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Una charla sobre vacunación, la clave del estatus sanitario

El técnico Diego Dayer capacitó a los empleados del feedlot de Ser Beef. Apuntó a la cadena de frío, las zonas donde aplicar y el tratamiento previo que requieren los animales.

Por Marcelo Dettoni
| 22 de abril de 2018
Recarga. Los muchachos hicieron el proceso completo y recibieron asistencia permanente de los técnicos del Laboratorio Tecnovax.

Una vacuna puede ser la más efectiva del mundo, pero si no hay quien la sepa aplicar con precisión, no sirve para nada”. Con esa frase abrió Diego Dayer, asesor técnico del Laboratorio Tecnovax, su capacitación sobre la mejor manera de trabajar en la manga con los vacunos. La charla estuvo dirigida a los empleados de ese sector del feedlot de Ser Beef y fue organizada a pedido de los directivos de la empresa, siempre preocupada por mejorar los estándares laborales, que ya de por sí son altos en los cinco campos que posee en San Luis.

 

Dayer se manejó con un lenguaje llano y eficaz ante un auditorio compuesto por muchos jóvenes que recién se inician en las tareas rurales y otros empleados más experimentados, pero que recibieron con agrado cada uno de los consejos y que preguntaron todo para sacarse las dudas. Así se hizo una mañana amena, de intercambio permanente, y provechosa para todos.

 

“En materia de vacunación, hay aspectos comunes a todo el país y otros que son característicos de cada región. San Luis y el semiárido en especial no son la excepción, hay cosas que es necesario hacer aquí que no hacen falta en otro lado y viceversa”, dijo el profesional, quien llegó desde Reconquista, una localidad del norte de la provincia de Santa Fe, acompañado por el vendedor que tiene a su cargo esta provincia y Río Cuarto, más un par de jóvenes veterinarios que están haciendo sus primeras armas en el laboratorio.

 

Arrancó con una breve reseña del camino recorrido por Tecnovax en los últimos años, un laboratorio en pleno crecimiento que comercializa bajo la marca Providean vacunas para vacunos, mascotas (perros y gatos) y peces. Tiene sus oficinas en el barrio porteño de Flores y la producción en la localidad de Victoria, en el norte del conurbano bonaerense. En total, su cartera incluye 18 productos dedicados exclusivamente a la sanidad bovina, un amplio abanico que sólo no abarca las vacunas contra la aftosa.

 

Incluso están innovando con una vacuna, la Respi 8 Querato, para combatir las enfermedades del complejo respiratorio bovino y la conjuntivitis a la vez. También tienen contra las patologías reproductivas y las clostridiales, que afectan principalmente a los animales jóvenes y tienen su principal consecuencia con la mancha, que suele producirse por los golpes que sufren en la manga o en sus choques con los caballos de los apartadores. A ella le adosan aplicaciones para el tétanos y las neumonías, que son la principal preocupación en los feedlots, sobre todo por la carga de estrés con la que llegan los animales y su consiguiente baja en las defensas. Su cartera de productos también contiene la prevención contra el carbunclo, la diarrea neonatal, la rabia y la hidatidosis. “Contra la tuberculosis no hay todavía una vacuna, pero se puede hacer un diagnóstico con la PPD 3000”, agregó.

 

Para hacerse entender bien, retomó desde los principios básicos. “Una vacuna simula una enfermedad a través de los antígenos que se inoculan en el animal, es un preventivo para proteger, porque despierta las defensas a partir de virus debilitados. Les decía de la importancia de aplicar según la zona del país porque se pueden usar cepas regionales ya probadas, siempre que estén autorizadas por el Senasa”, dijo Dayer, quien enumeró las cuatro patas que comprende la producción: “Sanidad, manejo, nutrición y genética, no se puede prescindir de ninguna para lograr buenos resultados porque están todas conectadas”.

 

 

Para los zurdos, todo se hace cuesta arriba en la manga. Los animales entran "al revés" para ellos. Sin embargo, es posible vacunar utilizando el ingenio.

