algo tiene este veterinario es un lenguaje llano, simple y directo que enseguida pondrá en práctica. Y fue directo de entrada: “Una cabra no es una vaca chica ni una oveja sin lana. Se traslada distinto a estos animales, no se intoxica por comer porque es desconfiada y selectiva, transforma arbustos, pastizales y fibras en productos de alta calidad”, definió.

 

Para Iglesias hay un período clave que denomina periparto, que va desde los 50 días antes del parto hasta los 10 días posteriores. “Allí es vital el manejo, porque es un animalito que suele parir en invierno, con mucho frío en zonas como ésta. Se pierde mucho si no tomamos precauciones. Hay que bajar esas pérdidas y mejorar los índices de preñez, fertilidad, prolificidad y destete. Todo esto se traduce fácil: hay que perder menos cabritos y mejorar la cantidad de madres que quedan preñadas”, dijo.

 

“Las cabras no necesitan mucha sanidad, si están bien comidas se enferman menos”, aseguró, una frase que iba a repetir muchas veces, apuntando a la importancia de tener buen forraje y saberlo repartir. También fue directo contra una costumbre muy arraigada, la de mantener a los chivatos en la majada mucho tiempo. “Dejarlo más de tres años está mal, porque se mezcla la sangre, empieza a preñar a sus hijas, así retrocedemos en genética. En cambio con reproductores nuevos, el choque de sangre se nota enseguida, tanto en el tamaño como en la reproducción”.

 

Entre las etapas del periparto destacó el calostrado y la lactancia, cuyo éxito dependerá del manejo del recién nacido. “Un parto normal nos dará un cabrito sano. La principal causa de mortandad es la falta de comida y condición corporal de la madre, eso produce abortos y partos distócicos (con problemas), también retención de placenta. El organismo expulsará el feto por una cuestión natural, para que no muera la madre”, explicó con imágenes, algunas impactantes, sobre este tipo de dificultades.

 

 

Llamó la atención la cantidad de mujeres que participaron de la jornada. Es lógico, la cría caprina es asunto femenino y de los jóvenes en muchas regiones de San Luis.

 

 

Sobre los índices físicos, recalcó que influyen en los índices de fertilidad, prolificidad y destete, a lo que tradujo sencillamente en “la venta” tan necesaria en estas economías familiares de subsistencia. “Si estamos dando muchos remedios, algo anda mal”, advirtió, y les dio una pequeña noción de biología: “Tengan en cuenta que la cabra adulta tiene más desarrollado el rumen, pero en el cabrito manda el cuajo, que es el que corta la leche”.

 

En cuestiones relacionadas con la alimentación, aconsejó que pastoreen plantas chicas en lo posible y dio un ejemplo práctico: “Cuando la planta se pone alta, es como un edificio que fortifica su estructura con cemento para sostenerse. En la planta eso es lignina, muy difícil de digerir”. Les recordó también que la proteína es buena para los músculos y las pezuñas, que el maíz otorga la energía clave para andar (“es la nafta”) y que la fibra, sumada a las otras dos, sirve para una buena preñez. “Los suplementos vitamínicos y minerales son la reserva energética de la cabra para gestar, para la lactancia y para producir carne. Ellas comen y guardan la grasa para los momentos difíciles, que siempre se presentan en el invierno”, agregó.

 

También les pidió que tomen precauciones sobre el momento de servirlas, porque “crecen hasta los dos años, entonces hay que preñarlas de dos dientes y con un peso de al menos 24 kilos”.

 

En ese momento se permitió un chiste que fue muy festejado: “Pasa como con las mujeres, ¿vieron que siempre aconsejan mirar a la suegra para saber cómo va a desarrollarse la esposa? Bueno, con las cabras pasa igual, hay que mirar a las madres, ver si fue fértil, si dio buena leche, si tuvo habilidad materna para cuidar a sus crías…”. Y puso énfasis en las reservas de agua: “Toman ¾ litro por kilo aproximadamente, el 10% de lo que pesan. Salvo cuando hace mucho calor o están produciendo leche, ahí pueden llegar a beber más”.

 

Después les tomó un pequeño examen. “¿Cuánto comen las cabras?”. El silencio y las miradas tímidas lo obligaron a contestar él mismo. “El 3% de materia seca de lo que pesan, que son entre 7 y 8 kilos de volumen, porque las plantas tienen humedad. Si están produciendo leche ese porcentaje sube a un 5%”.

