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Testigos recordaron la picada en la que mataron a una nena

Uno vio cómo el auto que manejaba un chico de 16 años embistió a María Soledad Castro. Los peritos también aportaron datos.

Por redacción
| 22 de junio de 2018
Los Arce Barrientos. "El Rocky" y "El Chancho", ayer, a la derecha de uno de sus abogados. Foto: Alejandro Lorda.

Un testigo escuchó bramar un vehículo al que aceleraban mucho, muy cerca de la casa de su madre, donde estaba de visitas, en el barrio Eva Perón. Por eso salió a cerciorarse de que sus hijos y sus sobrinos no estuvieran en la calle. Cuando vio que jugaban en la vereda, volvió a entrar, no sin antes advertir que había dos autos en marcha, en la calle, uno al lado del otro. Un rato después los oyó acelerar a fondo y, al asomarse, los vio ir por el bulevar La Bandera, hacia el oeste, a toda velocidad. Corrían una picada, declaró ayer ante la Cámara del Crimen 1 de San Luis. El testigo recordó que aquella tarde del domingo 24 de octubre de 2010, a casi una cuadra de distancia, vio cuando uno de los vehículos atropelló a María Soledad Castro, de 7 años.

 

El hombre declaró ayer, en la que sería la penúltima audiencia contra los hermanos acusados de causar la muerte de la nena, Matías Emanuel Arce Barrientos y Emiliano Damián Arce Barrientos.

 

Matías, apodado “El Chancho”, tenía 16 años cuando ocurrió el hecho. El testigo recordó que los chicos del barrio dijeron, aquel día, que “El Chancho” manejaba el Volkswagen Gol blanco que embistió a la nena; y su hermano mayor, al que llamaban “Rocky”, iba en un Fiat 128 azul.

 

Ayer, el testigo corroboró el dato de que el Gol bajaba a contramano por el carril sur de la avenida, compitiendo con el 128 que iba por la mano reglamentaria.

 

Después de embestir a la nena a metros del cruce con la calle Funes, “El Chancho” hizo una cuadra más hacia el oeste, por La Bandera, y dobló en la calle siguiente, hacia el sur. Escapaba. Al girar, chocó un árbol. El Gol apareció más tarde, escondido en un taller mecánico del barrio Rawson, en la zona oeste de la ciudad. El dueño del vehículo, Jorge Cabral, había colaborado en ocultarlo. Hasta que el padre de los Arce Barrientos, “Chispita”, lo llamó por teléfono para amenazarlo y exigirle que se hiciera cargo, según declaró Cabral el martes, en el juicio. Entonces él llamó a la Policía y dijo dónde estaba el Gol.

 

 

"Lo dejo por la sombra"

 

“Rocky” tuvo la misma actitud de su hermano, de tratar de desligarse de la responsabilidad por la muerte que causaron. Hizo un par de cuadras más con el auto por el bulevar, dobló en otra calle y a dos cuadras de la avenida lo estacionó frente a la casa de Patricia Villegas, en el Anexo 5 del barrio, debajo de un árbol.

 

Los Arce Barrientos tenían un lote a cuatro casas de la de esa vecina. Ella los ubicaba apenas, de vista, porque los veía ir de vez en cuando a trabajar allí. Esa tarde, cuando escuchó estacionar un auto frente a su casa, Patricia salió y vio a uno de sus vecinos, aunque no sabía quién era, bajarse del Fiat.

 

“Se lo dejo acá porque en mi casa no tengo sombra”, le dijo el conductor. Era “Rocky”. Y se fue caminando como si nada.

 

A Villegas no le llamó la atención, porque ciertamente frente a su terreno los Arce Barrientos tenían un arbolito que todavía no había crecido lo suficiente como para guarecer un vehículo de la inclemencia del sol. Pero ayer recordó que nunca habían ocupado la sombra del árbol que había frente a la casa de ella.

 

Veinte minutos o media hora después, decenas de vecinos llegaron hasta allí, indignados. “Es el auto de ‘Rocky’, el auto de ‘Rocky”, gritaban. Empujaron el 128 más adelante y le prendieron fuego. Entonces se enteró Patricia que habían matado a una nena, contó ayer ante los jueces Silvia Aizpeolea, José Luis Flores y Jorge Sabaini Zapata.

 

María Soledad Castro vivía en la casa contigua a la de la esquina con la calle Funes. Cruzaba desde el cantero central de la avenida hacia su vereda, junto a su hermanita de 5 años, cuando “El Chancho” se la llevó por delante.

 

El adolescente podía circular, como máximo, a 60 kilómetros por hora por la avenida. Pero debía entrar a la bocacalle a un máximo de 30 kilómetros por hora.

 

Sin contar con que circulaba a contramano, en el momento en que atropelló a la nena, en la esquina, “El Chacho” iba, como mínimo, a una velocidad de 51,19 kilómetros por hora, dijo ayer el perito en accidentología Miguel Molina Montaño, de la Policía de San Luis.

 

De todos modos, ése es el tope inferior del cálculo, porque las variables contempladas en la bibliografía de la materia le permitieron estimar que el Gol puede haber llevado, en ese momento, una velocidad máxima de 113,22 kilómetros por hora, declaró el oficial.

 

 

Una zapatilla blanca

 

Sobre el carril sur del bulevar La Bandera, en el sitio donde presume que María Soledad fue golpeada por el auto, el oficial Molina Montaño encontró una zapatilla blanca, derecha, de la nena. De allí hasta el punto de la cuadra siguiente donde halló manchas de sangre y huellas de neumáticos, hay 23,81 metros, explicó ayer el perito. Ése sería el lugar donde fue a quedar el cuerpo de la criatura, que fue arrastrada por el auto.

 

María Soledad, en su metro veinticuatro de estatura, en todas partes tenía lesiones producidas por arrastre, recordó ayer, ante el tribunal, el médico forense Jorge Giboín, que le hizo la autopsia hace ocho años.

 

Al repasar su informe, el perito mencionó que la nena tenía una fractura en el cuello, en la quinta y la sexta vértebra cervical, y que la causa de la muerte, que seguramente fue instantánea, fueron los politraumatismos causados por el golpe.

 

El vecino Hugo López recordó ayer que cuando él salió de la casa de su madre y vio los autos que “picaban” hacia el oeste, a unos cincuenta o setenta metros divisó que el Gol “hizo una maniobra como para esquivar algo”. “El Chancho” acababa de embestir a la nena. Fue hasta allá y halló a María Soledad en brazos de su padre, José Gerardo Aguilera. “Tenía sangre en la remera”, recordó. La nena ya no respiraba.

 

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