 

 

El técnico les explicó que “las vacunas generan inmunidad contra los virus, bacterias, parásitos y hongos, y esa inmunidad puede ser adaptativa o innata, o sea que ya viene con el animal”. Sobre las adaptativas, amplió el concepto diciendo que puede ser natural, como por ejemplo a través del calostro durante el período previo al destete (“el ternero recibe las defensas de la madre, entonces si se enferma, se cura y le quedan esas defensas”), o artificial, que es donde ingresa el negocio del laboratorio, ya que son las vacunas. Hay también un aspecto refractario de la inmunidad, y allí puso el ejemplo del caballo, que no se enferma de aftosa ya que este virus sólo ataca a los animales con pezuña.

 

También puso especial énfasis en los cuidados que debe tener el vacunador, que está siempre expuesto a contraer alguna patología de las que trata de evitar que se propaguen en los corrales. “Tengan en cuenta que las vacunas vivas atenuadas, como la que se aplica para combatir el carbunclo o la brucelosis, son doblemente peligrosas para ustedes”, advirtió. Y enseguida se preguntó, ¿por qué hay que vacunar? “Por muchos motivos, todos importantes, como bajar pérdidas directas, disminuir la transmisión de enfermedades, las infecciones latentes y también las persistentes, que no son lo mismo que las anteriores”.

 

Sobre el caso de la transmisión, muy común en los encierres a corral por el hacinamiento, trajo a colación lo que se conoce como "corrales cansados", y dio un consejo simple: “El sol es un gran germicida”. Y en cuanto a las enfermedades latentes, aseguró que “los virus viven escondidos en los ganglios, siempre atentos a atacar apenas perciban una baja en las defensas. Tengan en cuenta que no hay una vacuna que garantice el ciento por ciento de efectividad, ni acá ni en ningún lugar del mundo”.

 

Tras el repaso básico sobre las vacunas y su utilidad, pasó a un aspecto fundamental: las buenas prácticas. Entonces Dayer enumeró detalles para tener en cuenta en el día a día: “Mantengan las dosis refrigeradas entre los cuatro y los ocho grados, nunca las congelen; siempre con dos o tres volúmenes de refrigerantes por cada vacuna. A los animales los deben encerrar el día anterior en corrales con abundante provisión de agua y recuerden no trabajar si el calor es demasiado intenso”. Además agregó que no hay que ser brusco en el manejo de la tropa dentro de la manga y tener en buen estado todos los materiales que van a usar, desde las jeringas hasta la infraestructura por donde deben pasar los vacunos. “Los deben alimentar bien, calibrar las jeringas y no usar picanas, no hace falta, porque los ponen muy nerviosos y agregan estrés a una situación ya de por sí incómoda para ellos”.

 

En cuanto a la aplicación en sí, recomendó “no vacunar con la manga abierta, no aplicar sobre áreas excesivamente sucias, ni hacerlo con los animales cuando están mojados, lo que implica que tampoco hay que trabajar en estos menesteres los días de lluvia”. También les pidió que hagan una aguda observación hasta una hora después de que hayan pasado por la manga para controlar la posible aparición de alergias; y hacer lo mismo con las vacunas aplicadas, que siempre hay que cotejar con los animales vacunados.

 

Para los apartadores dedicó un párrafo especial: “No llenen en exceso el embudo ni la manga, que no se empujen ni se desesperen, todos tienen que transcurrir por carriles normales”.

 

 

Práctica a campo

 

Luego de la charla teórica, bien regada con mates y tortitas, todo el grupo fue a la manga para ver aplicaciones en vivo del profesional y participar jeringa en mano, una buena manera de que Dayer pudiera corregir posibles errores. Todo el proceso estuvo supervisado por los veterinarios encargados de la sanidad del feedlot de Ser Beef, los jóvenes Laura Cejas Ponce y Juan Pablo González, quienes también se mostraron activos durante la capacitación.

 

Eligieron un lote del productor José Chiotti para hacer la práctica, ya que justo habían registrado el ingreso pocas horas atrás y eran bovinos que necesitaban pasar por la manga para la vacunación antes de estacionarlos en un corral. Dayer repartió una serie de jeringas de origen neocelandés que vende el laboratorio y les pidió que sientan “el recorrido de la vacuna cuando presionan el émbolo”.

