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Hidroponia: un mercado que crece con verduras frescas

Marcela Lacerda y Lucas Gutiérrez producen verduras de hoja verde, que son las que más salida tienen en el mercado puntano. Lo hacen con soluciones acuosas como soporte de la raíz en un invernadero que tienen en un predio de El Trapiche que les prestó una amiga. Aseguran que venden sus productos a un precio módico y que por no tener pérdidas, siempre es más económico.

Por Magdalena Strongoli
| 16 de septiembre de 2018

Cuando el trabajo es pasión, no hay sueños imposibles. Ésa es la historia de Marcela Lacerda y su compañero de vida, Lucas Gutiérrez, quienes se conocieron en San Luis y además de un hogar crearon un proyecto de producción de verduras de hojas verdes hidropónicas llamado "Aqua Sativa".

 

Ellos usan como sustrato el agua en lugar de la tierra. Hace un año, en El Trapiche, construyeron un invernadero de 35 metros por 10 en el que producen cerca de 4.000 plantas por semana en época de cosecha. Venden en distintos comercios de la ciudad de San Luis y a particulares por pedidos que reciben a través de las redes sociales, en las cuales son muy activos. Además, en abril de este año recibieron el premio al mejor emprendimiento productivo otorgado por la Cámara Argentina de Medianas Empresas (CAME), que destaca a los jóvenes emprendedores.

 

Ellos solo son dos para hacer todo. Son los comerciantes, productores y obreros. Para bajar los costos, lo que les permite vender a un precio módico, lo que no saben lo aprenden.  Él es doctor en química y dicta diferentes materias en la Universidad Nacional de San Luis. Ella es maestra de Nivel Inicial. Ambos, de lunes a viernes por la mañana trabajan en sus profesiones. El resto del tiempo lo dedican a las tareas dentro del invernáculo y a hacer las entregas. "Hace cuatro años que empezamos a producir verduras en agua. Tenemos un invernadero de seis metros cuadrados en el patio de nuestra casa. Ése lo usamos como laboratorio. Allí probamos los diferentes cultivos que podemos hacer mediante hidroponia. Por ahora producimos los de hoja verde, porque son los que más compra la gente", aseguró Lucas sobre las estrategias que emplean para el crecimiento del emprendimiento, que a futuro no tendrá posibilidades de invertir en más estructura dada la realidad que vive el país. Pero aseguran que nada los detendrá y que piensan seguir firmes en su proyecto.

 

Muy cerca de la rotonda que está en el ingreso a El Trapiche se encuentra un predio que unos amigos le cedieron a la pareja y es donde armaron una estructura de hierro que está revestida con nylon y mallas que previenen el ingreso de insectos. Dentro del invernadero hay alrededor de 10 camas de madera que miden 1,50 metro de alto. Allí guardan el agua, que será la fuente de alimento de los almácigos.

 

"Los tiempos de producción varían según la planta y el clima. Hemos tenido en los últimos meses temperaturas bajo cero que no han contribuido al crecimiento de las plantas. Lo que sacábamos en seis semanas, en esta campaña llegamos a tardar 15. Además, las cantidades no son las mismas. Las hojas amarillas denotan que la planta se quemó producto de las bajas temperaturas”, explicó Lucas.

 

El sistema que utiliza el matrimonio se denomina raíz flotante. "Dentro de la estructura de madera se coloca un nylon negro grueso que contendrá  el agua. Sobre el agua flotan planchas de telgopor con orificios para que se sostenga la planta”, contó, al tiempo que recorría el espacio. “La elección del sistema estuvo basada en la idea de que en piletas de ese tipo la temperatura del agua, tanto en invierno como en verano, iba a conservarse en su punto ideal, que tiene un mínimo de 10 y un máximo de 30 grados. Finalmente eso no sucedió, pero de todas maneras las plantas lo resisten muy bien”, explicó Lacerda, quien lamentó que el actual haya sido un año muy frío en relación a otros inviernos.

 

“Probamos muchas de las técnicas que existen. Comenzamos a usar caños de PVC. Analizamos las ventajas y las desventajas y finalmente nos pareció que el sistema de la raíz mojada era el mejor”, contó Gutiérrez, y su mujer agregó que “no había diferencia en cuanto a los costos de inversión. Entre la madera y los caños plásticos había que evaluar solo efectividad”. Marcela asegura que ellos comenzaron a hacer verduras en tierra pero no tenían un buen sustrato, lo que los llevó a pensar en la posibilidad de producir en agua.

 

Según estos emprendedores, producir en agua no cambia demasiado a hacerlo en tierra, sin embargo con la calidad sí se hace una diferencia. “Una planta nuestra de lechuga que pesa alrededor de 600 gramos en los comercios la venden a no más de 30 pesos. No es cara si nos ponemos a ver las diferencias con el cultivo que se hizo en tierra. La planta hidropónica llega a la mesa con la raíz, lo que hace que el producto dure más. La lechuga fresca podés consumirla una semana después y conserva su calidad. El sabor es muy diferente también, con una hoja crujiente”, detalló Marcela, quien destacó que como no usan pesticidas, nutricionalmente son más sanas.

 

Como todos los productores, son junto con los consumidores uno de los eslabones más sensibles en la cadena de la comercialización. "Nosotros tratamos siempre de mantener el mismo precio para el comerciante que para el particular. Son muy necesarios, ya que nos ayudan a llegar a la gente de manera masiva. En algunos casos hemos visto que a pesar de que nosotros no aumentamos los precios, ellos sí lo hacen para la venta al público", dijo Gutiérrez con un poco de tristeza, ya que ellos buscan siempre cuidar el bolsillo de sus clientes.

