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"Es muy dificil reconocer que sos víctima de violencia"

Por redacción
| 07 de marzo de 2018
Foto: Nicolás Varvara. Video: Marina Balbo.

Con la ayuda de profesionales y la contención de familia y amigos, Susana Quiroga apuesta a rearmar su vida. Su ex pareja, el policía José Jiménez, intentó matarla en Quines.

 

Susana Quiroga sabe, como todos, de las virtudes del agua, elemento vital. Esas probadas propiedades se hacen añicos para ella cuando recuerda que su vida casi se va en un canal de Quines, el primer día de este año. Aquel lunes, el agua tenía el frío, la turbidez y el olor de la muerte, el destino que su ex pareja, el policía José Jiménez planeó para ella, porque no quería seguir de novia con él. Susana sabe de la nobleza del agua. Tanto como sabe que Jiménez está encerrado en el Penal desde el lunes 15 de enero, otro dato fáctico. Pero eso no evita que aún hoy la angustia la agobie ante un acto tan sencillo y cotidiano como abrir la ducha para que el agua corra y poder bañarse. “Si no hay alguien en mi casa, no lo hago”, le confió a El Diario Susana, una docente de 44 años, mamá de dos varones. Esa es una, sólo una, de las secuelas que la violencia de género ha dejado en ella. "Es difícil reconocer que sos víctima", aseguró.

 

Antes de que 2017 cerrara, Susana habló con Jiménez, para decirle que no quería continuar la relación, que se extendió por un año y medio, aproximadamente. La razón: sus palabras de subestimación y sus gestos de control, que la habían llevado progresivamente a alejarse de familiares y amigos. Quizás lo que la hizo tomar la decisión fue la pretensión del hombre de que les restara tiempo y dedicación a sus hijos, que tienen 14 y 21 años, para estar más con él. No estaba dispuesta a hacerlo, y entendió que terminar era lo mejor.

 

Aunque lo habían hablado, Jiménez apareció en Año Nuevo en la casa paterna de ella. Llegó, en apariencia, con la buena intención de saludar y compartir un rato con ellos. Surgió la propuesta de ir a bailar a “El Úniko”, el boliche del pueblo, y allí pasaron la madrugada Jiménez, Susana, su hermano y la esposa de éste.

 

En la disco, no hubo sobresaltos. El problema se dio después de dejar al hermano de Susana y a su señora en su domicilio. Fue en la cabaña que Jiménez alquilaba. Él, según contó Susana, pretendía que ella se quedara a dormir, sin asimilar que no quería seguir con él. La negativa de ella tuvo respuesta: Jiménez le dio puñetazos en distintas partes del cuerpo, fundamentalmente en la cabeza.

 

Susana logró salir de la cabaña. Él la siguió, continuó golpeándola, intentó estrangularla y consiguió tirarla a un profundo y ancho canal que pasa por el frente. Le sumergió la cabeza en el agua, para ahogarla, y, cuando vio que ya le quedaban pocas energías, dejó que la corriente la llevara.

 

Para la jueza Penal Virginia Palacios, que procesó al policía, las acciones que desplegó contra la mujer, que no sabe nadar y que es fóbica al agua, tuvo un claro designio: matarla. Hoy, aunque le ha llevado tiempo creerlo y admitirlo, Susana coincide con la magistrado. No tiene dudas de que Jiménez quiso acabar con su vida.

 

“Sigo sin poder creer muchas cosas, sin asimilar que las haya hecho él. Pero pasó. Las hizo. En un primer momento no pensaba hacer denuncia. No había dimensionado nada, no captaba la gravedad del hecho. Simplemente quería salir de la relación y que él siguiera con su vida, y yo con la mía”, explicó.

 

Terminó internada en el Hospital de Quines sin haber podido verse en el espejo. Quizás no hizo falta. Las palabras de sus allegados y hasta de la policía que la entrevistó en el centro de salud funcionaron como reflejo y le mostraron cómo estaba.

