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La piedra los lastimó, pero no los va a vencer

La revista El Campo visitó el noroeste provincial para conocer el estado en el que quedaron los cultivos hortícolas luego del temporal que azotó la zona el sábado 10. A pesar de haber perdido toda la papa y la cebolla, están dispuestos a empezar de nuevo.

Por redacción
| 25 de noviembre de 2018
Se acabó. Hasta la próxima siembra los productores Coa (foto)y Ayarache no podrán obtener ganancias por la venta de cultivos.

A los productores hortícolas de las localidades de San Miguel y de Candelaria les va a costar olvidar la noche del sábado 10 de noviembre. Una especie de tornado, acompañado por piedras enormes borró del mapa sus plantaciones. No les quedó nada. Fue el caso, entre tantos otros que mezclan frustración y dolor, de tres vecinos de la zona que ante la caída de granizo en algunos casos perdieron toda la verdura que tenían sembrada.

 

Y más allá del problema puntual de esta tormenta, vienen de malos años de cosecha, con precios a la baja, que hacen que los recursos están acabándose. Sin embargo, son luchadores incansables que buscan de manera creativa sortear los obstáculos que, ellos mejor que nadie, saben que son parte de las reglas del juego cuando se trata de agricultura a baja escala.

 

Caprichos del destino: esa noche se iba a celebrar en San Miguel la tradicional Fiesta de la Rosa, que no solo se suspendió sino que obligó a todo el mundo a correr en busca primero de protegerse y luego de tratar de salvar lo que se pudiera de la producción, algo que nadie consiguió de manera efectiva.

 

Luis Velásquez fue uno de los grandes perjudicados, pero no el único, sus amigos Víctor Coa y Florencio Ayarache tienen una pequeña huerta como única forma de sustento económico. Ellos alquilan una parcela dentro del Establecimiento El Milagro, que está ubicado en la ruta nacional Nº 79, kilómetro 17. Allí tenían 11 hectáreas sembradas con papas, cebollas y sandías, que hoy brindan un panorama desolador de raíces arrancadas y troncos maltrechos.

 

Era muy fácil detectar al ingreso a las parcelas, que estaban ubicadas a 200 metros de la tranquera, que algo no había salido como lo esperaban. Un intenso olor que se asemejaba a una mezcla entre la intensidad del ajo y el dulce que se siente al entrar a una cocina en la que se está haciendo cebolla, se sentía en el ambiente.  Al acercarse a la plantación, las respuestas del aroma en el ambiente dejaban paso al estupor. Las piedras, del tamaño de huevos caseros, había perforado las primeras capas del bulbo, que al momento del incidente climático comenzaban a mostrar la mitad de la cabeza. El calor de la siesta, en la hora en la que la revista de El Campo visitó el predio, era arrasador. Se sentían los más de 30 grados en el ambiente, que se combinaban con un suelo que a pesar de la lluvia mostraba su costado más árido. Ya no quedaban dudas: era la cebolla rota que, expuesta al sol, se pudriría en unas cuantas horas más.

 

 

Las caras de los productores lo decían todo. Habían hecho una gran inversión que ahora les será difícil recuperar. "Sembramos cuatro hectáreas de cebolla y papa y tres de sandía. Tenemos algo de ajo que venderemos, y en el caso de la papa servirá como semilla para el próximo año, lo que al menos será un ahorro. Con la cebolla tenemos pérdidas totales. Esa clase de verdura, en ese estado, no la quiere nadie en el mercado. Sabemos que hay diferentes industrias que la procesan, pero no contamos con la maquinaria para hacer esos trabajos", dijo Coa con cierta desesperación, ya que vienen de años de heladas que tampoco ayudaron al desarrollo de los cultivos.

 

"En 2015 tuvimos excelentes rendimientos, pero lamentablemente el precio de la cebolla estaba por el piso. Es decir que no pudimos hacer diferencia en plata", agregó Ayarache, que tiene una sociedad con Coa que los ayuda a alquilar campos más grandes y sembrar mayor cantidad de hectáreas.

 

Hace más de 10 años que los productores y sus familias llegaron desde Bolivia para instalarse en Candelaria. En ese momento decidieron trabajar de lo que más conocen, que es cultivar la tierra. Armaron un pequeño mercado que abastece a los pequeños y medianos  almacenes de los pueblos de la zona y otro poco venden fuera de la provincia. "Las localidades en las que repartimos son San Luis, Naschel, Tilisarao, Concarán y Merlo dentro de la provincia, pero también llevamos algo a Río Cuarto. Desde el norte, de localidades de La Rioja, vienen algunos clientes por el precio que les ofrecemos", contó Ayarache, quien aseguró que el hecho de que hagan verdura en la zona repercute en un beneficio para todo San Luis.

 

La tormenta se desató cerca de las 20 y el tamaño de la piedra varió según el lugar. Fue un día del fin de semana, por lo que no había nadie en las parcelas. Al otro día pasaron para ver el estado de las plantas y el diagnóstico fue contundente: habían perdido casi la totalidad. Solo el ajo, que por otra parte cuesta monedas, lo ofrecerán para la venta al público. "La inversión que hemos hecho fue de 250 mil pesos solo para cultivar cebolla. En el caso de la papa trajimos la semilla certificada desde Mar del Plata. La bolsa de 50 kilos costó 600 pesos y compramos alrededor de 200. Para plantar la sandía hemos gastado 16 mil pesos. A eso hay que sumarle el alquiler del lote, más los tractores que han trabajado la tierra y la mano de obra", enumeró Coa, que conoce cómo administrar los recursos aunque en este caso pedirán ayuda al Estado provincial, ya que no saben qué hacer para recuperar aunque sea una parte de lo perdido.

