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La bellísima ambigüedad del lenguaje

Cooltura estuvo en la función debut de “Gran Reserva”, el espectáculo con el que “Les luthiers” repasa parte de su inmensa obra y sobrevive a dos grandes pérdidas. La compañía musical encara una renovada etapa con nuevos integrantes, los mismos contenidos y los personajes que generan aplausos con su sola mención.

Por Miguel Garro
| 07 de febrero de 2018

De por sí, una presentación de “Les luthiers” es un hecho llamativo y convocante para la cultura popular argentina. Hay muchas razones detrás de eso, pero poco importan. El 2018 será un año especial para el histórico grupo que empieza a renovarse por lo menos en cuanto a sus integrantes. La edad de los componentes más veteranos y los cimbronazos que dejaron las deserciones del inolvidable Daniel Rabinovich –fallecido hace ya dos años y medio- y del talentoso Carlos Nuñez Cortés –quien se retiró de los escenarios pero sigue unido al grupo- sembraron algunas dudas sobre la continuidad de la compañía. Entre el público, porque ellos parecieron siempre dispuestos a seguir.

 

La dolorosa y nostálgica sensación de ser testigo de un final cercano puede recaer en los espectadores, pero no entre los integrantes, quienes nunca hablaron al menos públicamente sobre eso. Y parece que tampoco lo pensaron. Aunque algún miembro cercano a “Les luthiers” haya manifestado en algún momento la idea de crear franquicias que vayan girando por el mundo con las inmortales creaciones del grupo.

 

Por lo pronto, el grupo reestrenó el 5 de enero “Gran reserva”, un espectáculo que debutó en mayo del año pasado y que tendrá funciones hasta mediados de febrero, sólo los viernes y sábados en el Gran Rex de calle Corrientes. Como sucede hace ya un tiempo, sus shows no tienen novedades, sino que funcionan como recopilaciones antológicas de viejos números, todos reconocidos por el público.

 

Allí radica uno de los tantos misterios que rodea a “Les luthiers”. Sea en vivo, en los dvd –que se podían conseguir en el puesto instalado en el hall del teatro- o en YouTube, cualquier fanático de la obra del grupo puede acceder a los scketchs una y otra vez hasta conocerlos de memoria. Sin embargo, la gente se ríe cuando llega el chiste que todos esperan.

 

O sea, el factor sorpresa –fundamental en el humor- no es prioridad en “Les luthiers”. Hay muchos otros elementos que se conjugan arriba del escenario que son festejados por los espectadores. Y Marcos Mundstock en una de las poquísimas improvisaciones de la función debut expuso uno: “La bellísima ambigüedad del lenguaje, de la que vivimos hace tantos años”.

 

Algo parecido les sucedió a los cientos de puntanos que en enero de 2010 asistieron a la sala Hugo del Carril para ver la última presentación del conjunto en la provincia. Fue tal la convocatoria acumulada hace ya ocho años que en la plaza Pringles se instalaron pantallas gigantes que transmitieron en vivo lo que sucedía en el teatro. Así, miles de personas radicadas en la provincia vieron “Los premios Mastropiero”, otro espectáculo antológico que recorría las mejores canciones de grupo.

 

Carlos López Puccio y Jorge Maronna –verdadero cerebro musical del conjunto- son los otros sobrevivientes actuales de la época dorada de “Les luthiers”, que abarca los últimos 30 años. El año pasado, el grupo cumplió medio siglo y como regalo recibió el premio Princesa de Asturias.

 

La metáfora detrás del nombre del espectáculo (no es muy difícil descubrirla) está relacionada a lo añejo del vino. El programa y la estética general del show es un corcho recién salido de una botella contenedora de una bebida que, como el grupo, se pone mejor con los años. En ese punto vale la pena resaltar el espléndido estado de Mundstock, quien a los 75 años no sólo mantiene su voz inconfundible, sino que además soporta un desgaste físico notable con sus constantes morisquetas.

 

En la primera función del año, ningún miembro de “Les luthiers” hizo mención a las ausencias ni se dirigió al público fuera de lo indicado en el programa. Algo que bien podría esperarse para responder al menos una de las grandes dudas que asaltó a los fanáticos en los últimos tiempos: ¿cómo haría el conjunto para reemplazar al irremplazable Rabinovich?.

 

La respuesta llegó en el segundo número, “Lo que el sheriff se contó”, en el que Daniel hacía del sheriff mentiroso y cobarde que decía haber atrapado a un peligroso forajido. Ese rol lo cumplió en “Gran reserva” Martín O’Connor, quien ya había reemplazado a Rabinovich en las últimas épocas del actor.

 

Su tarea es muy digna, no sólo por el ya mencionado carácter inigualable del desaparecido, sino porque tiene que pugnar contra la memoria colectiva de los seguidores. Y acaso por esas dos cosas su función mereció el aplauso que le regaló el público en todas sus intervenciones. Eso sí, “El Negro quiere bailar”, donde está la inigualable improvisación de “Ester Píscore” no fue parte del programa.

 

Era tal la influencia de Rabinovich en “Les luthiers” que para reemplazarlo el grupo tuvo que acudir a dos integrantes. Así como O´Connor asume el rol actoral, la parte musical fue tomada por Horacio “Tato” Maturano, quien también pasó varios años como suplente y ahora entró al equipo titular.

 

El lugar de Nuñez Cortés, quien tenía una reconocida estirpe musical de formación clásica, fue ocupado este año por Tomás Mayer- Wolf, un joven de 35 años, di rector de orquesta, que reemplaza hasta en los gestos a su antecesor.

 

El repertorio de la compañía tiene momentos míticos y ha formado personajes cuya sola mención motivan el aplauso cariñoso. Por supuesto que el más reconocido y el primero en aparecer, en el tercer capítulo de “Gran reserva”, es el célebre compositor Johan Sebastian Mastropiero. Pero también alcanzaron añoralgias las menciones a Cantilicio Luna, el autor de la zamba “El explicado”, cantada como bis y fuera de programa; y José Duvall, el deteriorado cantor romántico al que Mundstock le da vida en “La hora de la nostalgia”.

 

“Entreteniciencia familiar” –uno de los mayores hitos en la obra de “Les luthiers”- fue la encargada de abrir la función y contó con la voz pregrabada de Norma Aleandro a cargo de todas las llamadoras al decadente programa televisivo. También pasaron los boleros “Perdónala” y “Ya no te amo Raúl”, la tarantela litúrgica “San Ictícola de los peces” y las canciones de “La balada del 7° Regimiento”, entre otras gemas tan divertidas como inolvidables.

 

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