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¿Todos podemos ser fotógrafos?

La disponibilidad de cámaras cada vez más avanzadas en nuestros celulares invadió de imágenes el mundo. ¿Es un fenómeno de democratización visual o una intromisión que atenta contra una profesión?

Por Juan Luna
| 16 de julio de 2018
Fotos: Juan Andrés Galli

Como hormigas tecnológicas se multiplicaron y nos invadieron sin que nos diéramos cuenta. Se metieron en nuestros bolsillos, en nuestros almuerzos y sobremesas, se apropiaron de nuestras mesas de luz y hasta ingresaron a nuestras camas. En esa intrusión le quitaron el trabajo a los despertadores y reemplazaron a las linternas, liberaron de relojes a muchas muñecas y paredes, dejaron en el olvido a los viejos walkmans y están cerca de sentenciar a muerte a los teléfonos fijos. En esa embestida brutal contra todo aparato de la vida cotidiana, los celulares también entraron en el mundo de las cámaras y hoy obligan a repensar algunos conceptos de una disciplina entera: la fotografía.

 

La industria introduce cada vez más funciones, mejores lentes, flashes y resoluciones y lejos de ser un simple accesorio, las cámaras pasaron a ser una referencia fundamental a la hora de elegir un modelo de teléfono móvil. Hoy todos tenemos una cámara portátil en todo momento, al alcance de las manos. Hacemos decenas de clicks a diario y retratamos nuestros eventos familiares, viajes, fiestas, comidas, salidas amorosas y hasta los momentos del más simple ocio, con los gigabytes de nuestra memoria como único límite.

 

No necesitamos galerías de arte para que miles de personas vean nuestras instantáneas, en un segundo las colgamos en ese mural sin fronteras que son las redes sociales.

 

¿Pero eso alcanza para convertirnos en fotógrafos? ¿Los celulares posibilitan una democratización del espectro visual, o son los culpables de una proliferación de imágenes que atenta contra los estándares de calidad de la profesión? ¿Todos podemos ser fotógrafos?

 

Juan Andrés Galli es uno de los reporteros gráficos de El Diario de la República y La Voz de Sud y, entre otros ámbitos, ha trabajado con la imagen en cine, televisión y teatro. En sus más de treinta años de carrera detrás del lente, tuvo que convivir con los dos grandes sistemas de fotografía: la analógica y la digital. Para él, la transición de un soporte hacia el otro es el cambio más grande que transitó la disciplina desde sus inicios.

 

Planteó que la llegada de una tecnología nueva siempre tiene ver como una demanda del mercado pero también con que los fabricantes vean un negocio potable en esa innovación. Por eso, “la aparición de las cámaras pocket (compactas) permitió que cada familia tuviera un dispositivo de fácil uso, porque antes el aficionado podía comprar una cámara profesional pero tenía que hacer sí o sí un curso para lograr una buena toma. A medida que aparecieron las digitales de uso hogareño que después se incorporaron a los celulares, la masificación fue mucho más grande”, analizó.

 

Para el reportero nacido en Buenos Aires pero radicado en Villa Mercedes, eso tiene dos aristas. Por un lado, sostuvo, significa una puerta de acceso para muchas más personas a una forma de expresión artística. “Un chico que no tiene recursos para tener una cámara profesional, hoy con un celular puede hacer arte, mostrarlo y llegar adonde quiera. Eso hace que haya más puntos de vista de algo”, valoró.

 

La contracara, sin embargo, es que si cada uno tiene un dispositivo a mano, las posibilidades de explotar el oficio laboralmente sean menores, al menos en la forma tradicional. “Es muy cómico ver en los actos escolares a los chicos actuando y ochenta padres apuntándolos con sus teléfonos, cuando antes había un solo profesional que les vendía los retratos a todos”, ejemplificó. No obstante, aseguró, los nuevos fotógrafos que se iniciaron con la tecnología digital, están abriendo nuevos caminos y maneras para hacer de la disciplina, un oficio rentable.

 

 

 

Para Abelardo “Chiche” Herrera, un reconocido reportero gráfico de Villa Mercedes, “el profesional siempre va a seguir teniendo trabajo”, y sostuvo que el de los celulares “es todavía un consumo mucho más familiar, a pesar de que cada vez hay cámaras cada vez más sofisticadas. Pero sigue siendo un teléfono que tiene muchas limitaciones”.

