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La cosecha, una luz al final del túnel para los huerteros

Los beneficiarios del Plan Parcelas Hortícolas se sobrepusieron al paso furioso del granizo y desde hace un mes levantan sus primeras verduras de calidad, que venden a precios bajos.

Por Juan Luna
| 18 de marzo de 2018
El fruto del esfuerzo. Uno de los trabajadores con el resultado del trabajo en las mano

Sobre los cajones descansan algunos zapallos recién cortados que aún llevan en su cáscara rastros de la tierra que los cobijó. En los lotes, largas filas de lechugas les abren sus hojas a un sol radiante. Cae la tarde y algunos de los huerteros continúan cargando la carretilla, mientras otros se encargan de preparar las próximas siembras que ya están planeadas. Se respiran nuevos aires en el predio que el Plan Parcelas Hortícolas tiene en Villa Mercedes. Tras el paso del granizo que dañó cultivos e ilusiones, los beneficiarios no bajaron los brazos y desde hace un mes empezaron a disfrutar de sus primeras cosechas y de esa dulce satisfacción de haber superado una batalla complicada.

 

Pasaron siete meses desde que el Gobierno de la Provincia les cedió el uso de diez lotes a diez familias argentinas y bolivianas para que produzcan verduras y hortalizas, con el doble propósito de generar fuentes de empleo y abastecer con productos locales a las mesas de los puntanos y, así, reducir el precio que se paga en las verdulerías y góndolas de supermercados.

 

Esos terrenos, cada uno de una hectárea de extensión, están ubicados detrás del edificio de la Escuela Técnica Nº 14 “Ministro del Superior Tribunal de Justicia Dr. Luis A. Luco”, conocida popularmente como “La Agraria”. Detrás de una tranquera blanca, en el comienzo de la ex ruta 7, el lugar se ha vuelto el segundo hogar de los nuevos productores, que han destinado sus mejores horas a acondicionar el terreno, poner en funcionamiento el sistema de riego por goteo y cultivar una gran variedad de hortalizas.

 

Pero, tal como contó la revista El Campo en enero, cuando veían que las plantas crecían frondosas y prometedoras llegaron las tormentas de verano para hacerles sufrir un trago amargo a los beneficiarios del plan.

 

“Cuando nos entregaron las parcelas, nos dieron un poco de semillas de Sol Puntano a cada uno. Las plantamos y la piedra se llevó todo. Volvimos a invertir y sembramos de nuevo, pero el granizo del 28 de diciembre fue fatal. No nos rendimos. Volvimos a moler la tierra y volvimos a trabajar, cayó otra piedra más pero fue más chica. Y acá estamos, ahora empezamos a cosechar por fin”, dijo Felipe Solano para intentar sintetizar un proceso que para ellos fue largo y duro, pero que ahora empieza a dar sus resultados.

 

El hombre es quien tiene a cargo la parcela Nº 1, probablemente la más vistosa de las diez. Sobre esa porción de terreno puso en juego los saberes de una vida que empezó en Bolivia hace 54 años y se completa en Argentina desde hace 32. “Nací trabajando en el campo y cuando llegué a Mendoza oficié mucho como agricultor. No sé los nombres técnicos de las cosas porque no soy ingeniero, pero sé mucho de cultivos y de cómo hay que producir”, contó confiado, sin dejar de mirar su lote. En el 2000 se trasladó definitivamente a Villa Mercedes “en busca de un futuro” y empezó a ganarse el pan como albañil. “Mendoza se puso muy malo con la inseguridad. Me vine acá, empecé a hacer unos pesos y a invertirlos. Vivo laburando”, admitió.

 

El plan también busca generar fuentes de empleo para los más desfavorecidos. De eso sabe Solano, quien se ha convertido en el sustento de todo un grupo familiar que lo acompaña y que depende del éxito de su cosecha. Mientras él pone guano para fertilizar la tierra, su cuñado limpia otra parte del lote, y su hermana con sus sobrinos cargan las carretillas con zapallitos coreanos.

 

"Yo estoy muy agradecida por este trabajo que tengo y disfruto todos los días de hacerlo. Como somos extranjeros, muchas veces no teníamos empleo. Ahora sentimos que tenemos un apoyo del Gobierno", expresó María Vilca, sobrina de Felipe y propietaria de la segunda parcela del predio. La mujer también nació en Bolivia y desde hace trece años reside en la ciudad de la Calle Angosta.

 

 

En el verano, las familias perdieron todo lo que habían cultivado por la caída de tres granizos. Rescataron lo que quedó, plantaron nuevas semillas y ahora cosechan. 

Llegó la cosecha

 

 Desde hace aproximadamente un mes, todo el esfuerzo que pusieron en esas dos parcelas empezó a dar sus frutos. "Hemos logrado sacar un poco de lechuga crespita, repollada, mantecosa y de la morada. Calculamos que son unos doscientos cajones", describió el hombre. Si en cada recipiente entran unos 18 atados, estiman que han recolectado más de 3.600 plantas. Zapallitos de tronco, coreanos, pimientos verdes y berenjenas completan la primera tanda de cosecha que ahora venden al público. Desde las 8:30 hasta las 11, por la mañana, y de 17 a 19, por la tarde, abren la tranquera blanca que está ubicada unos metros después del ingreso a la escuela, y ofrecen sus verduras."Viene mucha gente a comprar. Tenemos una balanza tipo reloj y con eso vendemos por kilo y por mayor a las verdulerías", contó María.

