22°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

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El Clima y la economía están complicando a la ganadería

Las lluvias del último mes modificaron el panorama de la cría. Semanas consecutivas de precipitaciones cortaron la sequía en gran parte del área productiva y eso permitió que se frenara el drenaje continuo de terneros. En los meses previos, los criadores, que veían como se iba deteriorando el  estado de las pasturas, no tuvieron otra opción que vender de forma anticipada su producción, lo que derivó en una caída de los precios de la invernada, que se negoció en los mismos niveles que a igual época del año pasado pero con una inflación acumulada de por lo menos 25%.

 

Las lluvias frenaron esa caída y le pusieron un piso a las cotizaciones de la invernada. Además permiten entrar al invierno en mejores condiciones a las estimadas durante la seca, cuando todo hacía temer un escenario de creciente liquidación. El estado de los campos y del ganado no es el deseado y en muchos casos no se pudieron sembrar los verdeos planificados, pero sí se redujo el nivel de urgencia en gran parte de la zona de cría.

 

Pero si bien las lluvias frenaron la salida desesperada de los campos de cría, gran parte de la zafra ya se negoció de forma anticipada y con kilajes menores a los esperados. El productor en muchos casos no tuvo la posibilidad de moderar la salida del ternero, de elegir el momento de venta; entonces quedó preso de su necesidad y de una demanda castigada por la falta de reacción del mercado del gordo y en la que pesó más el poder de compra de los feedloteros y menos el de los recriadores, que casi no tuvieron poder de fuego ya que se quedaron sin campos donde llevar la hacienda.

 

Como en cada seca, los corrales de encierre se fueron llenando pero este año alcanzaron niveles récord. Según las estimaciones de la Cámara de Feedlots, la ocupación en los establecimientos adheridos a la entidad es del 76% de la capacidad instalada y el índice de reposición es de 1,23, lo que indica que por cada animal que se vende se repone más de uno. De todos modos ese indicador fue de 1,48 el mes anterior, lo que indica que aflojó en abril el ingreso de animales. Eso seguramente tenga relación con la mejora en el estado de los campos de cría y con el avance de la zafra.

 

Los feedloteros calculan que cada año pasan por los corrales cerca de 6 millones de animales, lo que significa el 50% de la faena total y cerca del 65% descontando vacas y toros. Pero a su vez, gran parte de lo que encierran los feedlots es hacienda de los matarifes y frigoríficos de consumo o exportación. El cálculo de los engordadores es que el 30/35% de lo que pasa cada año por sus establecimientos es de titulares de faena, lo que significa que cerca de 2 millones de animales son propiedad de matarifes o frigoríficos que necesitan asegurarse al menos parte de la oferta. A su vez, al integrar el eslabón productivo reducen notablemente costos comerciales, por eso en el Mercado de Liniers la hacienda liviana dejó de tener relevancia y ganó participación la categoría vacas. En definitiva es un centro comercial en el que los pequeños productores pueden defender sus haciendas, sobre todo los criadores de la zona de abasto, pero por sus corrales ya no desfilan los novillos y hay menos cantidad de terneros, vaquillonas o novillitos, que es la carne elegida por los consumidores de buenos recursos de Capital Federal y conurbano.

 

Los matarifes y frigoríficos se convirtieron en invernadores de la ganadería moderna, o al menos son responsables de gran parte del engorde de lo que se consume localmente y de lo que se exporta a destinos como la Cuota 481. Y es su necesidad de hacerse de oferta para atender a sus clientela y la expectativa de que la cosa va a mejorar la que impulsó las compras de terneros.

 

Pero que ingrese más hacienda no es necesariamente una señal de que la situación sea favorable para el engorde a corral. Por el contrario, la cosa viene complicada. La actividad acumula un año sin rentabilidad. El segundo semestre de 2017 fue por demás complicado y 2018 no arrancó nada bien. La suba del precio del maíz y de la soja y de los demás subproductos encarecieron el costo por kilo producido, que se hizo más caro aún con la devaluación reciente que lo llevó a cerca de los $40.

 

Los valores de la hacienda de invernada mostraron en el último mes una baja significativa, pero no acompañó de igual manera el precio del gordo, que tampoco repuntó. Eso era lo que muchos esperaban para este otoño y a lo que apostaron cuando encerraron en la primavera pasada. En aquel momento se pagaron valores de entre $40 y $45 esperando que la venta del gordo al menos empatara esos niveles de cotizaciones y que entonces la diferencia positiva se pudiera hacer con el cambio de categoría y el agregado de kilos

 

Los que apostaron a esa reacción del gordo convalidaron valores de la invernada que estuvieron muy firmes en los últimos meses del año pasado, pero luego se encontraron con pérdidas económicas significativas. Por eso muchos dirigentes de la Cámara de Feedlot salieron de buenas a primeras a declarar que lo que se encerrara este año tenía que valer $2 menos que el gordo, que tiene un retraso marcado respecto de la inflación: el valor nominal mejoró menos de 10% cuando el de la carne lo hizo cerca de 16%, según informa el IPCVA. Esto da cuenta de que no hubo un traslado total al precio del ganado de lo que pagó el consumidor en la góndola, pero medidas en términos reales las cotizaciones del ganado para faena llevan un retraso cercano al 18%.

 

Los que están encerrando hacienda este año lo hacen pensando en que la situación va a cambiar. Un reciente informe de la Cámara de Feedlot explica en qué se basan esas expectativas positivas del negocio: “El valor actual del gordo creemos que debemos interpretarlo como el piso para este 2018 y que en los valores actuales hay una incidencia, no menor, de un mayor costo de la cadena generado por el paso a la formalidad de muchos matarifes y abastecedores. Estos usuarios vieron incrementados sus costos vía impuestos que anteriormente no pagaban y que, al estar el consumo deprimido, no puede ser volcado hacia adelante en la cadena y termina impactando en el precio del gordo. Con paritarias que de apoco se van cerrando, más la continuidad del crecimiento de las exportaciones, creemos que la tendencia será revertida en las próximas semanas”.

 

Dos datos importantes se destacan en ese párrafo. Por un lado se reconoce que el blanqueo de matarifes generó costos y que además esos costos los termina pagando el productor. Es decir, hubo un traslado de la mayor carga fiscal al sector de la comercialización y procesamiento de hacienda.

 

Está todo muy ajustado en la cadena ganadera y lejos del “boom” que algunos anunciaron en el arranque de la gestión de Cambiemos. El clima por momentos complica los planes productivos, la competitividad no termina de recuperarse y nos referimos no sólo a la cambiaria o exportadora sino a la de toda la cadena. Y por otro lado la demanda interna, que se lleva el 88% de lo que se produce, está castigada por un costo de vida que se encarece y salarios que pierden la carrera contra la inflación. Pero no sólo aumenta el costo de vida, sino también el de los carniceros y fábricas que pagan más cara la luz, el gas y el combustible necesario para mover la carne.

 

Especialmente en los eslabones productivos la cosa está complicada. En la cría la renta es baja, es cierto que las lluvias mejoraron el ánimo de los productores, pero las rentabilidades no dejan de ser mínimas y eso incluso lo explican los resultados económicos que difunde el Ministerio de Agroindustria. Y en el engorde, si bien las expectativas son de vientos de cambio, las cuentas a priori dan mal y obligan a ser muy eficientes en la nutrición, en el manejo y en la gestión particularmente de la pata financiera del negocio. “Hay que tener cuidado con los créditos que se toman y con la tasa implícita en los pagos a plazo de los insumos”, explicó un importante engordador hotelero del oeste bonaerense.

 

 

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