Hechos puntuales, no virtuales

En algunas oportunidades basta un hecho puntual claramente explicado para entender los límites, o la falta de ellos, a la hora de gestionar, publicar, publicitar o expresar opiniones “de valor” a través de las redes sociales.

Ocurre diariamente, pero no siempre la posibilidad de “descubrir” el entramado detrás de lo virtual se ofrece con tanta transparencia, como en un caso muy documentado en estos días en Estados Unidos: una mujer cuyo hijo nació muerto fustigó a redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram por seguir recibiendo publicidades relacionadas con bebés después de regresar a su casa desde el hospital.

Gillian Brockell, periodista del diario “The Washington Post”, dijo que si estos gigantes tecnológicos fueron lo suficientemente inteligentes como para saber que ella estaba embarazada, también deberían haberse dado cuenta de que había perdido el bebé.

Brockell compartió las malas noticias el mes pasado en un tuit. “Sé que sabían que estaba embarazada”, escribió a las compañías en una carta publicada a mediados de la semana en “The Washington Post” y Twitter. “Es mi culpa, simplemente no pude resistir esos hashtags de Instagram #30weekspregnant, #babybump. Y, ¡tonta de mí!, incluso cliqueé una o dos veces en los anuncios de ropa maternal que me aparecieron en Facebook”.

“Pero ¿no me vieron también googleando contracciones de Braxton Hicks, trabajo de parto prematuro y bebé no se mueve?”, agregó. “¿No notaron mis tres días de silencio en las redes sociales, algo poco común para un usuario de alta frecuencia como yo? Y luego el mensaje con palabras clave, tales como corazón roto, problema y muerte fetal y los 200 emoticones con lágrimas de mis amigos, ¿no es eso algo que puedan rastrear?”, se preguntó.

El vicepresidente de publicidad de Facebook, Rob Goldman, respondió a Brockell en tono de disculpa, lamentando su “experiencia dolorosa” con sus productos. “Tenemos una configuración disponible que puede bloquear anuncios sobre algunos temas que pueden resultar dolorosos, incluida la paternidad. Todavía necesita mejoras, pero por favor tenga en cuenta que estamos trabajando en ello y agradecemos sus comentarios”, escribió Goldman.

Brockell dijo que sabía que existía esa configuración, pero que no fue fácil de encontrar al principio, especialmente en medio de su dolor. “Nunca pedimos que nos mostraran anuncios sobre embarazo o crianza; estas compañías tecnológicas los activaron por su cuenta, según la información que compartimos”, escribió la periodista.

“Entonces, lo que estoy pidiendo es que haya desencadenantes similares para que eliminen estas cosas por su cuenta, según la información que compartimos”. Brockell agregó que después de bloquear las publicidades de bebés, recibió anuncios sobre cómo adoptar a un niño.

En la interacción con la web, las personas desarrollan una identidad virtual: un conjunto de datos que “identifican” los temas de interés de esa persona: qué lee, sobre qué temas escribe y se expresa; qué redes utiliza, con qué frecuencia y qué opina.

Esa identidad virtual es moldeada asimismo por las respuestas de la web acorde a ese perfil de identidad. Cuando se opera, interactúa, aprende o informa a través de medios digitales conectados a Internet; se acepta tácitamente que las huellas que cada individuo deja en su recorrido como “identidad virtual”, puede ser rastreado, estudiado e interpretado acorde al objetivo de cada compañía.

Cuando se acepta que la identidad virtual de un sujeto es “respondida” de manera automática e “interesada”, por cualquier compañía; no es posible pretender luego, un trato diferencial, si los datos no “cambian abruptamente”, la identidad virtual del sujeto.