Historias de amigos y vinos

Esta historia entre Jeff y Alejandro, si bien tiene comienzos diferentes y en países diferentes, encontró en el vino la síntesis perfecta de la amistad.

Jeff Mausbach se llama uno de ellos, nació en la década del 60 en Chicago, USA, quien por pasión y por necesidad se formó en la sommelerie para poder trabajar en el servicio del vino mientras estudiaba Comercio Internacional. En 1991 conoció en una pequeña pensión frente al Vaticano a Verónica, una argentina quien desde entonces es su pareja.

En 1992 Jeff viaja a Mendoza por primera vez para visitar a Verónica y de inmediato fue cautivado por la cultura, la gente y el estilo de vida de la que él llamaría la “París de Sudamérica”. En 1996 se radica en Mendoza y al año siguiente comienza a trabajar en la Bodega Catena Zapata, un ícono de la industria, a la que le dedicó los siguientes 13 años desarrollando actividades internacionales, viajando por el mundo, predicando el evangelio del Malbec argentino. También en la década del 60 pero en el hospital Español de Godoy Cruz, nació Alejandro Sejanovich, quien se graduó de ingeniero agrónomo con Medalla de Oro en Mendoza y realizó un máster en Enología en la Universidad de Montpellier de Francia.

Siendo todavía muy joven pasa a formar parte del grupo de viticultores de Catena Zapata en la dirección de viñedos de esa empresa. Allí junto con Alejandro Vigil, a través del departamento de investigación de la bodega, descubren nuevas zonas de Mendoza, plantan nuevos viñedos y trazan el origen de lo que son hoy lugares como Altamira y Gualtallary.

Después de haber trabajado juntos en Catena Zapata, Jeff y Alejandro deciden en el año 2009 perseguir un sueño y ponen “Manos Negras” a la obra y a su bodega, como homenaje a los enólogos reales de toda la Argentina que se ensucian las manos haciendo vinos artesanales.

Desarrollan el concepto de bodega con viñedos de latitud que abarca toda la diversidad de terroirs regionales de la Argentina. Recorren la ruta 40 desde Salta, pasando por Mendoza, hasta la Patagonia, buscando las expresiones locales de cada varietal impregnados de la impronta que le aporta su propia región.

Del sueño de ambos y de la profunda amistad que supieron cultivar fue posible parir vinos como Manos Negras, Teho, Zaha y Tinto Negro, que se han ganado el corazón de los enófilos locales y han cosechado elogios por doquier en todos los países a los que han llegado.

Por suerte, queridos enófilos puntanos, en las vinerías de San Luis ya están ahí ansiosos y expectantes los diferentes varietales de Manos Negras listos para descorchar, siempre y cuando representen en nosotros momentos sublimes de disfrute y de placer mientras honramos la amistad. ¡Salud!