 

El hombre de 60 años trabajó para diferentes medios periodísticos de San Luis y Córdoba y desde hace casi tres décadas es el responsable de los flashes en el Municipio mercedino. Se autodenomina como un trabajador de la “vieja escuela” y no duda de que aprender a tomar fotos con la tecnología digital es mucho más fácil que con los aparatos analógicos. “Antes tenías que ser completo, saber revelar, tener laboratorio, y cuidar el rollo porque tenías 24 o 36 para sacar nada más, hoy podés hacer miles de fotos. Además, tenías que estar seguro porque no veías la imagen hasta que no la revelabas. Era todo manual y artesanal, no había Photoshop que te salve”, comparó.

 

Que los teléfonos hayan servido de puerta de entrada para muchos nuevos integrantes en el oficio, para Herrera es un fenó- meno de época. “Los que llevamos varios años en esto hemos pasado por varias circunstancias. Cuando salió la foto instantánea, todos andaban con eso y pensamos que se nos acababa el trabajo. Pero fuimos sorteando cosas y el fotógrafo de alma sobrevive. Por eso creo que van a quedar los que tengan verdadera vocación”, opinó.

 

Luciana Moyano, puntana de 28 años y creadora del estudio “Toust”, observó que los hábitos de fotografiar con el celular han generado influencias en el lenguaje estético de la imagen, que luego replican otras ramas de la fotografía, como por ejemplo la publicitaria. “Se retroalimentan. Así como una persona cuando se toma una selfie intenta replicar criterios de iluminación o encuadre de un retrato profesional, lo mismo pasa al revés”, aseguró. Así, por ejemplo, en los últimos tiempos en las redes sociales cobró fuerza la tendencia de hacer fotos con estilo “flat lay”, que son tomadas desde un ángulo cenital y donde se registran objetos de la vida cotidiana. El ejemplo más común es el del plato de comida. “Entonces eso que empezó siendo un usuario subiendo lo que estaba por comer desde su punto de vista que es desde arriba, la publicidad lo está haciendo pero con todos los cuidados técnicos. Esa mezcla de lenguajes se nota mucho”, explicó.

 

Para ella, las tecnologías sí han generado una suerte de “democratización” de la profesión y permitió que muchas más personas también puedan capturar y mostrar sus realidades. “Después hay toda una discusión de qué se considera estético, que depende de un montón de discursivas sociales y de poder que van mucho más allá”, aclaró.

 

 

 

Pero si hay algo en que todos coinciden es que como “el hábito no hace al monje”, el equipo no determina quién es fotógrafo ni sus virtudes. “Para mí el profesional es alguien que logra con una imagen conmover a un espectador, ya sea con una foto artística, periodística o de un evento social como una boda. Además, es importante no sólo estudiar, sino ir perfeccionándose todos los días porque salen cosas nuevas todo el tiempo”, planteó Galli.

 

Herrera sostuvo que “como todo buen artista, tenés que tener condiciones. La foto es un arte y sino lográs transmitir emociones, no sirve. Además tenés que saber manejar muchos factores de encuadre, iluminación, y el criterio de saber dónde enfocar”. Para Moyano es “el ejercicio de mirar” lo que hace al fotógrafo. “Para mí aquel que tiene una búsqueda estética, un mensaje que dar, una obsesión por la forma y el color, y tiene en la mano un dispositivo que le permita hacerlo, ese es un fotógrafo. De ahí no importa si tiene 13 años o 60, o si vive de la foto o tiene otro trabajo”, describió. De hecho, contó, en la disciplina hay quienes promueven un regreso hacia la fotografía estenopeica y realizan fotos con una simple lata de arvejas.

 

Más allá de toda discusión, hoy las posibilidades son infinitas. Las instantáneas están a la vista de todos, en todas las redes sociales y llegan sin escalas a las páginas de los portales periodísticos. Si alguna vez fue Fotolog la primera vidriera que permitió a los usuarios mostrar sus retratos en la web, Instagram es el gran museo visual de esta era. Como en un cambalache virtual, conviven ahí desde las imágenes más cotidianas y corrientes hasta el delicioso trabajo artístico que hacen profesionales y aficiona - dos de todo el mundo, muchas veces con el lente de su celular.

 

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