19°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

19°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

EN VIVO

El huracán que antecedió a la calma

Con la creación en agosto de 1948 de Corea del sur y un mes después de Corea del Norte, se daba inicio a una división que continúa hoy. Y los acercamientos del presente no pueden entenderse sin las distancias del pasado. Guerras, armisticios, cumbres y negociaciones entre intereses propios y extranjeros han sido parte de esta historia inconclusa. ¿Dónde se origina y qué cambió en este conflicto que lleva siete décadas sin resolverse?

Por redacción
| 13 de agosto de 2018

Terminada la Segunda Guerra Mundial, las dos grandes potencias emergentes, EE.UU. y la URSS, comenzaron ya a dividir el mundo en esferas de influencia.

 

Corea, hasta entonces bajo dominación japonesa, estaba lejos de liberarse. De norte a sur, trazando una línea en el paralelo 38, las potencias se dividieron el botín. En el sur los Estados Unidos y en el norte la Unión Soviética primero emplazaron sus fuerzas militares y luego formaron regímenes “independientes” a su imagen y semejanza.

 

La paz se mantuvo hasta que estalló el primer conflicto armado de la Guerra Fría, una guerra que a pesar de no librar una lucha armada directa entre las potencias, estuvo plagada de conflictos locales que usaron ejércitos ajenos.

 

Fue ese el caso de las dos Coreas. En 1950 Corea del Norte, con apoyo de la URSS, decide invadir Corea del Sur. La respuesta no se hizo esperar por parte de los Estados Unidos, que ya habían perdido a China bajo el ala del comunismo. Según las teorías de la contención y del dominó por las que se guiaron los presidentes norteamericanos durante la Guerra Fría, si se permitía un avance del comunismo en Corea del Sur, se corría el riesgo de que toda Asia cayera bajo ese sistema.

 

En 1953, con una Corea del Norte destruida por el conflicto, se firmaba un armisticio, pero no se llegaría a la paz, y mucho menos a la unificación de las dos Coreas.

 

El paralelo 38 pasó a ser la zona más militarizada del planeta, y la amenaza de una guerra con Corea del Sur o de un ataque de los Estados Unidos, de un acontecimiento de la Guerra Fría a una constante en Corea del Norte. No ayudó mucho a disolver esos temores el hecho de que el ejército norteamericano siguiera presente en su vecino del sur.

 

La Guerra Fría terminó, la URSS se desintegró, pero el muro de Berlín no pudo derribar todos los conflictos creados durante la guerra entre las dos potencias.

 

La supervivencia del más apto

 

Apoyándose en el temor de una invasión por parte de su vecino del sur y de los Estados Unidos, Corea del Norte trazó su objetivo fundamental: el de su supervivencia.

 

Los tres líderes que estuvieron en el poder desde su creación hicieron de este su principal eje de política, y la inversión en armas nucleares fue el instrumento que utilizaron para intentar conseguirlo.

 

Pero también se valieron de esta potencial amenaza para cometer grandes violaciones a los derechos humanos. Centenares de presos políticos, persecución a la oposición y crímenes incluso entre familiares cercanos al poder, sumado a una innumerable cantidad de restricciones a las libertades de la población, forman parte también de la historia de este hermético país cuyas atrocidades comenzaron a cometerse desde el mismo momento de su creación.

 

Sería injusto decir que la responsabilidad es exclusiva de los líderes norcoreanos sin mencionar que Corea del Norte fue el monstruo creado por quienes hoy se sorprenden de su irracionalidad y violencia.

 

Debido a que el verdadero desarrollo nuclear del país, más allá de algunas demostraciones públicas, se mantuvo hasta ahora en extremo secreto, es difícil llegar a tener una idea real del poderío militar de Corea del Norte. Según algunas cifras no oficiales, el programa nuclear norcoreano cuenta con más de 20 bombas nucleares y una importante cantidad de reservas de plutonio. Además, el país posee uno de los mayores ejércitos del mundo e invierte alrededor del 25% de su PBI en presupuesto militar.

 

Por ese motivo, el país asiático ha sido considerado un estado “hostil” por los Estados Unidos desde 1950. A partir de entonces, una larga historia de intentos fallidos de negociación, boicots económicos y diplomáticos signó el destino de Corea del Norte.

 

La ONU se hizo eco de los reclamos occidentales por el desarrollo nuclear de Corea del Norte e impuso sanciones que, se esperaba, redundaran en un agotamiento del régimen norcoreano. Sin embargo, las idas y vueltas en las negociaciones terminaron con el endurecimiento de las posturas. Si a Corea del Norte le resultaba conveniente la idea de una amenaza externa para justificar sus flagrantes violaciones dentro del país, no hay por qué pensar que a EE.UU. no le conviniera contar con un enemigo que distraiga a la opinión pública de los conflictos internos y que justifique cualquier acción externa en nombre de la libertad y la paz en el mundo.