 

El diálogo con la agente la hizo pensar en la posibilidad de que el hombre, que en ese momento estaba libre, quisiera terminar lo que había empezado. Le aconsejó tranquilizarse y repensar la decisión de no hacer ninguna presentación. Finalmente lo denunció. Y con gran esfuerzo, en una silla de ruedas, cuando aún no estaba dada de alta, viajó a San Luis, para ratificar la denuncia e instar la acción penal contra Jiménez. “Si no, quedaba sólo en una denuncia simple, como guardada”, dijo.

 

“Ahora estoy bien, con mucha contención por parte del equipo del Hospital de Quines, las psicólogas Flavia Pereyra y Natalia Marcovich y la trabajadora social Laura Di Marco. Laura es quien me acompañó a ratificar la denuncia en el Juzgado Penal 3. Aunque sé que está preso, el temor no se va del todo. Pero con la ayuda de ellas y de las demás personas que me rodean iré superando de poco el miedo”, confió.

 

Recién la semana pasada, según contó, comenzó a salir un poco más a la calle. Empezó Pilates y anhela algún día tener la seguridad suficiente como para volver a salir a caminar o andar en bicicleta, como solía hacer. Secuelas físicas no tiene, aunque aún continúa con los controles.

 

Además de rearmarse física y psicológicamente, Susana está recomponiendo lazos con aquellos familiares y amigos de los que se distanció mientras estuvo con el acusado. “Son un pilar importante. Me aislé para evitarles problemas a ellos, para que Jiménez no les dijera nada”, refirió. Cuando tomó la determinación de denunciarlo, también fue pensando en ellos. “Fue una forma de proteger a mi familia, porque ellos me dijeron ‘si vos no denunciás, algo le vamos a hacer nosotros’. Y no quería que se vieran perjudicados por mi culpa, ni que hicieran algo por fuera de las leyes. Mi consejo para las mujeres que pasan por esto es que hablen con alguien, que pidan ayuda, y seguir la vía legal. Es lento. Duele reconocer lo que haya pasado, pero de a poquito se sale”, alentó.

 

En su proceso, ha sido de gran ayuda el haber retomado el trabajo. “Lo hago bajo la negativa de mi psicóloga, que dice que todavía no estoy en condiciones. Pero tampoco me ayuda estar en mi casa, encerrada y pensar y pensar cosas”, indicó. Justamente, ayer, El Diario la entrevistó en San Francisco del Monte de Oro, en donde tenía dos actividades: su tarea en una Escuela Pública Digital y turno con la psiquiatra que la asiste, entre otros aspectos, por los trastornos de sueño que ha padecido tras el hecho. 

 

Ahora, a la luz de las sesiones de terapia, se da cuenta de que si bien Jiménez no había manifestado antes su violencia con palizas, sí la expresaba de otras formas. Por ejemplo, con gestos de control, impropios de un vínculo sano. “Me revisaba el teléfono, las redes sociales, todo. No tenía privacidad. Todo contacto que tuviera con el mundo exterior él lo tenía que saber y tenía que estar al lado mío para saber qué escribía y con quién me escribía. En ese momento mi actitud fue permitirle revisar todo lo que quisiera… Si eso le daba tranquilidad… Pero no tiene que ser así. Es tu pareja, pero no es todo tu contacto con el mundo exterior. Tiene que confiar”, aseguró.

 

¿Qué sentís hoy por Jiménez, qué te despierta el recuerdo de él?, le preguntó la periodista. “Trato de no pensar mucho en él. Me siguen doliendo muchas cosas, por el hecho de que él tiene sus hijos. Una de las razones por las que no quería hacer nada era evitar el dolor a sus hijos, porque yo también tengo hijos. Y sé que debe ser doloroso (para ellos) que esté en esta situación. Pero son las consecuencias que se pagan por estos hechos”, dijo.

 

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