 

En cuanto a condición corporal, que no es otra cosa que el estado general, les aconsejó “tocar los huesos, palpar las costillas cortas y las vértebras. Ahí tenemos una diferencia con la vaca, a la que basta con mirar para enterarnos. Calificamos de 1 la más pobre a 5 la más gorda, pero no sirven los extremos, entre 2, 5 y 3 está muy bien. Producir grasa es más caro que producir músculo”. Y enseguida mostró fotos de Campo Altuna, El Hornito y Leandro Alem para catalogar diversos estados corporales para dejar otro mensaje llano y concreto: “Estacionen los servicios y las pariciones, elijan la mejor época, cuando tienen más forraje”.

 

Con la gestación caprina fijada en cinco meses, optó por dividir el período en dos partes: los primeros 100 días y los últimos 50. “En la etapa inicial, la condición corporal debe ser buena porque facilita la implantación del embrión, allí los fetos desarrollan el 30% del peso final, más o menos un kilo. En los otros 50 días está el período crítico, porque mete el doble de peso (dos kilos) en la mitad del tiempo, la madre desarrolla la glándula mamaria, que permitirá un buen calostro, y el cabrito el 50% de su capacidad ruminal, por lo que deben suplementar, la cabra después me va a devolver ese gasto”, pidió.

 

Según Iglesias, la cabra tiene en general facilidad para parir, no tarda más de dos o tres horas entre las primeras contracciones y la expulsión del feto. “Deben largar rápido la placenta, en  un plazo no mayor a las seis horas”, advirtió, mientras que dejó algunos síntomas para saber que el parto está cerca: “Los cuernos se ponen calientes, se llenan las ubres, comienzan a caminar con dificultad”. Cuando llega este momento, dijo que es mejor dejarlas en el corral y sobre todo “no meter mano sin guantes”. “Si va a parir, no hay que tocarla. Al cabrito tampoco, porque si no después puede llegar a rechazarlo la madre. Cuando nace ella lo va a lamer y ahí fortifican el vínculo”. También le dio mucha importancia al calostro, al que definió como “una vacuna y una purga para el meconio, porque tiene sulfato de magnesio”.

 

 

Es importante para los criadores no desprenderse de sus mejores ejemplares, porque si no nunca van a poder estabilizar la genética y mejorar la producción.

 

 

 Si el parto viene problemático, ya hay que tener en cuenta otras cuestiones, que el veterinario optó por mostrar de manera práctica. Enseñó cómo "tirar" para que pase la paleta del cabrito, pidió quitarle rápidamente las membranas de boca y nariz, dale un tironcito a la lengua, tirar de las patas cabeza abajo, frotar las costillas y ponerles un antiséptico (nombró al Pervinox) para evitar infecciones.

 

Sobre la infraestructura básica de los corrales, dijo que es recomendable armar paredes para frenar los vientos predominantes en cada zona. “La cabra soporta el calor y el frío seco, pero sufre mucho el frío húmedo”, acotó Iglesias, quien agregó que “hay que separar los cabritos de las cabrillonas con un buen alambre”.

 

Ya metido en las enfermedades caprinas más comunes, dio consejos sobre la detección de la anemia a través del estudio de los ojos (“si están rojos todo bien, si están blancos hay que desparasitar, pero ojo que no son todos los remedios iguales, los cabritos y las cabras viejas tienen más defensas”); pidió tener cuidado con la hidatidosis que transmiten los perros (“no hay que darles vísceras crudas y desparasitar los que conviven con la majada”); más algunos consejos generales como no dejarlos entrar a las huertas para que no contaminen los alimentos con sus heces y que los niños se laven las manos luego de jugar con ellos.

 

A la hora de hacer una selección de la majada, vital para evitar enfermedades hereditarias, les pidió que siempre se queden “con los que tienen cuernos”, además de poner atención “a los dientes, los pezones duplicados y los testículos. Luego de repetir la necesidad de cambiar los chivatos cada tres años y tener cuidado con la descendencia por la cruza con vecinos, aconsejó que los nuevos ejemplares no los compren demasiado lejos porque “las cabras extrañan mucho su lugar, les cuesta adaptarse a uno nuevo. Hay que traerlos de 6 meses, no más grandes y "hacerlos" a la majada”.

 

Y finalmente, antes de los aplausos y de arrimarse todos a la parrilla para degustar unos exquisitos choripanes, les dejó un último pedido: “No vendan a sus mejores cabras, guárdenlas como un tesoro, que el trabajo esforzado que hicieron no se lo lleve alguien de afuera por dos pesos”. Y entonces sí, su misión estaba cumplida. La cara de Iglesias lo decía todo: él disfruta de estos encuentros que siempre le dejan la satisfacción del deber cumplido.

 

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