16°SAN LUIS - Martes 23 de Abril de 2024

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“La economía política es siempre para adelante, nunca para atrás”

Una charla sobre la situación del país, la avidez de la gente por saber de economía en época de crisis y el déficit 0. El economista de las explicaciones simples analiza uno de los peores momentos sociales de la democracia.

Por Miguel Garro
| 15 de octubre de 2018

Cuando camina por la calle –una actividad que hace cada vez menos- y se encuentra con gente pidiendo dinero –algo que lo sorprende cada vez más-, Juan Carlos de Pablo no se alarma. Y tiene una conducta clara: si es un chico, le da; si es un adulto, primero indaga las posibilidades de trabajo, las razones por las que llegó a esa situación, compara estadísticas y líneas ascendentes, hasta que finalmente, también le da.

 

El economista que durante dos años ocupó la variopinta mesa de “Animales sueltos” (en su etapa estaban también el encomiable Jorge Asís, el dislocado Eduardo Feinmann y el más centrado Sergio Berensztein), tiene una capacidad forjada a lo largo de los años: explica una ciencia aparentemente difícil de manera simple. Y para llegar a eso se apoyó en al menos dos prácticas usuales.

 

La primera es usar la muletilla “¿se entiende?” cada tanto, como para demostrar cierta preocupación en que su interlocutor siga el relato, por más que quien lo escuche diga que sí siempre, a veces con sinceridad, a veces abrumado por la forma y las palabras de De Pablo. La otra característica –quizás más efectiva- es personalizar los ejemplos: “Un tío lejano mío tenía una panadería…” podría ser una frase usual para explicar el índice Merval, la poca capacidad de ahorro y la historia económica de la Argentina. Aunque sea probable que el tío lejano de Juan Carlos no haya tenido nunca una panadería o De Pablo no haya tenido nunca contacto con un tío lejano.

 

“El capitalismo tiene estas cosas”, dice a modo de chanza cuando en cualquiera de las conferencias que da en todo el país le sirven café a él y no al resto del auditorio. No es una burla, es una forma de pensar la vida en términos económicos.

 

 

 

—¿Por qué parece que en el sistema financiero argentino no hay lugar para las pymes?

 

-Porque es un sistema chiquitito. ¿Por qué? Porque desde hace años se ha castigado sistemáticamente el ahorro en pesos. Yo nací el 25 de noviembre de 1943. Antes que cumpliera un mes, un tío materno, padrino de bautismo, salió corriendo a la caja de ahorro, abrió una cuenta con la famosa libretita amarilla y puso, como éramos de clase media baja, el equivalente de hoy a 250, 300 dólares. Una fortuna. Se lo llevó la inflación. Así fue toda la vida en este país.

 

—¿No cree que hayamos cambiado en algo?

 

—El ahorro es un valor en todo el mundo, pero parece que acá no. Yo tengo tres nietos. Si les llego a decir ahora “no se preocupen porque el día que ustedes nacieron hice un plazo fijo en pesos a 18 años para financiarles la universidad”, los pibes van a decir ‘mirá este pobre viejo, se volvió loco’.

 

—Hablábamos del tamaño del sistema financiero…

 

—El sistema financiero es chiquitito y es difícil que aumente. Todos tenemos dólares, mucha gente tiene dólares, pero fuera de un sistema formal. ¿Se entiende?

 

—Que las empresas no muestren su situación financiera, económica y patrimonial ¿Puede ser un impedimento para la salida al mercado de capitales?

 

—Cuando yo estudié en la facultad, hace algunos meses, mi profesor de microeconomía me explicó que el precio de las inversiones de las empresas se financian con fondos propios, a lo cual la ganancia es crucial. Y en aquel momento no se hablaba prácticamente del sistema financiero. Ahora se habla mucho del sistema financiero pero la situación es muy parecida. Y esto es una evidencia internacional. En Estados Unidos están más acostumbrados a salir a buscar crédito pero todavía el grueso de la inversión se financia con fondo propios.

