Taza, taza, cada uno a su casa

Salimos del restó de los platos más pequeños del mundo, expulsados por la cuenta más abultada del universo, ¡por supuesto! Y otra aventura nos esperaba, la vieja y conocida discusión de pareja: “Que yo te dije, que yo ya sabía, que vos no me escuchás, que nada de lo que yo digo es importante, que mi madre siempre me lo advirtió, que no me considerás, que pareciera que hablo yo y pasa el tren, que tu vieja es una pesada”. (Y ese fue el acabose), por que podés decir de todo, pero la vieja, es intocable (como dice Pappo). Cuestión que desde esa noche, taza, taza; ¡cada uno a su casa!

Y esa es la decisión más importante que tomamos alguna vez, con el gordo. Permanecer cada uno en su ámbito, cada uno en su terreno. Compartir pero no despojarnos de nuestra privacidad. A este tipo de parejas se las conoce hoy como “LAT" (Living Apart Together, según su sigla en inglés). Son individuos que eligen compartir su vida con otra persona pero que no están dispuestos a vivir bajo un mismo techo. Gran decisión, pero de lo más inteligente.

Entonces, he aquí que cada uno conserva su espacio, sus propiedades, sus logros, sus mañas… y cuando estamos amorosamente equilibrados, ¡compartimos todo! Y esto, tiene también algunas reglas, a saber:

En mi baño hay por lo menos catorce variedades de shampoo, enjuagues, cremas para peinar, bálsamos, aceites para el pelo y sólo un botellón de shampoo manzana, que usará él y solo él. Todo lo demás es intocable. Y en su baño, no habrá nunca nada, excepto mi shampoo 2 en 1, en este caso, no tan caro; por las dudas.

En mi heladera, hay de todo, menos comida (para eso está el delivery), en cambio, en su heladera, siempre encontramos quesos, huevos, algún salamín o salchichón. Seguramente algún corte de carne, alguna que otra verdura, (cuando yo tengo verduras en mi heladera, empiezan a tener unos brotes tan enormes, que automáticamente, pasan a alguna maceta). Él además guarda en su heladera una variedad de cervezas bastante interesantes. Yo, en cambio, en mi casa tengo una cava de vinos que es la envidia de unos cuantos sommeliers.

La decoración del hogar, es otra de las particularidades beneficiadas. Él puede tener todo desparramado, como le gusta. Pocos muebles, pocos detalles armónicos y de bienestar, muuuuucha tecnología de punta. Carpetas, biblioratos, sobres, cajas de herramientas varias, libros desgajados, y la escoba detrás de la puerta.

En cambio en mi hogar, la cosa es bien distinta y acotada… adornos, souvenirs, mamushkas, reciclados, feng shui, recuerdos de viajes propios y ajenos, llamadores de ángeles, macetas, plantas, mandalas, unicornios, almohadas y almohadones varios, cuadros, pinturas de amigos, percheros, copas, vasos de moda y artesanías, obras de arte exóticas, budas, sahumerios y portasahumerios, mantas, frascos y flores, lámparas de sal, narguile, arguile o argila (como más te guste) alfombras y alfombritas, cajones, cajas y cajitas… ¡Y así hasta el infinito!

Sus empleados y los míos. Él tiene una señora que le limpia una vez cada tanto. Yo en cambio, les doy trabajo a jardineros, pintores, albañiles, gasistas, carpinteros, soldadores, técnicos diversos, múltiples exiliados o expatriados. En fin, yo soy una verdadera empresa, él apenas una sociedad unipersonal. ¡Que alguien me explique quién levanta este país!

Y así vamos por la vida, compartiendo y armando ranchos separados, con el espíritu de no desarmarnos, de no someternos, la intención humanitaria de respetarnos, el deseo de no invadirnos y el amor por delante, en tiempos de recorte y cólera.