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Pasan los años y la impunidad sigue

Por redacción
| 18 de julio de 2017

A las 9:53, del 18 de julio de 1994 un coche bomba explotó frente al edificio que la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) tiene sobre la calle Pasteur al 633, en el barrio porteño de Balvanera, causando 85 muertes y cientos de heridos. Fue el mayor atentado terrorista que registra la historia argentina y es la muestra más lacerante de la impunidad, porque 23 años después, la Justicia aún no ha logrado dilucidar el caso.

 

Las palabras de Agustín Zbar, titular de la AMIA, tienen mucho del pensamiento de todo un país, cuando dijo que “gran parte de la verdad” sobre el atentado terrorista contra la mutual judía “está en el expediente”, pero lamentó que “no se avanza”. “La impunidad destruye la confianza en el sistema de Justicia, agrava el daño ya cometido a las víctimas y a la sociedad y abre el camino para que el delito se vuelva a cometer. En la causa AMIA la impunidad es saber que gran parte de la verdad ya está en el expediente y no podemos avanzar más”, sostuvo el dirigente comunitario.

 

La falta de justicia en la causa por voladura del edificio es una herida sangrante. “Sabemos quiénes ordenaron y ejecutaron el atentado, pero permanecen sin castigo. No debemos permitir que la verdad alcanzada se diluya en teorías conspirativas y pactos espurios que benefician a los criminales”, destacó. Y agregó: “Durante estos 23 años la sociedad fue comprendiendo que si bien el atentado tuvo un claro móvil antisemita, fue también un atentado a la Argentina. Entendimos que el terrorismo no discrimina entre razas y religión”.

 

Más de veinte años después, el terrorismo ha exportado sus prácticas a cada gran ciudad de Europa y los atentados se suceden con una frecuencia que lastima y una desolación que genera angustia: Madrid, París, Londres, Berlín, Bruselas o Manchester, son sólo algunos nombres en una larga lista que cuenta muertes de inocentes, destrucción, barbarie y lo más bajo de la condición humana.

 

Hace casi dos años y medio, un 18 de febrero de 2015, aparecía muerto el fiscal federal Alberto Nisman, en su departamento de Puerto Madero. El fiscal alcanzó notoriedad por tener a su cargo precisamente la causa del atentado contra el edificio de la AMIA y más tarde, por solicitar el procesamiento de Mauricio Macri (entonces jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires)  y otros funcionarios suyos como Jorge Fino Palacios -también procesado por Nisman como encubridor del atentado contra la AMIA-, atribuyéndoles la organización de un sistema de espionaje de ciudadanos que incluía a familiares activistas de la causa AMIA, y también por denunciar a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a otros, atribuyéndoles la intención de encubrir a un grupo de sospechosos en la causa AMIA mediante la firma del memorándum de entendimiento Argentina-Irán, que establecía un mecanismo para interrogar en aquel país a los imputados de esa nacionalidad.

 

Aún existen serias dudas acerca de si la causa de la muerte de Nisman fue un suicidio o fue un homicidio. Lo concreto es que el fiscal había solicitado el procesamiento de los últimos dos presidentes de la Argentina.

 

Lo concreto es que 23 años después no se sabe quiénes fueron los responsables de la voladura de la AMIA, lo concreto es que no se saben las causas de la muerte de Nisman. Lo concreto es que pasan los años y la impunidad continúa como una mancha imborrable para la sociedad argentina. Lo concreto es lo que se ve, se respira, se sabe. Lo que falta es justicia, de una vez y para siempre.

 

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