 

—¿Entonces cuál es el futuro de las pymes en la política económica actual?

 

—¿Qué política…? Yo tengo una pyme. Somos tres: mi cuñado que cobra; mi secretaria, que hace los llamados telefónicos y yo. ¿Sabés qué es lo único que quiero? Que no me hinchen las pelotas, lo digo en latín porque soy un tipo fino. Nosotros le pedimos al Estado que nos cuide, que nos provea, que nos ayude y la verdad es que el Estado cobra muy caro y hace las cosas muy mal. Es exactamente al revés lo que le tenemos que decir. Tenemos que pedirles: “Por favor bájeme los trámites al cuete”.

 

—¿Influyó en el rumbo económico la investigación de los cuadernos?

 

—Sobre el caso de los cuadernos yo tengo que decir lo siguiente: pretender creer que los K fueron un par de angelitos y que la Cámara de la construcción fue el esquema que ahora conocemos, es no pensar. Fue al revés. El juez Bonadío tiene que hacer su trabajo… yo puedo entender a un empresario diciendo: “No entré”; a otro diciendo: “No tuve el valor para entrar”; a otro: “No tenía ganas y entré”, todo se entiende. Es en el resto del sector público donde hay intervenciones específicas, potencialmente hay quioscos.

 

—¿Cómo funcionan?

 

—Supongamos que hoy en la Aduana tenés que mover un contaeiner ¿Te creés que no tenés que poner unos mangos para sacarlo?... Juego guita que sí. Entonces acá hay una tarea, para ser congruente con el resto del sector público, de revisar todos los trámites que hay que hacer para mover un camión de soja de un lado a otro y para hacer otros trámites. La solución es no pedirle más cosas al Estado. Hay que pedir que el Estado nos saque cosas. ¿Se entiende?

 

—En ese contexto cualquier pyme se puede sentir desprotegida

 

—Todos estamos a merced de millones de cosas. Un tachero, el dueño de un taller, la gente en una universidad, un diario, todos gozan de mi más absoluto respeto. Es muy difícil hacer algo acá en la Argentina. Lo que digo es: ya bastantes problemas tenemos con los problemas. Si encima le encargamos más cosas al Estado… Los funcionarios, cuando vos le pedís cosas, siempre te dicen que sí, no te van a decir ‘No, mirá no puedo’. Y después…

 

—¿Cuál es el problema con el Estado?

 

—El Estado cobra muy caro por servicios muy malos, entonces hay que encargarle poca cosa. Cuando fui a la escuela primaria, mi maestra me dijo que el Estado estaba para proveer defensa, seguridad, salud y educación. Basta. Ahí. Después viene la vivienda, esto, lo otro, los derechos… ¿Qué tenemos? Un Estado al que le encargamos tantas cosas que no hace nada. Yo le digo al Estado: dame la salud básica, razonable; la educación, la seguridad y después, una vez que empezás a hacer, hablamos.

 

—¿Cómo ve la situación de San Luis?

 

—Eso lo saben en San Luis. Voy seguido a San Luis a dar charlas, a Villa Mercedes, a la Universidad Católica pero los que saben cómo está la provincia son los habitantes. Cuando voy a San Luis hablo de Formosa o Tierra del Fuego, y cuando voy a Tierra del Fuego, hablo de San Luis. De todos modos, tengo que decir que muchas veces lo que veo es que todos tienen teorías de que todo son diferentes. ¿Tendrán problemas diferentes a otro sector que exporta que está en San Juan? No lo sé. Sí creo que hay razones objetivas, como el tema del transporte por ejemplo. Si una provincia está más lejos, tiene una razón para buscar una solución. Algo puede tener que ver con el producto que hacés, dónde vendes y eso.

 

—¿Es posible el déficit “cero" para el año que viene que se propuso el gobierno nacional?

 

—Es inevitable, no posible. Inevitable porque cuando no te prestan… chau. Lo sabía mi vieja, que fue a la escuela primaria y lo sabés vos que me lo estás preguntando. Porque si no tenés cómo financiar la deuda, chácate.

