Grandes decisiones

Una decisión puede lograr que cambie un escenario. Una decisión profunda, real. Ese tipo de decisiones que son producto de la reflexión, la razón, la mirada estratégica, y el deseo de planificar el futuro. Decisiones basadas en argumentos sólidos, aunque no sean compartidas por todos.

Las decisiones que anteponen el bienestar general a los deseos individuales, siempre serán grandes decisiones. Las decisiones que toman los líderes mundiales modifican la vida de millones de personas y muchas veces la mirada que, sobre esos líderes, construyen esos millones de personas.

El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, era observado hasta ahora como el “más peligroso e impredecible” gobernante de una dinastía impredecible y peligrosa. Al menos para Occidente. Pero de pronto ese líder comienza a tomar decisiones que obligan a replantear los juicios anteriores.

Primero baja el tono de las diatribas amenazantes contra Estados Unidos, luego retoma el diálogo y la voluntad de acercarse a Corea del Sur, en un hecho saludable que hace creer en la posibilidad de la reunificación, o al menos, de la convivencia pacífica, entre dos pueblos que fueron uno. Y finalmente, anuncia el cese de los ensayos nucleares y de misiles intercontinentales de su país, así como el cierre de las instalaciones de pruebas atómicas.

Cada una de estas decisiones sorprenden por el impacto positivo que producen en la diplomacia internacional, porque serenan los ánimos de belicismo y tienden puentes reales hacia la paz. No en vano, Washington, Seúl y Pekín, celebraron genuinamente cada una de estas decisiones.

Este último “gran anuncio” llega a menos de una semana de una cumbre entre Kim y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, en la Zona Desmilitarizada que divide la península coreana, y antes de un encuentro muy esperado entre el líder norcoreano y Trump, que ocurrirá probablemente a principios de junio.

Aunque Kim no haya dado ninguna señal de que Pyongyang vaya a desmantelar su arsenal, con el que puede alcanzar territorio estadounidense; enfocar esta decisión por el lado de la desconfianza, es mirar el vaso medio vacío, cuando seis meses atrás, hubiera sido aplaudida.

El régimen de Pyongyang decidió poner fin a las pruebas nucleares y los lanzamientos de misiles balísticos a partir del anuncio -no había realizado ninguno desde noviembre-, y cerrar las instalaciones de pruebas atómicas de Punggye-ri, en el norte del país, según la agencia de noticias norcoreana KCNA.

“Como se ha comprobado la efectividad de las armas nucleares, no necesitamos llevar a cabo más ensayos nucleares o lanzamientos de prueba de los misiles de medio o largo alcance o de los misiles balísticos intercontinentales”, declaró el joven líder en un mitin del gobernante Partido del Trabajo de Corea, informó la misma fuente.

“Las instalaciones nucleares del norte han cumplido su misión”, añadió en la reunión del comité central del partido único. Apenas unos minutos después que se difundiera esa información, Trump calificó en Twitter el anuncio de “muy buena noticia”. “¡Gran avance! Tengo prisa por participar en nuestra cumbre”, añadió en un tuit.

Seúl lo tildó de “avance significativo” hacia “la desnuclearización de la Península Coreana”.

Bajo el liderazgo de Kim, Pyongyang ha logrado rápidos avances tecnológicos en sus programas armamentísticos en los últimos años, provocando duras sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, de Estados Unidos, la Unión Europea, Corea del Sur y otros países.

El año pasado llevó a cabo su sexto ensayo nuclear, de lejos el más poderoso hasta la fecha, mientras Kim y Trump se lanzaban amenazas de guerra e insultos personales a medida que aumentaban las tensiones. Incluso cuando hubo una pausa larga en las pruebas, los funcionarios estadounidenses dijeron que no se podía interpretar como un cese sin un comunicado explícito de Pyongyang.

Los analistas advirtieron que el anuncio es prometedor pero limitado. Y repiten el dicho de que “El Diablo está en los detalles”. Lo concreto es que Kim Jong Un, ha tomado una serie de grandes decisiones. Lo suficientemente importantes, como para que al menos la duda se anteponga al prejuicio.