 

Por su condición de zurdo, preguntó al auditorio si había alguien más con esa mano hábil. Encontró uno y lo "consoló" por semejante "desgracia" ante la risa de todos. “Las mangas están hechas para los derechos, los animales entran por ese lado en todas, pero tenemos nuestras mañas los zurdos”, aclaró, y enseguida tomó una jeringa para mostrar la mejor manera de vacunar con esa mano, haciendo un "rulo" para encontrar el cuello de la mejor manera, por debajo de la trompa del bovino. “Ante la duda sobre si fueron efectivos o no en la aplicación, siempre metan otra dosis”, los alentó.

 

Sobre la aguja, les explicó que “el corte debe mirar hacia afuera, si no hace un efecto tipo sacabocado y puede entrar tierra o bosta por el lugar de la aplicación. Entre la piel y el músculo tienen una zona estéril, pero se puede provocar un absceso”. La aguja hay que limpiarla con una solución yodada o con alcohol “entre animal y animal”, una recomendación que provocó algunas miradas socarronas que llevaron al técnico a decir que “sabemos que lo ideal dista de lo real”. Y puso el ejemplo del cambio de aguja, haciendo la salvedad de que depende también del grosor del cuero de los animales: “Habría que hacerlo cada 10 animales, pero nadie es tan estricto, lo que pasa que después de 25 ó 30 aplicaciones empieza a resbalar”.

 

Los feedlots importantes como el de Ser Beef, si es que los animales no vienen vacunados, colocan dos dosis: una al ingreso y otra entre los 21 y los 30 días para reforzar la inmunidad. “Igual no le pidamos milagros a la vacuna, ya que son inactivadas”, argumentó, mientras probaba con la clostridial y la Respi 8 Querato más un antiparasitario.

 

En el cepo hidráulico, manejado con mano maestra por Héctor Rosales, trababan a los vacunos para darles un antibiótico y caravanearlos, ya que estaban recién ingresados. “Hace 17 años que estoy en la empresa, empecé de apartador y fui aprendiendo de todo, ahora manejo la maquinita”, dice Héctor con una sonrisa, mientras sube y baja las tres palancas con una precisión notable para trabar los cuellos antes de que se escapen.

 

Los muchachos encargados de la manga fueron aplicando ante la atenta mirada de Dayer, quien fue haciendo recomendaciones sobre la posición de los brazos, la forma de encarar al animal que viene de frente o de costado y la rutina de aplicación, limpieza de aguja y nueva aplicación, en la que evidentemente es bueno que haya un asistente por cada vacunador para acelerar el proceso y evitar errores. Es indudable por la reacción de los vacunos que la aplicación subcutánea (entre la piel y el músculo) les duele y algunos suelen ponerse algo agresivo, subiéndose encima del compañero o retrocediendo en lugar de avanzar.

 

 

Los sitios elegidos para las aplicaciones son la tabla del cuello y detrás de la paleta, donde están los cortes de carne de menor valor, que se pueden llegar a desechar.

 

 

“Hay cuatro sitios para aplicar las vacunas: la principal es la tabla del cuello, tanto por izquierda como por derecha, y detrás de la paleta, también a la izquierda o a la derecha, pero nunca en la punta. Lo mejor es sistematizar el proceso y tratar de hacerlo siempre en los mismos lugares”. La elección no es azarosa, allí la vaca guarda cortes de menor valor, que se pueden desechar en caso de que se produzca un absceso o un problema en el proceso de vacunación. Del cuello se saca el azotillo y de la paleta, la aguja. Una aplicación mal hecha donde están el lomo o el peceto serían mucho más cuestionables…

 

“No pinchen donde hay bosta o barro, porque meten toda la suciedad para adentro”, pidió ante el ingreso de un Hereford que indudablemente se había revolcado en algún charco del corral. Enseguida trepó a la baranda de la manga y mostró cómo “hacer la carpa”, o sea estirar la piel y vacunar en la base del cuello, aunque les marcó que tengan cuidado con algún posible sangrado, ya que “en ese caso es que tocaron el ligamento nucal, hay que evitarlo aplicando a una palma de distancia del comienzo de la cara y una palma hacia arriba del nacimiento del cuello”, mostró haciendo una "ele" con las dos manos en una clara y precisa clase práctica, bien aprovechada por una peonada joven, pujante y con ganas de aprender y hacer las cosas como se debe.

 

En el final, todos compartieron unos chorizos, pero las charlas sobre vacunación siguieron: la posición de las manos, las zonas de aplicación y las experiencias previas. Todo con la pasión que requiere el trabajo de campo.

 

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