 

—¿Cómo hará el Gobierno para llegar a eso?

 

—Está laburando. Porque no tiene más remedio. La vieja teoría que dice que no se puede gastar más de lo que se tiene es así. El país lo hace porque tiene un abuelo que lo financia. Pero ahora llegó un telegrama: “Se murió el abuelo”. Cagamos. No es una cuestión de escuelas económicas: ‘¿Usted a qué escuela pertenece?’ Eso es una boludez. Ahora, lo más interesante es saber si equivocaron o no el 10 de diciembre de 2015 porque en aquel momento había alternativas. Pero yo eso se lo dejo a los historiadores.

 

—¿Por qué?

 

—Porque la política económica es siempre de acá para adelante, no para atrás. De acá para adelante.

 

—El déficit se puede financiar con emisión, con deuda, con reducción de gastos o incremento de impuestos ¿Cuál…?

 

—(Interrumpe) O le sacás impuestos. Si vos tenés déficit, o emitís deuda o emitís pesos. No hay otra cosa. A un señor, David Ricardo, le preguntaron hace 200 años qué hacer, y dijo ‘es lo mismo’. ‘¿Cómo?’, le preguntaron. Si vos emitís dinero tenés un efecto; si emitís un título la gente sabe que en algún momento vas a tener que rescatar el título y tiene que aumentar el ahorro y, bajo ciertas condiciones, es exactamente igual. Esas condiciones son tan extremas que nadie las baja. De cualquier manera, ese debate no me gusta.

 

—¿Cuál es el problema concreto que tenemos los argentinos con la economía?

 

—Es muy sencillo. La historia muestra que el gobierno de turno, no importa la bandería política, se gasta lo que tiene, lo que no tiene y lo que le entra. Y las cosas se terminan cuando se muere el abuelo, por eso las crisis son tan intensas, ¿se entiende? Acá no hay ningún debate intelectual, no un cambio de opinión. Hay un cambio de circunstancia.

 

—¿Recuerda momentos de bonanza?

 

—Cuando Argentina recupera el PBI crece más 9. Bien ¿Por qué? Porque cayó menos 8. Cuando yo agarro 40 años para atrás y pregunto ¿cuánto crecimos? Dos. ¿Y el resto del mundo? Tres. Y en 40 años la diferencia entre 2 y 3 es una pelota inmensa. Insisto, no es un problema político. Vos escuchás que los noruegos guardan, que los chilenos guardan. En la Argentina andá a decirle a alguien “¿por qué no guarda?”. “Nooo”, te responden. “Porque resulta que al hospital de la esquina le falta gasa y hay una jubilada a la que el marido le pega”. Siempre tenés 32 razones para gastarte todo. Esa es la historia de la Argentina. ¿Funcionamos así? Listo. Sigamos así.

 

 

 

—¿Cree que la sociedad entiende a los economistas cuando hablan por televisión?

 

—La mayoría no pero no es un problema de la sociedad, es un problema de los economistas, que son unos tarados por cómo hablan. Hablan entre ellos. Buena parte de los tipos que hablan así, ni ellos saben lo que están diciendo. Después hay otros que le están hablando a la tía y a la tía le duele porque le llegó la factura, entonces no se atreven a decirle ‘tía: hay que pagarla, dejate de joder’. Y después están los tipos que militan en partido político y le pegan a los otros. Los economistas, igual que los curas, los deportistas, son un grupo heterogéneo. Cuando dicen ‘los economistas’… ¿De qué están hablando? Hay de todo, hay caraduras. Yo me burlo cuando hacen pronósticos con decimales. 34˝, 4˝, dicen. ¿Cuatro? ¿De dónde sacaste ese cuatro? Son caraduras.

