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Tras un calvario de cinco años, superó la "enfermedad suicida"

Por redacción
| 20 de abril de 2018
Bendito entre todas las mujeres. Elmer, rodeado de las trabajadoras sociales del policlínico. Foto: Juan Andrés Galli.

Los dolores en un nervio de la cara eran tan intensos que no podía comer ni hablar. Hoy vuelve a sonreír. Elmer Zabala fue operado de una neuralgia en el trigémino.

 

Elmer Zabala se mueve por policlínico regional "Juan Domingo Perón" como quien pasea por su casa. Saluda amable y simpático. Lleva una camisa a cuadros y zapatos bien lustrados. Su delgadez y la cruz que le cuelga sobre el pecho tal vez sean los únicos signos visibles que recuerden el calvario que le tocó vivir durante cinco años a causa de una neuralgia de trigémino, una enfermedad que le produjo dolores tan extremos que a veces no podía comer ni hablar. Este lunes le llegó la redención: el Gobierno de la Provincia le costeó una cirugía láser en Córdoba que le dio una nueva oportunidad para sonreír.

 

Al hombre de 55 años que nació en el pequeño paraje "Los Corralitos" y se trasladó definitivamente a Villa Mercedes hace 27, el destino lo marcó con una patología que afecta a una persona de cada veinte mil. El médico Roberto Schwartz explicó que el trigémino es un nervio sensitivo de la cara que se ramifica hacia la zona oftálmica, la maxilar y la mandibular. Por eso, el trastorno puede provocar graves molestias en uno de los lados del rostro, desde los ojos y las orejas, hasta la nariz, las mejillas y la boca. "Es una enfermedad que es muy invalidante porque produce dolores que están descriptos como los más intensos que existen y la persona puede llegar hasta el suicidio por la angustia de no aguantarlos", explicó el cirujano que coordina los trabajos del Ministerio de Salud en el Departamento Pedernera.

 

"Siempre anduve con problemas en la dentadura, porque nunca me la cuidé. Hasta que llegó un momento en que el odontólogo me dijo que había que sacar los pocos dientes que me quedaban. Cuando hicieron las primeras extracciones empezó a aparecer un pequeño dolorcito, pero que cada vez iba a aumentando más. Hasta que en el 2013 me hicieron una placa y me lo diagnosticaron", recordó Zabala.

 

Aunque en ese momento inició un tratamiento con carbamazepina, un potente medicamento anticonvulsivo, las dolencias continuaban. "Últimamente eran insoportable. Eran como descargas eléctricas, hasta mover la boca dolía. Pero no tenían horario. Hay días en los que estaba normal, pero otras veces no podía ni hablar. Tampoco comía como cualquier persona, a un plato le daba dos o tres bocados escasamente y ya no lo aguantaba", revivió con angustia.

 

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