 

Para Felipe, la gente valora la combinación justa entre precio y calidad que ellos ofertan. La lechuga, por ejemplo, la venden entre $15 y $20 por kilo, mientras que en algunas verdulerías escala hasta los $40. El zapallito está más o menos en los mismos valores, y el pimiento verde cuesta $30, cuando en los negocios valen $50 o más. "La venta va muy bien porque vienen particulares de todas partes de la ciudad, muchos de La Ribera pero también del centro. Se van muy conformes porque tenemos todo prácticamente a mitad de precio", agregó Matías Almanza, otros de los huerteros.

 

El mercedino de 36 años opinó que la frescura es otro de los valores diferenciales de sus productos. "No la tenemos expuesta a la verdura, sino que cuando viene el cliente se la corta en el momento. A la gente eso le gusta. Y el sabor les ha gustado más que la que viene de Mendoza, que muchas veces está en cámara, tiene muchos días de cosechada o contiene muchos agroquímicos", analizó.

 

A cargo de la parcela Nº 10, Almanza también sufrió los daños del granizo pero había logrado rescatar una parte de sus cultivos. "Habíamos plantado lechuga, dos variedades de pimiento y tomate perita. Llegó el primer granizo y se llevó todo. El segundo también se llevó zapallos, calabazas, lechuga y acelga. Después optamos por hacer un monocultivo que fue lechuga en cuatro variedades: morada, repollada, mantecosa y la rulito. Algunas sobrevivieron, otras resembramos y ahora estamos cosechando bien", repasó.

 

El hombre, que aprendió a cultivar como empleado de un campo de la zona, estima que la cosecha durará unos diez días más. Hasta el momento ha logrado sacar entre 70 y 80 cajones.

 

"Nos sorprendió la gente, porque fueron tantos clientes que nos dejaron sin variedad. Entonces, ahora queremos hacer cultivos más variados porque nos piden muchas cosas: melón, sandía, remolacha, de todo", reveló.

 

 

Las verduras se pueden comprar todos los días, de 8:30 a 11 y de 17 a 19, en las tierras que están detrás de la Escuela Nº 14, luego de cruzar una tranquera blanca. 

 

Por eso, ya empezaron a plantar nuevos cultivos para la temporada otoño/invierno. El que más avance tiene y que entusiasma a los huerteros es el de tomates perita, que ya asoman entre las hojas de las plantas. Creen que podrán estar listos entre abril y mayo y que puede producir un impacto fuerte en el mercado local. "Si no pasa nada, creemos que podemos sacar unos 50.000 kilos entre dos lotes", anticipó orgulloso Solano.

 

La atracción para los consumidores locales puede ser importante porque planean venderla alrededor de los veinte pesos por kilo, cuando en las góndolas su precio oscila alrededor de los $40 "Pero yo creo que cuando saquemos nuestra cosecha, en las verdulerías va a estar más caro todavía porque en Mendoza van a tener faltantes por la mosca. A mí acá me quiso atacar y la controlé, imaginate allá", anticipó el huertero.

 

Además, ya colocaron las semillas de ajo, cebolla, zapallitos verdes, remolacha, acelga y más lechuga. Algunas variedades estarán disponibles en tres meses, mientras que otras estarán listas a fin de año.

 

 

Trabajo en equipo

 

Para Almanza, una de las "claves del éxito" fue poder mirar más allá de los límites de cada parcela y tener una mirada global del predio. En otras palabras, el tan necesario trabajo en equipo. "Valió la pena, porque nos ayudamos entre todos. Cuando uno lleva productos a la verdulería, aprovecha el viaje y lleva lo de los otros. O cuando movemos el terreno, compartimos los gastos de las máquinas", ejemplificó.

 

Así, han establecido pequeñas sociedades entre los beneficiarios para dividirse las tareas, compartir ganancias y explotar las capacidades y conocimientos de cada uno.

 

Hoy, el ánimo generalizado es otro. "Al principio estábamos todos bajoneados, pero nos hemos recuperado con la cosecha y la aceptación de la gente, estamos muy entusiasmados para mejorar y sembrar más. Hay buena expectativa", expresó.

 

Además de las nuevas siembras, ya tienen más planes en mente para darle un salto de calidad a sus producciones y sus ventas. Una de las ideas es hacer un cartel grande, que sea bien visible desde la ruta, para orientar más fácilmente a los potenciales clientes. Y otro proyecto, aunque aún más lejano, es la posibilidad de buscar financiamiento para colocar malla antigranizo sobre el terreno. "Si tuviéramos eso sería muy bueno porque no sufriríamos lo que nos pasó con la piedra y podríamos hacer más variedades. Es muy cara, pero valdría mucho la pena", agregó Solano.

 

Mientras tanto, los beneficiarios no descansan, y disfrutan de una pequeña victoria en la dura batalla. "No nos vamos a dar por vencidos", insistió.

 

 

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