 

—Pareciera que no quieren que la gente entienda…

 

—Muchos dicen (imposta la voz) ‘los mercados…’ ¿quiénes son los mercados? ‘Wall Street dice...’. ¿Qué? ¿Qué es Wall Street? Una calle. ¿Una calle habla? Yo en vez de mercados conozco seres humanos que compran y venden. Entonces hay que explicar bajo qué condiciones. Si vos personalizás, entendés.

 

—¿La clave es personalizar?

 

—Es una de las cosas elementales que tienen que saber los economistas para que las cosas se entiendan. Entendamos un proceso decisorio, después empezamos a hablar. Lo que digo de los economistas lo digo de los políticos. Si te interesa la política, no te alcanza las 24 horas para escuchar las cosas que dicen. Si no te interesa, cambiá de canal porque no hay ningún dato ahí. El presidente dice que la cosa va a mejorar ¿qué carajos quiere que diga? En todos los países del mundo los presidentes dicen eso.

 

—¿En qué momento se dio cuenta de que los economistas hablaban para ellos?

 

—Desde que el mundo es mundo, sólo que la atención pública cambió. Yo soy un producto de las circunstancias: ingresé a la radio a finales de la década del 60, cuando volví de Harvard y me puse a laburar en FIAT. Horacio de Dios, que tenía un programa en radio Continental, me empezó a llamar porque se pudría todo, la situación del dólar y todo eso. Empecé a hablar más o menos claro y empecé a salir más seguido. Ahora, economistas hablando por radio y televisión en aquel momento…

 

—¿Era otra realidad?

 

—El PBI se calculaba anual, no trimestral, ni mensual como ahora. Anual. Ahora parece que hay que llevar la política económica como si fuera un partido de fútbol: ‘A las 10:48, el dólar estaba a 40 pesos’. Todo eso, toda esa aceleración, en parte está relacionada con la realidad. Por ejemplo el Rodrigazo, en 1975, achicó los tiempos de una manera fenomenal. Fueron 20 días en los que vos estabas durmiendo y te habías acostado con pesos y te levantabas con que perdiste la tercera parte el poder adquisitivo. Si pasa eso, no hay explicar demasiado la economía de este país.

 

—¿La gente sabe más de economía de lo que cree?

 

—Cuando a mí alguien me dice que no sabe de economía, yo le digo que no tiene la nomenclatura económica, que es otra cosa y no tiene por qué tenerla. Yo sé lo que me pasa cuando me duele algo, pero no tengo la terminología médica, porque no soy médico. Yo le digo ‘usted sabe de economía porque si no, se hubiera muerto ayer’. Se levanta todos los días a pelearla. No hay mucha información en alguien que pueda decirse economista, no hay que perder el tiempo con eso. Hay que escucharme a mí y nada más. (Risas)

 

—¿Es una sensación o en los últimos tiempos en “Animales sueltos” estaba incómodo?

 

—Me lo han dicho varios, pero la pasé fenómeno. Con Fantino estuvo todo bien, sólo que cuando no tenía nada que decir, no decía nada. Yo estoy entrenando para escuchar, yo puedo escuchar media hora seguida, a menos que el otro sea un tarado y no me interese nada de lo que está diciendo. Por eso, en el programa cuando no tenían nada que decir, de repente estaba mirando para abajo o para otro lado y la gente pensaba que estaba embolado, pero nada que ver.

 

—Tal vez si trabajaba este año tenía más cosas que decir.

 

—No lo creo porque cambió el carácter del programa. Yo laburé muy bien en 2016, con buena guita, buen rating; a comienzo del 2017 empezamos a negociar y se vendió la productora y la nueva productora hizo un programa periodístico. Y ahí no tenía nada que hacer. Con Fantino terminé muy bien y cada tanto me invita a un mano a mano.

 

—¿Por qué dejó de hacer su programa en el cable?

 

—Después de 24 años me quedé sin auspiciantes, sin canal, así que me fui a mi casa convencido de que el mundo no podía sobrevivir sin mis explicaciones…

 

—Que no podría entender la economía…

 

—Pero parece que la entiende.

 

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