 

Además acotó que las variables en el precio de las verduras con las que compiten es mucha. "Hay momentos del año en que lo que producimos en agua es más barato que lo que traen de otras provincias. No solo por el precio, sino también porque con nuestra mercadería no hay desperdicio, ni para el verdulero ni para la señora que la consume en su casa", aseguró, y agregó que las hojas verdes de "Aqua Sativa" no necesitan estar refrigeradas. "Parece una cosa menor, pero hoy la luz está muy cara, por lo que los comerciantes ahorran buena cantidad de energía".

 

En cuanto a la parte productiva, el licenciado en química contó que no existe disparidad, “ya que en la hidroponía se ponen en el agua todos los elementos que existen en el suelo. Lleva fertilizantes, tal como hacen los productores tradicionales cuando usan el sistema de riego por goteo en menor cantidad”, contó Lucas, quien destacó que no hacen un trabajo agroecológico por las condiciones productivas en las que trabajan, “pero poner, por ejemplo, un nitrato sintético es lo mismo que usar el nitrato que tiene el guano de cualquier animal”, explicó para aclarar que venden productos en los que se usan químicos, pero sobre el cual también realizan un manejo integral con plagas. “En ese tratamiento trabajamos en la prevención como eje más importante. Para eso en las ventanas del invernadero tenemos mallas antiáfidos, que es como la tela mosquitera pero con agujeros casi imperceptibles. La higiene es muy importante. Por ese motivo los suelos, que son de tierra dentro del invernadero, los tenemos libres de malezas para que no proliferen. No obstante el hecho de que tengan que subir hasta donde está la planta es otra barrera natural que tenemos contra esos problemas”, explicó el hombre de 34 años, nacido en Villegas, provincia de Buenos Aires.

 

Siempre producir bajo cubierta trae  mayores beneficios. “Los materiales para hacer un metro cuadrado de invernadero son muy caros. Para abaratar costos lo armamos entre Lucas y yo. Solo trajimos gente para hacer los trabajos de albañilería y para armar los caños, que eran muy pesados para levantarlos entre dos personas”, contó la maestra jardinera, quien trabaja en Río Grande, en una escuela rural en la que tienen huerta y de la que ella participa activamente para aportar sus conocimientos y hacer verduras en tierra.

 

En las camas de producción tienen lechuga crespa y mantecosa, espinaca para ensalada y rúcula, que según contó Lacerda es lo que más han comenzado a consumir los puntanos en el último tiempo. “Nosotros recomendamos que laven las verduras como cualquier otra. Sin embargo, al no estar en tierra, las hojas salen limpias por lo que conocemos personas que la preparan sin limpiarlas”, dijo Marcela, que hablaba con la revista El Campo mientras cortaba hojas de rúcula de la planta sobre las camas de producción y comía sin ningún aderezo por su sabor genuino.

 

Las plantas tienen un proceso de preparación antes de dar raíces para sumergirlas en agua. “Las semillas las compramos en Mendoza y las colocamos en pequeños cuadrados de goma espuma. Esperamos a que crezcan un poco y empezamos a armar plantines que luego pasan al telgopor con agua. Ninguno de los procesos usa tierra. Todo es en agua”, describió Marcela sobre cómo es hacer verduras hidropónicas. “No podríamos usar tierra ya que tiene patógenos que pueden matar el plantín. Siempre es bueno usar un sustrato inerte”, comentó Lucas, y agregó que la alternativa que utilizan para hacer almácigos es la más barata y la más fácil de conseguir.

 

Flores de caléndulas, tomates, pimiento, cilantro y perejil fueron algunos de los cultivos que probaron en su invernadero experimental. “Nosotros tenemos que competir con los precios de verduras que vienen de otras provincias y que se compran a precio mayorista. Hacer tomates hidropónicos nos lleva seis meses y eso tiene un costo que no estamos seguros de que el consumidor esté dispuesto a pagar", contaron sobre sus comienzos, y agregaron que con la hidroponia es posible hacer de todo pero que ellos eligieron producir lo que mejor valor de reventa tiene.

 

"Ofrecemos un producto verdaderamente rico y que dura. Pasa, sobre todo con la rúcula, que no se llega a consumir toda ya que rápidamente la hoja se pone amarilla. Con la nuestra eso no pasa. Toda la planta se consume hasta el final como si estuviese recién cosechada. También en San Luis es difícil conseguir espinaca para ensalada, por lo que le damos a los vecinos una nueva alternativa", destacó Lacerda sobre las bondades de lo que producen en un pequeño campo a tan solo 40 kilómetros de la ciudad de San Luis.

 

 

Su primer reconocimiento

 

En abril de 2018 recibieron un premio de la CAME, que reconoce a los jóvenes emprendedores. Ellos fueron los ganadores en la categoría de Desarrollo Productivo. "Competíamos con dos empresas de distintos rubros. Nosotros ganamos el primer puesto", contó Lucas con orgullo indisimulable.

 

La competencia se realizó en la ciudad de Buenos Aires y compitieron con proyectos de todo el país. "Un conocido que trabaja en la CAME nos sugirió que nos presentáramos para conocer gente e intercambiar conocimientos. Así fue que nos anotamos y recibimos la sorpresa del premio mayor".

 

Por recibir el reconocimiento no accedieron a una recompensa económica, pero igual están felices. "Para nosotros está muy bueno que vean el trabajo y el esfuerzo que le ponemos a nuestro emprendimiento. También logramos hacernos conocidos no solo en San Luis sino también a nivel nacional.

 

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