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Una pantalla que desborda acción y risas

Marvel en el cine siempre pone la varilla un poco más alta. Este es el caso de “Avengers: Infinity War”: es una película de superhéroes que todo nene de 10 años, al menos yo, soñó mientras leía sus aventuras en los cómics.

 

Es difícil contar una reacción sin spoilear la historia. Por eso, la compañía realizó una fuerte campaña para que los fanáticos no la cuenten en las redes sociales bajo el hashtag #ThanosDemandsYourSilence (Thanos demanda tu silencio).

 

Ese es el punto fuerte, el filme cuenta con un villano, a diferencia de las anteriores. Y no sólo con un villano, con uno realmente bueno: poderoso, mal gestado y con sentimientos ambivalentes.

 

El Titán Loco, como se lo denomina a Thanos, permite reflexionar sobre la locura. ¿Quién está más loco? ¿El loco o el loco que lo sigue? Lo que uno piensa que está bien no podría ser lo correcto para el otro. O podría no llegar a entender el planteo, también. Thanos es poderoso, no tiene remordimientos; aunque tiene sentimientos, como cualquiera, como los héroes. ¿Son tan distintos los que están de un bando o del otro?

 

Claro, después está la parte en la que salen todos los personajes y los fanáticos se lo iban a imaginar. Pero verlo en pantalla es otra cosa. Es observar una sucesión de imágenes que la retina no logra retener, mientras algunas lágrimas se escapan.

 

Joss Whedon reconoció tener “celos” de los hermanos Russo. El primero se fue luego que Marvel metiera mano en la caótica “Era de Ultrón”, una peli que no lució. Los segundos, fueron los elegidos para reemplazarlo y tomar el volante de esta nave superheroica. Lo hicieron impecablemente.

 

Luego de 18 años y 10 filmes, terminó la espera. Son dos horas y media de magia pura, chistes en sus momentos justos y una catarata informativa de acción que no deja respiro. Algunos guiños comiqueros, no tiene gracia revelarlos, y una búsqueda de las gemas del infinito que se hace más áspera a medida que Thanos las busca.

 

Nada se siente forzado, y si lo está, realmente pasa imperceptible. Porque el cine es magia, una cinta para ser triunfante no necesita de un Oscar o de un récord ostentoso de recaudación. Y si lo tiene, son meras palabras dentro del libro Guinness. Sólo requiere de la memoria de los cinéfilos.

 

“Rogue One”, de Star Wars, tiene un final brillante.

 

Si no la vieron, dénse esa oportunidad. Acá pasa lo mismo. Una frase, una imagen, una sonrisa te puede llevar a la estratósfera o sepultarte en la peor cripta. El desenlace está a la altura de ese ejemplo. Abrumado, corazón palpitante, shockeado. No sé cómo describirlo. Las películas de superhéroes están lejos de agotarse como consideró James Cameron. “Avatar” tendrá que esperar, viejo.

 

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