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“Cuando nos paramos frente a una obra de arte, todos somos iguales”

Milo Lockett asegura que el arte debe estar universalizado y no tiene que ser tomado como una cuestión de elite. En esos conceptos se apoya para crear su obra, que hoy vemos plasmada en infinidad de murales y objetos. Una charla con un artista nato, que se autodefine como un trabajador incansable.

Por Florencia Espinosa
| 19 de marzo de 2018
Fotos: Alejandro Lorda

Dueño de un estilo propio bien marcado, el chaqueño Milo Lockett supo conquistar al público de toda la Argentina. Pero no fue sólo por su talento, ni por sus incontables obras, ni por la belleza de cada pieza; el artista supo volcar el arte en la vida cotidiana. Un mural, un mate, un cuaderno, un cuadro; sus dibujos no son meros espectadores desde una pared, sino que cobran vida y acompañan en el día a día. Su pasión surgió durante la escuela primaria en los talleres de dibujo que tomaba a la siesta, aunque la manifestó muchos años después, cuando en el año 2002 y en medio de una profunda crisis económica que invadía al país, cerró su fábrica textil y tomó la decisión de pintar, algo que le “cambió la vida”.

 

Explicó que no eligió quedarse sólo con “triunfar” en Buenos Aires, sino que recorre el país con diferentes proyectos. En San Luis trabaja en el armado de un compilado con los datos y fotos de los artistas locales, para llevarlo a una plataforma web y que el público pueda conocerlos.

 

—¿Por qué es importante que la gente conozca a los artistas y los visualice?

 

—En el caso de San Luis, porque están construyendo identidad, está bueno saber quiénes son los artistas de tu lugar, tu geografía. Muchas veces los que somos del interior pensamos que todo sucede en Buenos Aires y acá también pueden pasar cosas, acá también se pueden hacer proyectos culturales, y se necesitan, porque hacen de contención a una sociedad y una comunidad. Es importante que te reconozcan en tu geografía para poder salir al mundo. Está bueno hacer una base y salir de acá con una estructura fuerte, con una identidad armada.

 

—¿Cómo fue ese proceso en vos?

 

—Es difícil, la construcción de la carrera de un artista no es simple, tiene muchas puntas. En mi caso fui persistente y entré en un momento en que había lugares para ocupar y el hecho de recorrer la Argentina, ir a lugares donde la gente no quiere ir y hacer cosas que muchos artistas no quieren hacer me fue dando mi lugar.

 


 

—¿A qué te referís con eso?

 

—Y que muchas veces los artistas sólo quieren ir a Buenos Aires, es como el principal objetivo; yo estoy en San Luis trabajando, por ejemplo. Pero me parece que cuando vos recorrés la Argentina, como en mi caso, visitás lugares, sos convocante y ayudás a armar un proyecto, es lógico que eso tenga una repercusión y reconocimiento. Pero lo importante es tener una obra y decir la verdad. Trabajar mucho, por ahí la gente piensa que el artista no trabaja, pero sí lo hace, y no está bien remunerado. Somos pocos los que podemos vivir del arte, aprendí a decirlo, y lo digo con mucha humildad, porque es difícil, no es fácil. No hay nada que te garantice que a la gente le vaya a gustar tu trabajo, esa empatía se produce o no se produce.

 

—¿Qué sentís cuando vas por la calle y ves una obra tuya en un mural o en diferentes artículos?

 

—Hoy me pasó que encontré un cartel gigante con un logo mío y me da orgullo. Me gusta. Aparte me gusta mucho el arte público, está bueno porque a la gente le cuesta mucho entrar a un museo o galería, la gente está a trasmano de los horarios y no tiene mucha posibilidad de ir. Está bueno que haya parques y lugares públicos con arte. Propusimos hacer un parque con esculturas de artistas puntanos, tenemos que valorar lo que hay en la provincia para que después ellos puedan salir afuera y hacer valer su trabajo.

 

—¿Creés que hubo un crecimiento del arte en el país?

 

—Es contradictorio lo que voy a decir, en el mundo entero hay un crecimiento del arte porque hay necesidad de arte, hoy no se considera ningún objeto que no tenga arte aplicado, es muy difícil encontrar un objeto de nuestra vida, de nuestra casa que no tenga arte y diseño. En ese sentido creció. Después, en el mundo entero las políticas culturales se dieron cuenta de que los museos estaban vacíos en los ‘80, hoy hacen cola en todos los del mundo. La gente tiene necesidad de ir al visitarlos. La noche de los museos (una noche especial en Buenos Aires y Córdoba donde permanecen abiertos toda la noche y tiene entrada gratuita) nos demostró que la gente quiere ir pero muchas veces no va porque no tiene tiempo o no puede pagar la entrada. Convocó casi un millón de personas. En Argentina todavía nos falta entender que el arte no es una cuestión de elite, tiene que ser para todos y eso no es llevarlo a algo populista. Es un derecho que tenemos todos, cuando nos paramos frente a una obra de arte todos somos iguales; lo único que cambia es lo que siento, puede gustarme o no, puede emocionarme o no, uno puede llorar y otro puede reír, trabajan las emociones, pero no hay otra cosa que nos separe. Es ilógico que se piense en la actualidad que el arte es cuestión de elite.

 

 

Milo llegó lejos con su arte gracias a que apostó a plasmarlo en infinidad de objetos: mates, cuadernos, sábanas y otros tantos artículos del hogar. 

 

—¿Cómo sos de comportarte en base a la crítica?

 

—Yo soy muy calmo con eso, trato de ser muy moderado, no me subo al personaje, trato de bajarlo siempre. Porque me parece que la gente te idealiza y te pone en un lugar que puede confundirte. Me gusta que sea sencillo, simple, tangible, palpable. Soy una persona común y trato de llevarlo a ese campo, este es mi trabajo. Me gusta mucho el reconocimiento porque es un estímulo para seguir trabajando, mentiría si digo que no. No lo tomo como más que eso.

 

—¿Cómo hacés para inspirarte?

 

—No creo en la inspiración, me cuesta mucho, creo en el trabajo. Aparte, si bien respeto que hay artistas que se inspiren, a mí no me sucede. Yo trabajo mucho. A veces tengo una idea y por ahí sale otra, y así. Me gusta trabajar con la pintura, me siento un trabajador, y cada tanto aparece una obra, no es que todo lo que hacés es obra. Un artista tiene que trabajar mucho para encontrar su lenguaje. No seguir las modas sino la intuición, lo que yo quiero mostrar, cómo veo el mundo.

 

—Vos lo encontraste, porque marcaste un estilo…

 

—Yo lo tomo con mucha tranquilidad. Trato que las cosas sean más calmas y simples. Vivimos en un mundo muy complejo, la tecnología avanza muy rápido. La suerte de tener este trabajo que puedo hacer con las manos, no quiero innovar con tecnología. Me gusta sentir la pintura, me gusta ensuciarme.

 

—¿Qué te llevás del tiempo recorrido en San Luis?

 

—Es una provincia que tiene muchas ganas de cultura. Ahora hay que unir puntas, es una provincia con mucho para dar, mucho para hacer, con muy buenos artistas. Está bueno armar proyectos con ellos. Hay mucho para mostrar. Los puntanos me reciben muy bien. Soy un afortunado, la gente siempre me abre las puertas, y yo lo hago con mucho respeto, no vengo a decirle cómo tienen que hacer las cosas, sino que vengo a sumarme a un proyecto. Me involucro y doy todo. Sumo mi conocimiento y experiencia para ver de qué manera puedo ayudarlos, pero también vengo a aprender

 

 

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