No es cierto que siempre prevalece la célebre frase “La economía, estúpido” de James Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial de 1972. Sin embargo, en muchas ocasiones, el deterioro económico genera otras grandes problemáticas, difíciles de resolver. Por otro lado, vale la pena detener un momento la insoportable maquinaria electoral y realizar análisis independientemente de para quién se suman votos y para quién se restan. Muchas cuestiones exceden ese terreno y plantean dramas endémicos que padece la Argentina, que cada vez están más lejos de resolverse. Además, cabe ponerle contenido a tanto número disparado al aire; en el caso contrario, todo queda en un debate estadístico tan estéril como inconducente.
En octubre, y por sexto mes consecutivo, la producción industrial siguió cayendo: el bajón fue del 6,8%, respecto al mismo mes de 2017. También la construcción registró una caída similar, del 6,4%. Este es el impacto de la devaluación, la suba de la tasa de interés, la baja del consumo interno y la mayor inflación; en los primeros 10 meses, la industria acumula una caída del 2,5%. Asimismo, en lo que va del año, registró números positivos hasta abril y, a partir de mayo, fue cayendo con un pico del 8,1% en junio y un 11,5% en setiembre. Por las dudas, cabe aclarar que son cifras oficiales compartidas incluso en las publicaciones más afines al gobierno nacional. Está previsto, además, que siga cayendo la demanda interna.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en octubre 2018 —y en relación a igual mes del 2017— se contrajeron la industria textil (23,4%), los productos de caucho y plástico (17,2%), la metalmecánica (21,3%), automotriz (10,8%), el bloque de sustancias y productos químicos (6,5%), la industria del tabaco (1,1%), la edición e impresión (7,3%), el bloque de papel y cartón (3,7%), y los productos minerales no metálicos (4,8%). Además, el organismo señaló que la industria sufre una caída del 5,3% desde fines de 2015.
Queda bien expuesto, entonces, el daño al empleo, al consumo interno y al conjunto de la economía interna.
Según un estudio conjunto de Unicef y otras instituciones y universidades, el 48% de los niños, niñas y adolescentes en Argentina es pobre. Se trata de chicos de hasta 17 años, cuyos derechos son vulnerados y determinan situaciones de pobreza que van más allá de los ingresos percibidos en el hogar. Las categorías que se tuvieron en cuenta fueron educación, protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura y a un hábitat seguro. Los datos, por su parte, surgen de estadísticas oficiales.
La pobreza entre las personas menores de 18 años alcanza el 48%, 10 puntos por encima de la población en general (38%). Hay más de seis millones de niñas y niños que viven en estas condiciones en el país. Ese casi 50% corresponde a chicos que padecen la privación de al menos una de las seis dimensiones estudiadas. El 20% corresponde a privaciones severas como vivir en una zona inundable o cerca de un basural, no tener agua segura para beber o no haber ido nunca a la escuela entre los 7 y los 17 años.
La inequidad brota en todas las conclusiones. En educación es patética: un niño que está a cargo de un adulto que no ha completado el nivel primario tiene una probabilidad tres veces más elevada de estar privado en al menos uno de sus derechos básicos y fundamentales; comparado con otro que reside en un hogar, cuya persona de referencia ha completado la educación media. Abundan desigualdades de este tipo. Todas, desgraciadamente dolorosas.
Algunos siguen creyendo que, para combatir la inseguridad, basta una sesuda discusión acerca del calibre de las armas.
La frase del título pertenece a Sebastián Waisgrais, economista y especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Unicef Argentina.
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