Inusual, extraño, sorpresivo. Lógico. Doloroso. Por primera vez desde 1949, no hubo un ganador del Premio Nobel de Literatura, concedido cada año por la Academia Sueca en Estocolmo. Tradicionalmente, el galardón es anunciado el primer jueves de octubre en la Casa de la Bolsa, en la ciudad vieja de la capital sueca.
En mayo la Academia informó que la premiación se posponía un año, después que saliera a la luz un escándalo de agresión sexual por parte de un ciudadano francés, cercano a la institución y casado con una de sus integrantes, en plena tormenta del movimiento #MeToo.
La historia concederá un enorme y merecido lugar de privilegio, a #MeToo; por haber sido el primer movimiento en defensa de los derechos de la mujer, que logró llegar con sus denuncias y condenas, hasta las más encumbradas figuras de la política, la ciencia, las empresas, el cine (donde comenzó), el deporte y el arte.
#MeToo es un emergente cultural de la segunda década del Siglo XXI. Una fuerza que arranca las máscaras de los abusadores, a través del coraje público de las víctimas. Es el límite que muchos aún no percibieron. Aunque todas las semanas, desde hace un año, un nuevo caso notorio llegue a los titulares. La Academia que concede el Nobel de Literatura, es “uno más” de los centenares de estructuras y de personajes, en los que el silencio cómplice, fue reemplazado por la acción, el escándalo, y, notablemente, por la Justicia.
La Academia, un símbolo de la elegancia, quedó hecha pedazos como consecuencia de la gestión de la crisis, ante la partida de varios de sus titulares, lo que la privó del quórum necesario para funcionar.
Cada año, el anuncio era retransmitido en directo por la televisión sueca al mundo entero. Los autores que aparecen en las apuestas -a menudo más equivocadas que acertadas-esperan ansiosos, pendientes en todo momento del teléfono, a la espera de la llamada de la Academia, mientras que sus editores preparan el aprovisionamiento de las librerías y la famosa solapa de la tapa con el título de "Premio Nobel”. Pero 2018 no fue así.
Las consecuencias (en cada caso), muestran la realidad de inmediato: “Probablemente perderemos al menos 500.000 coronas (unos 50.000 euros; 55.200 dólares) con esta historia, es nuestro volumen de negocios habitual del Nobel”, lamentaron desde la gran librería independiente “Hedengrens” de Estocolmo. En el 2017. Con Kazuo Ishiguro, el ganador, “Hedengrens” vendió miles y miles de ejemplares en inglés, en sueco, en francés, en alemán, español, y cuantas lenguas puedan enumerarse.
El Nobel de Literatura es una tradición tan genuina como el de las otras disciplinas. Una tradición golpeada severamente por el escándalo que denunció #MeToo. A falta de premio, los académicos aún activos esperan poder elegir nuevos miembros, una condición indispensable para empezar a abordar la concesión del Nobel y seleccionar a los dos laureados que se anunciarán en 2019.
Ese “Día de la verdad”, como lo describió la prensa sueca, puede haber definido el destino de Katarina Frostenson, esposa de Jean-Claude Arnault, el francés de 72 años condenado en la misma semana a dos años de prisión por una violación cometida en 2011, pero que no salió a la luz hasta noviembre de 2017 a raíz del carácter viral y globalde #MeToo.
La pareja poseía un club cultural alternativo que recibía generosos subsidios de la Academia. Según el diario “Dagens Nyheter”, el rey Carlos XVI Gustavo, padrino de la academia, y la Fundación Nobel, exigen la partida de Frostenson.
El presidente de la Fundación Nobel, Lars Heikensten, dijo que esperaba que los académicos “sean capaces de resolver sus problemas” lo antes posible para restablecer la credibilidad del premio.
Símbolos de una época que registra todo, o casi todo. Símbolos de una época en la que empezó a percibirse el límite.
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