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Argentina, el mundo y el futuro de la agroindustria

En la primera parte de esta doble entrega hablábamos por un lado de la actualidad y de las perspectivas del comercio mundial en su conjunto, y de bienes agroindustriales en particular, como así  también de la participación argentina en esa red de comercio global. 
En esta segunda parte continuaremos profundizando sobre la importancia del sector agroindustrial argentino, el rol que está llamado a jugar nuestro país para alcanzar la tan mentada seguridad alimentaria global. Pero especialmente realizaremos una mirada hacia adentro, hacia la importancia que tiene nuestro sector en la economía del país.

 

La seguridad alimentaria como meta
Muchas veces se habla de la importancia de nuestro país como un jugador fundamental al momento de pensar en la seguridad alimentaria global. Recordemos que en la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, que se llevó a cabo en setiembre de 2015 en Estados Unidos, los miembros de la ONU aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la cual busca poner fin al hambre mundial, alcanzar la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sustentable.
“El sector agroindustrial tiene un rol clave en la consecución de la seguridad alimentaria global: el desafío y la responsabilidad de ofrecer soluciones para alimentar una población cercana a los 10 mil millones de habitantes en 2050 y erradicar el hambre de 815 millones de personas que sufrieron subalimentación crónica en 2016” asegura el informe de la Fundación INAI y la Cámara de Exportadores de la República Argentina.
Menuda tarea para un solo sector. Pero si eso es lo que se espera del campo y de la agroindustria (argentina y mundial), eso es lo que se debe perseguir. Entonces, en este escenario de demanda alimentaria creciente, resulta primordial conocer la posición y el nivel de competitividad de un país en desarrollo como la Argentina. Saber cómo representar su rol de abastecedor de productos agroindustriales, comprender las variaciones en los mercados internacionales y desempeñar una tarea activa en la contribución para garantizar la seguridad alimentaria son algunos de los puntos centrales que debe perseguir el sector agroindustrial de cara a los próximos años. No entender esto puede generar retrocesos importantes en un negocio fundamental, pero cada vez más difícil. 

 

El peso de la agroindustria argentina 
No es desconocido que el sector agroindustrial en Argentina posee una larga trayectoria, destacada tanto a nivel nacional como internacional. Pero, ¿cuánto impacta verdaderamente este sector en la economía del país? Para saber un poco más de esto analizaremos algunos de los principales números que se desprenden del informe elaborado por la Fundación INAI y la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA).
El primer punto a considerar acá es la incidencia de la agroindustria en el Producto Bruto Interno (PBI) de nuestro país. Según datos del Banco Mundial, “en 2016 el sector agrícola contribuyó en un 7,5% al PBI argentino”. Leído fuera de contexto parece un número bajo, pero la realidad marca que este porcentaje está muy por encima de la media mundial para ese mismo período (4,6%) o de países como Brasil y EE.UU., en los cuales el valor agregado de la agricultura fue del 5,5% y 1,1%, respectivamente.
Vale aclarar que este número presentado arriba no refleja la totalidad del peso de nuestro sector en la economía. Esto es porque el dato del Banco Mundial sólo contempla la agricultura y no incluye la totalidad de la cadena de valor, ni los subproductos que también contribuyen al producto bruto nacional. En este sentido, el informe del INAI-CERA destaca que “si se considerara la Bioeconomía, un concepto más amplio que incluye la agricultura, la actividad forestal, la pesca, la producción alimentaria y la producción de pulpa y papel, así como partes de la industria química y de las energéticas y biotecnológicas (salud y farmacéutica), la participación ascendería al 15,4% del PBI argentino”. Esto sería a valores del año 2012.
Desglosando aun más ese valor de la Bioeconomía, deberíamos decir que el sector primario presenta la mayor participación sobre el total del valor agregado argentino con el 58% (8,9% del PBI), mientras que el 42% restante (6,5% del PBI) corresponde a la industria manufacturera.
El segundo punto a tener en cuenta al momento de analizar la importancia del sector agroindustrial en la economía argentina tiene que ver con la creación y distribución del empleo. Según el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del Ministerio de Trabajo de la Nación, “en 2015 se generaron 749.521 puestos de trabajo registrados del sector privado, que representaron el 11,4% del total. Si se considera solo la producción de bienes primarios y secundarios, sin contemplar el sector de servicios y la construcción, esa proporción asciende al 43,5%”.
El porcentaje se mantuvo relativamente estable durante las últimas dos décadas. No obstante, la participación del sector agroindustrial sobre el empleo total se ha reducido levemente, pasando de una contribución del 15% en 1996 al 11,4% en 2016, encontrándose por debajo del promedio de los últimos 20 años (12,7%). De todas maneras, un número nada despreciable para un país que adolece de falta de trabajo. 
En cuanto a la distribución de este trabajo, el informe del INAI-CERA destaca que los rubros de agricultura y ganadería, junto con el de los alimentos, son los que mayores puestos de trabajo generan dentro del sector agroindustrial (45% y 50%, respectivamente) y en los cuales se concentran la mayor parte de las empresas agroindustriales, siendo la agricultura y la ganadería las que reúnen cerca del 80%. 
Hacia adentro de estos valores la distribución sería así: en agricultura y ganadería, los cultivos agrícolas generan el 55% del empleo, mientras que la cría de animales el 29%; el porcentaje restante corresponde a otros servicios agrícolas y pecuarios. En el rubro de alimentos, elaboración de productos alimenticios (35%), producción y procesamiento de carne, pescado, frutas, legumbres, hortalizas, aceites y grasas (34%), elaboración de bebidas (16%), elaboración de productos lácteos (10%) y elaboración de productos de molinería, almidones y productos derivados (5%).
Como dato significativo también se debe destacar que “el 99% de las empresas agroindustriales son MicroPyMEs y tan solo el 1% corresponde a grandes empresas”. 
En definitiva, todo esto que mencionamos a lo largo de estas dos ediciones sobre el sector agroindustrial debe dejarnos algunas enseñanzas. Nuestros productores, los empresarios del sector y las políticas públicas que lo regulan deben ser inteligentes de cara a las próximas décadas y entender el mundo en el que están insertos. Entender que la provisión de alimentos y productos agroindustriales a nivel internacional reviste una planificación estratégica para garantizar la seguridad alimentaria global y esto no se puede desatender. 
Deben tomar conciencia de que un sector que es el responsable del 7,5% del Producto Bruto Interno (PBI) y de más del 60% de las exportaciones totales no puede ni debe ser castigado con medidas y políticas que desalienten su desarrollo.
Entender, en definitiva, que la relevancia que tiene el sector para la Argentina, y el potencial de la agroindustria a nivel internacional para abastecer a una demanda creciente, genera muchas oportunidades. Oportunidades que no se pueden desaprovechar. 
 

 

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