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Violaba a su hija desde que tenía 8 años: está detenido

No quiso declarar en la indagatoria, el martes. La víctima, de 15 años, dijo que, además, era maltratada por su mamá. Al acusado lo ubicaron el lunes en un campo de Alto Pelado, donde trabajaba como jornalero.

Por redacción
| 22 de marzo de 2018
Pericia importante. La víctima declaró en la Cámara Gesell de Tribunales, en agosto del año pasado.

Era muy chiquita cuando su papá comenzó a acercarse de modo acechante, le dijo P. a la psicóloga del Poder Judicial que la entrevistó en agosto del año pasado para hablar de los abusos que había vivido. Tan pequeña era que no recordaba con exactitud si tenía 8 años o menos cuando la violó por primera vez. Pero sí sabía que, a esa edad, “no podía hacerle fuerza” a su padre, para impedir que la sometiera a cualquier hora del día, en la cama o en el baño de su casa en Fraga, o en descampados, cuando él la retiraba de la escuela. “Sentí un dolor fuertísimo… Me toqué así, acá, en la entrepierna y tenía sangre, mucha sangre”, contó la ahora adolescente al evocar el ataque inicial, que desgarró su niñez y abrió las puertas a un tormento que se extendió hasta el año pasado, cuando su abuela materna hizo la denuncia. Hace tres días, el acusado fue detenido en la localidad de Alto Pelado.

 

Él tiene 39 años y es de Entre Ríos, informó una fuente de la División Inteligencia Criminal de la Policía de San Luis, a la que la jueza Penal 3, Virginia Palacios, encomendó la misión de ubicar y aprehender al sospechoso. “En realidad, el lunes pasado hicimos tareas de vigilancia desde temprano en Fraga, que es donde él vivía con su mujer, es decir, la mamá de la damnificada, y con el otro hijo que tienen, que es menor que la chica. Pero surgió el dato de que estaba en un campo de Alto Pelado, trabajando. Es jornalero. Fuimos allá, observamos, esperamos y cuando salió para buscar comida, como a las 17:30, lo detuvimos”, resumió la fuente policial.

 

La identidad del detenido no será publicada por este medio, ya que la víctima, que actualmente tiene 15 años, es su hija biológica y lleva su apellido. Dar su nombre implicaría identificarla en forma indirecta, y, con esa exposición, revictimizarla.

 

“Está imputado por el delito de ‘Abuso sexual con acceso carnal, agravado por el vínculo y por el aprovechamiento de la convivencia preexistente”, precisó la jueza Palacios, quien agregó que el martes el acusado se abstuvo de dar una declaración indagatoria y su defensor oficial Penal, Carlos Salazar, pidió una prórroga de la detención de ocho días, para pedir pruebas que lo dejen mejor parado. 

 

 

La trataba de prostituta

 

La adolescente dejó definitivamente la casa en la que vivía con el acusado, su mamá y su hermanito en junio del año pasado, cuando, por disposición judicial, quedó al cuidado de su abuela materna. Eso sucedió después de que la chica tuviera una crisis en el Centro Educativo Nº 22 de Fraga, producto de todo lo que soportaba en su hogar. 

 

Según relató la abuela en su denuncia, su hija, es decir, la madre de la jovencita, se enojó con ella porque le había prestado una notebook a un profesor. La trató de prostituta y la corrió de la casa. A su mamá, dijo la muchacha, no le importó que se hiciera de noche y que no regresara. “No le interesaba saber dónde estaba. Hace tiempo que me trata mal. Ese día me hizo bañar con agua helada”, narró la menor. 

 

Una tía que le vio a la adolescente una marca en la mejilla decidió hablar con una preceptora de la escuela, y ésta, a su vez, se contactó con una asistente social, para que ayudara a resolver el problema familiar. La madre se comprometió ante esa profesional a no maltratarla más, y, junto a su marido, la convenció de que lo mejor era que la chica volviera a la casa. 

 

“Ese mismo domingo, cuando se fue la asistente social, comenzó a maltratarla de nuevo. (Le dijo) prostituta, puta, zorra. Desde chiquita la maltrata. Por eso yo creo que ella sabía de los abusos”, refirió la abuela materna, tendiendo sospechas sobre su propia hija. 

 

Al otro día, a pesar de haber pasado toda la noche en vela, llorando, la jovencita fue a la escuela. Tan mal la vio la preceptora que llamó a la asistente social y ésta se comunicó con la abuela. Se encontraron camino a la subcomisaría, donde la familiar hizo la denuncia por las agresiones a su nieta. 

 

Diez días después, la menor fue al Juzgado de Familia y Menores 1 de San Luis, por esa causa. Comenzó hablando de los agravios de su madre y terminó revelando que era violada desde pequeña por su padre. Explicó que nunca contó nada por miedo a que no le creyeran, por temor a que su mamá dijera que era una mentirosa. 

 

Al principio, recordó, su papá planteaba todo como un juego. Ella estaba con sus muñecas y él se acercaba y le decía que llevara los chiches a la cama. Le decía “sacate la ropa que tenés, que hace calor”, y empezaba a tocarle las mejillas y de ahí descendía al cuello y el abdomen y terminaba en las partes íntimas. 

 

Sin importarle que fuera su propia hija y una niña le hablaba como si fuera una mujer, haciéndole invitaciones sexuales o preguntándole qué quería que le hiciera. Con el tiempo, fue desplazando los ofrecimientos de comprarle una muñeca o ropita para los juguetes si se dejaba tocar y callaba. Cambió esos engaños y manipulaciones por el uso de la fuerza y las amenazas. “Te va a doler. No grites, o te voy a tapar la boca”, le decía, aseguró la chica. 

 

 

Doble desamparo

 

“Es oportuno señalar que especialistas en la temática consideran que cuando un niño o adolescente devela una situación de abuso y recibe como respuesta una actitud de descreimiento o rechazo de parte de quien ejerce el rol materno, la consecuencia a nivel emocional es una doble vivencia de desamparo y desprotección, y el efecto traumático es potencialmente más grave o profundo”, indicó Silvina Fernández Grimberg, la psicóloga que entrevistó a la chica en la Cámara Gesell del Poder Judicial, en una ampliación de su informe.

 

La profesional consignó que del relato de la menor “se desprenden indicadores positivos de vivencias compatibles con abuso sexual”. 

 

De lo que la adolescente narró en esa oportunidad surge otra fuerte razón por la que nada dijo hasta el año pasado: las amenazas de su padre la tenían amordazada. “Me decía que si yo hablaba, me iba a correr de la casa, que me iba a matar (…), que no tenía que decirle a nadie porque era un secreto entre los dos”, manifestó. 

 

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