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El glifosato, ¿es cancerígeno o no?

Organizaciones ambientalistas y algunos médicos aseguran que las pulverizaciones son nocivas para la salud. Laboratorios y dueños de campos dicen que eso no está probado.

Por redacción
| 22 de julio de 2018

¡No pueden fumigar!", grita Sofía Gatica mientras agita los brazos y dirige su queja hacia un cultivo de soja. Pasa que en la Argentina, como buena potencia agrícola, la utilización del controvertido herbicida conocido como glifosato está muy difundida. Aquel día, la activista fue esposada y expulsada por la policía tras su irrupción en un establecimiento agrícola privado ubicado en la localidad de Dique Chico, en la provincia de Córdoba. Pero es solo un ejemplo de lo difícil que está la relación entre el campo y los ambientalistas.

 

Los habitantes de las zonas rurales, con el apoyo de quienes viven en las ciudades, se ponen como locos cuando escuchan, por ejemplo, la palabra Monsanto, que es el nombre de uno de los gigantes productores de herbicidas, que ahora pasó a manos de Bayer. Tan mala prensa tiene Monsanto que los alemanes ya decidieron que van a hacer desaparecer la marca y reemplazarla por otra.

 

Esos vecinos, si no están directamente involucrados en las actividades agrícolas como método de subsistencia, se enfrentan casi a diario con los productores por las fumigaciones con glifosato, un herbicida que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es probablemente cancerígeno y es muy usado para los cultivos con semillas transgénicas porque se demostró eficaz contra la emergencia de malezas.

 

Según la OMS, el glifosato es "probablemente" cancerígeno, pero por otro lado la Unión Europea extendió el permiso de uso.

 

“Entran sin permiso"

 

"Yo entré a una propiedad para impedir la fumigación, que entra sin permiso a las viviendas. Ellos pueden entrar a nuestros hogares sin permiso y nosotros le tenemos que pedir permiso a ellos para que no nos maten", dice Gatica con indignación en un reportaje que le hizo la agencia internacional de noticias AFP y que recogió Noticias Argentinas. "Su fumigación entra a mi casa, entra a mi huerto, mi huerto se seca, se contamina y mis hijos se mueren", insiste esta mujer, que vive en Anisacate, un pueblo vecino a Dique Chico, y hace años perdió a una beba de tres meses, nacida con malformaciones que ella atribuye a los agroquímicos.

 

Según el neonatólogo Medardo Ávila, de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, desde que comenzó la fumigación con glifosato en la Argentina, las poblaciones de las zonas rurales registran mayor incidencia de cáncer y de malformaciones al nacer. "Lo que vemos los médicos es que las personas se enferman de manera diferente. Se mueren ahora principalmente por cáncer, desde que se empezó a fumigar y se usaron estos agrotóxicos de forma masiva", indica el doctor.

 

"Claramente las poblaciones agrícolas tienen en este momento tres veces más cáncer que las poblaciones de las ciudades", asegura Ávila, al referir que además en el campo, de cada 100 nacimientos seis son de niños con malformaciones, frente a una medida de 2% en otras zonas.

 

 

"Son ecoterroristas"

 

Alejandro Dalmasso, productor de soja de Dique Chico, la localidad en la que detuvieron a Gatica, no duda en calificar a los activistas contra el uso de glifosato como "ecoterroristas".

 

"Estamos adheridos a las buenas prácticas agrícolas. Norma que hay, norma que cumplimos. Estos grupos están dispersos en todo el país se alimentan de hacerle daño a la Argentina. Nosotros los llamamos ecoterroristas", afirma tajante, para aseverar que "no hay ningún soporte científico serio de lo que presentan. Ese producto se desarrolló para ser utilizado en el agro. No tiene otro uso”.

 

Pero Fabián Tomasi, quien trabajó en la provincia de Entre Ríos surtiendo de herbicidas a los aviones de fumigación sin protección, asevera que el glifosato es algo "tremendamente engañoso, una trampa que nos ha plantado gente muy poderosa. Va a hacer que no quede nadie. Toda la tierra que tenemos no va a alcanzar para sepultar tanta muerte", dice este hombre demacrado, de 53 años, que sufre de polineuropatía tóxica severa.

 

La enfermedad lo ha convertido en una persona dependiente: le impide ingerir alimentos sólidos y le ha causado pérdida de masa muscular y dolores en las articulaciones que le limitan la movilidad.

 

 

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