 

Los productores dicen que la bolsa con 20 kilos de cebollas se vende en el mercado a 130 pesos. Un número que para ellos era más que bueno.

 

La producción de cebollas que tienen es de larga duración, por lo que fue sembrada en febrero y al momento de caer la piedra le faltaba no más de dos semanas para la cosecha.

 

"Esa variedad tiene mayores rendimientos. Nosotros solemos cosechar 3.600 bolsas, que representan unos 12 camiones, es un gran movimiento también para la zona, mucho empleo indirecto. Con la papa hacemos dos siembras al año y después, en mayo, plantamos algunas verduras de estación como lechuga o repollo", explicó Coa sin dejar de mirar los surcos.

 

 

La cronista dejó atrás el campo El Milagro en dirección a otra pequeña parcela, en la que también había cebollas y que es propiedad de Fernando Coronel. El campito está a unos pocos kilómetros del ingreso a Candelaria. Además de la verdura, tenían sandía y melón que ocupaban una hectárea y media. Si bien habían podido cosechar más de diez bolsas de cebollas tempranas, el resto de la producción no corrió la misma suerte. "De la variedad de rama corta sacamos la totalidad de la producción, aunque aún no contabilizamos cuánto es", cuenta Fernando.

 

La de rama intermedia, que es del mismo tipo de la que tiene Coa, sufrió los embates del granizo. Aunque en el caso de Coronel, las pérdidas no fueron totales. "Calculamos que de la producción del bulbo vamos a poder rescatar el 30 por ciento", estimó el productor, quien aseguró que ese sábado la piedra cayó en toda la zona pero con diferente intensidad, por lo que en algunos casos podrán recuperar lo invertido.

 

Ahora comenzarán a levantar la verdura de las hectáreas afectadas por el granizo y sabrán a ciencia cierta qué es lo que podrán vender y qué no. "Le faltaban alrededor de dos semanas. Ahora las pérdidas van a estar en un 60 por ciento", dijo el hombre, que hace alrededor de 12 años que vive en Candelaria.

 

Fernando adelantó que para esta temporada venderá lo que pudo recolectar más algo que le quede de la cebolla golpeada  y rezar para que las inclemencias del clima no vuelvan a afectarlo. "La fruta que tenía plantada era muy chica por lo que la arrancó de raíz y perdimos todo. Fue una lástima".

 

Luis Velázquez vive con su madre, su mujer y su hija en el barrio Estación de Candelaria. Su fuente de trabajo es la venta de verduras que produce en el fondo de su casa ubicada sobre la calle Ejército de los Andes y es parte del Plan Solidario. Este año no estuvo exento del granizo que se llevó todo lo que había sembrado en una superficie de no más de media hectárea.

 

Remolacha, zapallitos y maíz, todo lo que Velázquez plantó para entregarle a los comercios del lugar, que son los que le compran al pequeño huertero a un precio accesible que les permite ganar a ambos.

 

Luis fue el único de los que la revista El Campo entrevistó que pudo ver la tormenta. Contó que estaba adentro de su casa, sentado alrededor de la mesa acompañado de su mujer cuando a través de la ventana pudieron detectar, en pocos segundos, como se armó en el cielo una nube negra. Velázquez advirtió a su pareja que eso parecía un tornado, por lo que salieron a cerrar persianas. Pero no alcanzaron a terminar que la piedra comenzó a caer en seco. "El granizo tenía el tamaño de una pelota de golf y duró alrededor de tres minutos. En ese momento ya sabía que de mi huerta no iba a quedar nada", contó el hombre mientras recordaba lo pintoresco que estaba su vergel antes del desastre.

 

Ante la consulta de como hará para conseguir sustento esta temporada, Velázquez explicó: "Alquilé dos hectáreas cerca de la entrada a Candelaria y ahí voy a hacer maíz, lo que me va a permitir recuperarme económicamente. Además por la mañana hago algunas horas en el Plan Solidario".

 

Acelga, cebolla de verdeo, lechuga, zapallo del tronco... no quedó nada, pero el hombre que tiene la filosofía de que cuando Dios te quita, luego el doble vendrá, contó que seguirá adelante. "Hace tiempo que trabajo y ya tengo mis clientes, a los que le venderé la producción de maíz que saque hasta que llegue la temporada de invierno, en la que volveré a sembrar verdura", explicó Luis, quien sale a hacer el reparto por los almacenes.

 

Extraña los tiempos de antes. El año pasado le fue muy bien. Sembró en un campito prestado tres hectáreas, por lo que las ventas que hizo fueron al por mayor. "Tres comerciantes de Quines venían y me compraban en grandes cantidades. Esta vez no será igual. Además los pronósticos advierten que el verano seguirá igual o peor. Así que no voy a arriesgarme y sembraré maíz para poder recuperar algo de lo invertido", dijo con fe y algo de resignación, ya que era poco lo que tenía en la huerta.

 

 

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