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Eber Garro: el todoterreno

Con 20 años se puso la "3" de Juventud ante Gimnasia de Mendoza y fue la figura de la tarde.

Por Daniel Valdés
| 21 de marzo de 2018
Marcó y se proyectó. Lindo duelo. Eber le tapó todos los caminos a Neri Espinosa y además fue salida por su lateral. Completo. Foto: Martín Gómez.

Más tranquilo. Relajado en su casa. Con el calor de la familia. Eber Garro, cuenta una y mil veces, el partido que Juventud le ganó a Gimnasia y depositó al elenco puntano a cuatro partidos del ascenso y que lo tuvo como figura. Con 20 años, el central, que jugó de lateral, fue el punto más alto del "Auriazul". Está en tercer año de contador público. Papá Juan Carlos y mamá Alodia son sus principales fans. Yoel su hermano también sufre en cada partido. Tiene un hermano del corazón: Gabriel. Vive en el Eva Perón. Y aunque nadie de la familia jugó profesionalmente, dice que son muy futboleros.

 

 

—¿Cuánto hace que estás en Juventud?

 

—Llegué en el 2012 cuando tenía 15 años. Me inicié en Unión San Luis, después pasé por la CAI San Luis. Estuve seis meses en Independiente Rivadavia de Mendoza hasta que recalé en Juventud con edad de Sub 15. Me acuerdo que el técnico era Gerardo Quiroga.

 

 

—¿Cuál es tu posición habitual?

 

—Soy marcador central, pero hace un tiempo que me pusieron de lateral. La semana pasada Pedro (Dechat) me necesitó de "4" y el domingo tuve que hacerlo de "3" porque Manuel (Morello) estaba suspendido. Por suerte pude andar bien. En Río Cuarto perdimos, pero el domingo ganamos y pudimos clasificar al Pentagonal.

 

 

—¿Te costó adaptarte a tu nueva función en la cancha?

 

—No. Además las ganas de jugar te llevan a adaptarte rápido. Con el tiempo le agarré el gustito. Además me gusta ir para adelante, y de lateral te lo permite más que de central. Antes era para ir a buscar de cabeza. Mido 1,81 así que me animo ir al área rival.

 

 

—¿Tenés algún referente en el puesto?

 

—Sí, dos. De lateral me gusta mucho Bustos, de Independiente. Y de central Pezzella, que jugó en River. Soy de fijarme mucho. Trato de aprender día a día. Siempre hay cosas para imitar.

 

 

—¿Tus mayores virtudes?

 

—La velocidad. El despliegue. Soy un jugador que tiene mucha entrega. Me gusta marcar, y cuando puedo y la situación del juego lo amerita, me encanta proyectarme para ayudar de mitad de campo hacia adelante.

 

 

—¿Cómo te enteraste y qué sentiste cuándo el DT te comunicó que ibas a ser titular?

 

—Fue medio sobre la hora. Y cuando me enteré sentí una felicidad enorme. Sabía que tenía una enorme responsabilidad, pero me sentía capacitado para afrontarla. Sentí el apoyo de mis compañeros, que siempre estuvieron al lado mío aconsejándome.

 

 

—¿Las expectativas para lo que viene?

 

—Las mejores. Tenemos plantel para dar pelea. No va a ser fácil, pero confío en el potencial y en las ganas de este grupo.

 

—¿Cómo dividís el tiempo entre el fútbol y el estudio?

 

—Por suerte me dan los horarios para hacer las dos cosas. Me gusta la rutina que hago. Por la mañana entreno y por la tarde estudio. Me queda la noche para preparar algún parcial, o si no tengo que rendir aprovecho para estar con la familia y amigos.

 

 

—¿Tenés experiencia en torneos de AFA?

 

—Sí, hace un año jugué un Federal C para CAI San Luis. Teníamos un buen equipo, pero no pudimos ascender.

 

 

—Formaste parte del Juventud bicampeón de la Liga local. ¿Soñás con otro título?

 

—Sí. Sería hermoso coronar el año con un título, que además te da un ascenso para el Nacional B.

 

 

—¿Cuánto tiene que ver la familia en todo esto?

 

—Todo. Sin ellos sería imposible. Mi viejo trabaja duro. Se levanta temprano para ir a la fábrica y también corta el pelo. Mi mamá es ama de casa. Siempre están pendientes que no nos falte nada.

 

 

—¿Soñas con vivir del fútbol?

 

—Todos los días lo sueño. Ojalá se pueda dar. Sería un gran regalo para mi familia. También anhelo recibirme. Que el esfuerzo de mis padres se vea coronado con eso.

 

 

—¿Tenés cábalas?

 

—No. Mi mamá tiene. Más que cábalas es muy creyente. Cree mucho en Dios.

 

 

Se emociona cuando habla de la familia. Es el típico pibe de barrio. Bonachón. Familiero. Cuando entra a la cancha se transforma y va a cada pelota como si fuera la última. El domingo lo sufrió el experimentado Neri Espinosa. No sólo lo anuló, sino que se proyectó, y de una excursión suya vino el penal que sirvió para empatar el partido. Después Juventud lo ganó 2-1.

 

Cuando Juventud entró a la cancha, los plateístas se preguntaban quién era el "3". Y cuando terminó el partido, esos mismos plateístas quedaron con sus manos rojas de tanto aplaudir al pibe, que sueña con ser contador público y jugador profesional, no sólo por él, también para los viejos que son su espejo.

 

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