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Cincuenta años entre relojes y alianzas de matrimonio

Julio Fernández la heredó de su papá y ya tiene quien siga el legado: su hija Cecilia.

Por Ayelen Anzulovich
| 17 de junio de 2018
Pasión. Julio Fernández mantiene intacto su amor por el trabajo en la joyería que era de su papá. Foto: Leandro Cruciani.

No hay ningún puntano que no haya pasado por la tradicional Galería Sananes, que conecta las calles San Martín y Rivadavia, ya sea para cortar camino o para comprar algún regalo en particular. Entrando por la peatonal y mirando hacia el fondo está la joyería y relojería "Oriente". Desde 1968 se encuentra en el mismo lugar y es atendida por la familia Fernández.

 

Siempre que uno entra al local, detrás del mostrador está Julio Fernández, quien hoy es el responsable de llevar adelante el tradicional negocio. Mientras despedía al último cliente y guardaba los elementos de trabajo, caminó unos metros y se sentó frente a un escritorio. “En setiembre cumplimos cincuenta años”, dijo emocionado, mientras se acomodaba los anteojos marrones que tenía colgados en su cuello. Enseguida recordó a su padre, quien también se llamaba Julio y fue el que comenzó con el legado.

 

“Crecí viéndolo trabajar acá”, expresó, mientras con su mirada recorría todo el local y señalaba la vidriera. “En un principio nos destacábamos por la cristalería, que hoy ocupa una parte importante del negocio. La gente lo tiene como punto de referencia”, detalló. “También empezamos con un taller donde no solo se arreglaban los relojes, sino que se fabricaban anillos y otras joyas”, destacó.

 

Después de pasar tardes enteras viendo cómo trabajaba su padre, en 1983 Julio decidió pasar del otro lado del mostrador y aprender el oficio. “Recuerdo que él se empezó a poner grande y de a poco me tuve que ir haciendo cargo”, dijo el dueño de la joyería, que tiene cuatro hijos y dos de ellos siguieron sus pasos. “Uno de ellos, Julio, comenzó en el taller y creaba sus propias joyas, pero después se dio cuenta de que le gustaba más la docencia y se dedicó a eso. Cecilia es la que más afinidad tiene con el rubro. Ha probado con otras cosas y sin embargo sigue eligiendo el comercio”, manifestó papá Fernández con orgullo.

 

Cecilia, quien en ese instante estaba atendiendo el local, escuchó a su padre y se dirigió hasta donde él estaba. Con una gran sonrisa se sentó a su lado y señaló que le encanta estar en la joyería y trabajar codo a codo con él. “Prácticamente nací acá. Cuando salía de la escuela mi viejo me iba a buscar y me traía al negocio, yo estaba chocha, todo era un juego para mí. Definitivamente la pasión y el amor por la joyería viene de familia”, expresó con los ojos brillantes, mientras cruzaba una mirada cómplice con su papá. Los dos se entienden a la perfección.

 

Con el correr de los años, por la galería han pasado muchos comercios pero sin embargo los Fernández han sabido "aggiornarse". “A pesar de las crisis, nosotros seguimos estando firmes. Sobrevivimos a todos los gobiernos, por ahí nos da un poco de miedo pero hemos sabido llevar el local”, dijo Cecilia, y detalló que con el tiempo ha aprendido a conocer qué es lo que quiere la gente.

 

“Tenemos clientes desde hace años, algunos ya no están pero sin embargo vienen sus hijos. En una oportunidad nos pasó que entró una mujer, miró una bruja que teníamos colgada y dijo que se acordaba de haber venido con su padre. Nos emociona saber que seguimos estando en la memoria de las distintas generaciones”, comentó.

 

“Que mi hija me acompañe en este camino me llena de satisfacción. Aparte ella en algún momento será la que quede al frente, para seguir con la tradición familiar”, contó Julio, quien en tono jocoso recordó una de las tantas anécdotas que vivieron juntos. “Muchos de los que compraron las alianzas de casamiento vinieron a venderlas, hasta nos echaban la culpa”, expresó, y detalló que una le llamó la atención. “Una vez vino una pareja que fue muy minuciosa a la hora de la creación de sus anillos de compromiso, eran de las más raras que habíamos hecho, tres meses después vinieron a devolverlas porque se habían divorciado”, aseguró el dueño de la joyería.

 

Cecilia contó que todavía siguen conservando algunas tradiciones en el negocio. “Recuerdo verlo a mi abuelo sentado en el mismo escritorio que tenemos ahora. En ese entonces ya no estaba tan activo, trabajaba poco, así que se juntaba con sus amigos. Otra costumbre que continuamos es la de tener una máquina de café. El aroma siempre estaba y sigue estando”, comentó la joven, que en ese instante se levantó y junto a su padre continuó atendiendo a los clientes, como lo hacen todos los días.

 

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