 

China, más reticente a obedecer las sanciones impuestas por la ONU, tiene sus intereses en la región: además de ser uno de los principales socios comerciales de Corea del Norte, comparte su frontera con este país. Una crisis en su vecino desencadenaría una oleada de refugiados y un gran problema para China.

 

Hasta ahora, las cosas como estaban, sin desatar una guerra nuclear -pero bajo su amenaza constante- parecían la mejor opción para los líderes involucrados en el conflicto.

 

Los Estados Unidos, con una fuerte presencia militar en Corea del Sur; Corea del Norte, “protegida” con su armamento; y Corea del Sur y China, conformes con este débil equilibrio de poder, mantuvieron vivo el primero y el último de los conflictos latentes de la Guerra Fría.

 

Pero las reuniones entre los líderes de Corea del Norte y del Sur primero, y entre Donald Trump y Kim Jong-un después parecen haber dado una vuelta de tuerca a esta realidad. ¿Qué cambió?

 

Los motivos del deshielo

 

Los ojos del mundo no podían creer lo que estaban viendo: después de una escalada de tensión sin precedentes, el presidente de los Estados Unidos y el líder norcoreano se dieron la mano y dialogaron en una de las reuniones más esperadas del año.

 

El desgaste del modelo norcoreano es una de las razones del cambio repentino del país asiático. Y es que las sanciones impuestas por la ONU a Corea del Norte tuvieron esta vez más peso que en años anteriores. El recorte en los ingresos de dinero y de petróleo al país se incrementó con las nuevas disposiciones (la última restringió casi un 90% del suministro de petróleo). Si las posturas se endurecían, resultaba difícil que el régimen norcoreano pudiera subsistir.

 

Por su parte, el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in, se ha mostrado como una persona más dispuesta a negociar con su vecino del norte.

 

Pero eso no es todo: sólo una especie de competencia militar pondría a Corea del Norte a negociar en igualdad de condiciones. La inversión en recursos nucleares y su constante demostración de poder puede entenderse entonces como un preludio para comenzar a hablar de paz.

 

La batalla de demostraciones se trasladó al plano del discurso. Por lo menos al discurso en tiempos modernos. A través de Twitter los mandatarios se llamaron “demente”, “viejo lunático” y un montón de etcéteras el uno al otro. Solamente entre estos dos protagonistas esa situación podía terminar en una reunión en la que la admiración mutua fue la consecuencia.

 

El largo camino hacia la paz

 

Si bien parece el final, la reunión entre los líderes coreanos el 27 de abril y la Cumbre entre Kim Jongun y Donald Trump el 12 de junio en Singapur, no parecen ser el fin de esta historia de idas y vueltas diplomáticas.

 

Ambos encuentros terminaron con documentos en los que ampliamente se abordaron temas sensibles como la firma de un tratado de paz, la suspensión de ejercicios militares en la zona y la desnuclearización de Corea del Norte.

 

Y los temas fueron abordados en un sentido tan amplio que hasta ahora no se dio lugar a lo específico y realmente importante. La completa desnuclearización de Corea del Norte llevaría al menos 10 años según los expertos. Y 10 años parecen mucho tiempo cuando tanto ha cambiado en unos pocos meses.

 

Ganadores y perdedores del encuentro

 

Hay quienes no tardaron en buscar ganadores y perdedores del encuentro entre Kim y Trump. Según algunos especialistas, el gran ganador fue Kim Jong-un, porque de las reuniones no surgió ningún compromiso sobre el tema de los derechos humanos en ese país. Aunque también puede decirse que nada se habló sobre los derechos que no respetan los Estados Unidos, en su territorio o fuera de él. Tal vez porque muchas veces se da por sentado una realidad que nos hicieron creer: y es que el resto del mundo le debe explicaciones a los Estados Unidos, y no a la sociedad civil.

 

En lo que sí ganó Corea del Norte hasta ahora, y sobre todo su líder, es en el cambio de su imagen internacional: ahora es visto como un ser humano dispuesto a negociar (al menos en los temas de su conveniencia) y que fue capaz de juntarse con otro ser humano, igual de humano que él.

 

A largo plazo se verá si todo esto redunda en una mejora para la comunidad internacional. Mientras tanto, somos testigos de un capítulo más de una historia que parece más novedosa de lo que en realidad es.

 

 

Nota de: Agustina Bordigoni

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo